lunes, 26 de septiembre de 2011

Penando por Fabelo

Para V, que comparte estas penas

En Cuba se han acuñado frases y modismos que se refieren a como sacar ventaja de algo o alguien: arañar, tumbar, joder, jinetear… Todas van sobre lo mismo. Pero ya estas frases han caducado, se han quedado cortas, remisas, ya no explican lo que sucede. Y es que ahora hay tiburones. Y, como tales, vienen a arrancar el trozo más grande que puedan morder, a dejarte sangrando, a ti, al bobo que viene de “afuera” a tratar de negociar con los pícaros “de adentro”.


Los tiburones están en todos lados y son de todos tamaños. Desde el parqueador que juzga por el carro que traes y te dice que sus servicios valen 50 centavos CUC, cuando lo habitual es que le paguen con 5 pesos cubanos, la señora de la catedral que no se deja fotografiar la cara si no pagas, y la cubre con su abanico, con gesto elegante, arriba, un barito y te llevas mi foto de muñeca negra, pasando por los mercaderes underground de pescados, mariscos y carne, los vendedores de artesanías, que te saludan con un "Hola..." y se quedan con la mirada de duda sobre si eres o no eres, hasta llegar a los traficantes de tabacos, serigrafías, grabados o arte.

La ocasión fue una feria que estaba instalada en el Pabellón Cuba, ArteRampa creo que se llamaba, donde se exponía desde bisutería de alambre hasta serigrafías de artistas cubanos.

Y, desde mi lugar, mientras hacía la cola para pagar la entrada a la Feria, exprimido, envuelto en el vaho de la tarde húmeda y en los miasmas de sudores ajenos, la vi. Una bellísima serigrafía de Fabelo. Y fue amor a primera vista. Y fui a verla de cerca, “¿La venden?” y la mujer me mira, enfoca, me aquilata y entonces decide sonreír, “Claro, pase por favor…” y paso y miro y un pequeño letrero dice 40 CUC. La serigrafía es una mujer que se asoma en una taza, torso desnudo, hermosas tetas, divino perfil, un yelmo onírico y la mirada perdida en algun punto fuera del marco. Tonos azules, sensual, agradable, bonita. Una mujer para beberla cada mañana, en una taza, caliente, olorosa, acabada de colar.


Entonces miro otra vez y, jones, espérate, dice 400, me había faltado un cero, 400 CUC por la serigrafía, ´tán locos está gente y, “Señora, ¿no hay un lugar donde se consiga un precio (la palabra que me venía a la mente era razonable) más bajo?” y la señora sonríe condescendiente y me asegura que no, que va, este es un precio de ganga y yo, que no sé de arte, pero que tengo amigos anticuarios, sé que una serigrafía no es arte y además sé que, por 400 CUC, puedo comprar un original pequeño de un pintor contemporáneo. Pero a mí me gustó esa serigrafía. Mucho.

Y después de un par de telefonazos voy a parar a un taller de serigrafía en la Habana Vieja. Una ajada recepcionista me mira con curiosidad y envía un recado a la persona por la que pregunté. En menos de un minuto aparece el tiburón, un mulato flaco con  pose de desinterés que me observa, calcula y también decide sonreír. Últimamente tengo ese efecto en la gente. Me lleva a un pequeño cuarto sin ventanas, donde el olor a humedad es el más intenso que recuerdo haber sentido. En una mesa se amontonan papeles y latas manchadas de pintura, que el tiburón aparta de un coletazo. Toma de un rincón una gran carpeta, la abre y allí tiene muchas serigrafías que me muestra diligente. No está la que yo busco, cosa que él ya sabía, pero hizo su intento. Finalmente, obtengo otro teléfono y un nombre, allí la vas a encontrar, me dice.

El teléfono me lleva a otro taller de serigrafía, esta vez en Cojímar, donde otros dos tiburones se disputan mi atención. Después de mostrarme más carpetas, repletas de serigrafías, de hablarme de oportunidades únicas y pintores emergentes, suspiran ante mi necedad y obstinación y, por fin, traen al tiburón que tiene la serigrafía que busco. Es la misma que había visto antes, seductora, encantadora, no le puedo quitar la vista de encima. Pero hay un foco amarillo encendido en mi zona paranoica: el tiburón dijo, “Aquí está la pieza…”. La pieza, no la serigrafía. Titulo nobiliario. Mala espina, de nuevo.

Y claro, el precio de una pieza no es el mismo de una serigrafía. 200 CUC quiere por la pieza. Y aunque ya es la mitad de lo inicial, sigue siendo atroz. De acuerdo a mis anticuarios, las serigrafías son cazabobos (y yo estoy bobeando babeando por esta) y su valor no excede, en el mejor de los casos, 50 CUC. Yo le ofrezco 100, porque me gusta, porque para mí tiene valor sentimental y ornamental, pero hay que estar claro, no es arte coleccionable ni nada por el estilo. Es sólo un papel, casi una fotocopia. Pero no, él quiere 200 CUC, quiere un trozo fresco, jugoso, de mi patrimonio que no le voy a entregar.

Y así me fui, penando por la serigrafía, acariciando tentado mi billetera, pero obstinadamente negado a dejar que los tiburones me desangraran. Y me quedé sin la serigrafía. Y todavía peno por ella.

15 comentarios:

  1. Ay, la pena de siempre. El infable querer más. Ellos "éste libro de Nitza cuesta 30 cuc, señorita, pero para usted, por ser...de dónde me dijo que era? Cubana? En serio? No parece...debe ser la voz. Bueno, pues para ti, amiga, cuesta 25..." y yo mirando aquel libro de recetas, burda copia por la cual pretenden cobrar el salario de tres meses de cualquier infeliz.''

    No hay quien gane contra los colmillos de la fiera y la trampa del cazador, menos aún si vienen combinados.

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  2. Imaginate, y este vivir bajo techo, casi sin tomar sol, tiene dos efectos: te baja la vitamina D y te blanqueas y coges tipo de gallego. Y eso es un aroma irresistible para los comerciantes en Cuba...

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  3. Lo mismo me pasa. Pellejo pálido por falta de sol, ausencia de maquillaje y aretes, ropas sin zandunga. De cualquier lugar ha de ser este bicho, menos cubano.

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  4. Je, me acordé de un sobrimo que me dijo que los unicos que andaban en Cuba en bermudas y sandalias éramos nosotros los extranjeros.

    Ustedes, los extranjeros, asi me dijo...

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  5. Todo lo diferente a licras de colores horribles, un escote hasta el vientre y to apretao...eso allí, pa la mayoria, es ropa sin zandunga.

    Somos presa de estos depredadores, da igual si buscas serigrafías o libros de cocina, si vienes de "afuera" seguro que estás forrao.

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  6. Je, je, es como la indumentaria standard que vi la ultima vez que viajé a Cuba en los miameros que viajan junto conmigo: Jeans con bordados, camisa con arabescos en blanco y negro y zapaticos. Menos mal que muchos usan la camisa por fuera...

    Y yo, que viajo como vivo, me gané el comentario de una media sobrina: "Tú no pareces que vienes de allá..." Y no sé si fue elogio o critica.

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  7. Concepto de ropa sin zandunga: Vestidos de algodón- de cualquier estampado que no sean floripondios pero preferiblemente blancos- camisetas también de algodón que carezcan de los correspondientes apliques de lentejuelas, pantalones de mezclilla que no cumplan las normas del michelín, sandalias de cuero contra el suelo lleno de excrementos de perro y restos de pancartas.

    Lo opuesto a este concepto es, desde luego, la ropa zandunguera: puyas imposibles, botas hasta la rodilla, blusas de escotes umbilicales, trenzas y extensiones, abalorios varios, carteras D&G, cadenas con el nombre del portador. Todo esto aderezado con un buen perfumón, que digan lo que digan, más sigue siendo más.

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  8. Jajajaj...
    Lo mismo me dijo un vecino en mi último viaje, niña que poca "salsa" traes de España, ni te pintas...

    Y yo pensé...Pintarme con este calor? A donde voy sudando como un refrigerador descompuesto?...en fin.

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  9. Ja, en esa voy yo también.Réplica de una conversación entre mis padres, saliendo yo para un concierto, hace un par de años.

    Mami- !Y píntate, que andas siempre desteñida, y aquí las muchachas presumen!
    Papi- Demasiado tarde. Allá va con un túnico prieto y unas sandalitas. Pa que veas, una muchacha que viene de Europa...

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  10. En este tema hay pa'comer y pa'llevar...el experimento del hombre nuevo ascetico habia que hacerlo a lo Coreano, a cal y canto, porque si no sale el ser humano que todos llevamos dentro y se jode todo, salen las lycras,las lentejuelas y la omnipresente traya..

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  11. Yo no sé si todavía persiste esa extraña costumbre de los cubanos que viajan al exranjero de vestirse de punta en blanco, incluyendo trajes, como si fuera boda...

    Yo vi cada uno en los aeropuertos que daban pena ajena, todos igualitos, con unos trajes gris ratón o mostaza diluída, corbata tiesa y zapaticos.

    O la alternativa extrachea: el safari...

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  12. Y dale con el "ratón"...jajaja.
    Estás seguro que las albóndigas no eran del mamífero roedor??

    Yo he escuchado que la gente alquila prendas de oro cuando va...

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  13. El comentario de julio no tiene nombre, está buenísimo. Ño, ahora me quedé con la cosa de conseguirte la serigrafía. Deje preguntar por ahí. Yo hace tanto tiempo que no voy que me he perdido la tiburonización de la vida cotidiana cubana, aunque en mi último viaje se veía venir.

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