jueves, 10 de noviembre de 2016

The Trumpvolution

La democracia, ese lujo griego, ha propiciado el surgimiento y perdurabilidad de las sociedades más pujantes y exitosas del planeta. Bajo su cobijo florecieron la tecnología moderna, la ciencia, los más impresionantes inventos y descubrimientos; la esperanza de vida de los humanos se duplicó, las libertades proliferaron, leemos menos, comemos más e Internet nos esclavizó.

La democracia, esa dama juguetona de ojos vendados, también ha engendrado otros asuntos, menos elegantes: nacionalsocialismo, chavismo, orteguismo, tiranuelos, sátrapas, dictadores, abortos de toda laya. Porque la democracia, tantas veces sobrestimada, es solo un vehículo.

Vehículo imprescindible, impredecible, que nos acaba de regalar, además, a Donald Trump.

Todo lo que necesitó Trump para ser electo fue un ejército de “bernibros” renegados que se negó a votar por su rival, Hillary Clinton, y otro, mucho más numeroso e importante, la clase media trabajadora, blanca, mayormente rural, que salió el martes en masa a elegir al Presidente que les había estado prometiendo otro país, donde ya no van a vivir tan asustados, tan acosados por recien llegados; un país protegido por muros y nacionalismo a ultranza; uno que, les dijo, va a ser “grande otra vez”.

“Make America great again”, les dijo, y la América blanca, la profunda, la del maíz, la papa, Mac-and-cheesse y pastel de manzana, salió a rescatar a ese hombre que los convenció de que la America beige es una abominación; que les prometió que él, el Presidente Donald Trump, les va a construir una cerca para proteger sus jardines y su barbecue.

Y les gustó lo que escucharon.

***

El día después de las elecciones mis colegas, todos republicanos, de suburbio, de medianas calificaciones y aun más mediano dicernimiento, se alegraban de que, por fin, van a meter en cintura a ese problema migratorio, causa de todos los males, ese que, a decir del flamante presidente, ha minado la grandeza del país.

“No es tu caso”, me dijo presuroso uno de ellos, en tonillo conciliatorio, “Ustedes (los cubanos) llegan aquí por vias legales...”

Sin ánimo de antagonismo le expliqué brevemente que no es así.

Que también cruzamos fronteras y e intentamos entrar a los Estados Unidos de manera ilegal. Que solo la política de confrontación entre Cuba y Estados Unidos, y su consecuencia, la admisión casi incondicional como refugiados, y la Ley de Ajuste Cubano, nos convierte en inmigrantes “legales”.

Que es un proceso que no discrimina; que hay entre los cubanos inmigrados, le comenté, gente valiosa, pero que también hay mucha morralla. Que, esencialmente, no somos en nada diferentes del resto de los emigrantes.

Y que, además, por razones totalmente ajenas al discurso trumpista, por motivos estrictamente relacionados al diferendo Cuba-Estados Unidos, una parte de los cubanos vota por los republicanos. (¡Bien por ellos!, dijo una muchacha)

Seguidamente comenté que Trump hereda dos o tres guerras, la Rusia de Putin, el terrorismo Islámico, una China cada vez más poderosa. Que ni una sola vez había mencionado el ahora presidente un plan, una idea, de cómo llevar a los Estados Unidos a ser, en política exterior y a nivel mundial, “great again”.

Y que, en mi opinión, es un inepto.

Me observaron unos instantes, indiferentes, como si les hablara de alguna oscura teoría, compleja y árida, y la conversación derivó hacia otros tópicos.

***

La carrera presidencial de este año de gracia 2016 no fue sobre cómo abordar y resolver problemas tanto internos como externos: terminó siendo un asunto de odios, razas, étnias, sinrazones y el chovinismo más elemental.

Consecuentemente, los que eligieron al presidente, esperan el cumplimiento de las más frecuentes letanías electoreras que fueron dictadas en los infinitos mitines políticos una y otra vez, y donde tres de los cinco puntos fundamentales de la promesa trumpista tienen que ver con una postura fundamentalmente nacionalista:

- El muro entre México y Estados Unidos.
- La prohibición de inmigración musulmana.
- La revisión a fondo del Tratado de Libre Comercio de Norteamerica y del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.

Los otros dos, enjuiciamiento y cárcel para Hillary Clinton y el desmontaje del Obamacare, tampoco se relacionan con el ideario republicano, sino con una doctrina de confrontación, “anti-demócrata or burst”.

No hay mucho más de lo que haya hablado Trump, mucho menos de cómo va gobernar el país, o mantenerlo en el papel de preponderancia internacional que necesita. No en balde Vladimir Putin se ha mostrado tan regocijado por el resultado electoral.

¿Pueden entonces más de 59 millones de personas estar equivocadas?

Sí. Ya ha sucedido antes.

El catolicismo medieval y su Inquisición, la Revolución de Octubre, el Tercer Reich, el maoismo y su Revolución Cultural, George W. Bush, el Islam radical: siempre hubo, hay, y habrá, millones de personas listas para equivocarse en nombre de las ideas que, en su momento, les parecen las correctas. O que les hacen creer que lo son.

El vehículo para instaurarse en un error histórico pueden ser la violencia y las revoluciones; en otras ocasiones, la democracia. Porque la democracia, sépase, es tan deseable como falible, como todo lo humano.

El resultado de todo ello es que Donald Trump, electo por el sistema del que dijo hace apenas unos días que estaba amañado, es el nuestro y agrio presidente.

Inquietante como es en su ineptitud, pero, si le va bien, nos va bien, y por ello le deseo mucho éxito. Vamos, no es cuestión de pasarse los siguientes cuatro -¿ocho?- años, muy al estilo de los anti-Obamistas furibundos, culpando a Trump por la economía, el clima y la eyaculación precoz, sino deseando que todo salga bien.

Que salga bien, entonces, es todo lo que queremos.

Pero, si así no fuera, tampoco hay que desesperar; en el peor de los casos sería solo “The Trumvolution”: ocho largas temporadas de un vergonzoso reality show.

lunes, 7 de noviembre de 2016

James Comey dice Diego.

El director del FBI, James Comey, diciendo digo, diciendo Diego, no ha dejado dudas sobre su papel en el proceso electoral: enturbiar el agua, para ganancia de Trumpescador.

El pasado verano el (director del) FBI exoneró a Hillary Clinton de un posible delito en el asunto de los emails y el servidor privado de los Clintons. No se demostró mala fe, dijo Comey en esa ocasión; si acaso, algo de negligencia que, al cabo, no puso en riesgo la seguridad nacional ni desató una tercera guerra mundial.

Entonces llega el otoño y Comey dice Diego.

Y de qué manera.

Nada menos que en la computadora de Anthony Weiner, el pervertido del momento, sospechoso de pederastia virtual, narciso y feo, casi ex-esposo de Huma Abedin, la mano derecha de Hillary Clinton, encuentran otros miles de e-mails que, al decir-diego del (director del) FBI “pudieran adicionar evidencia” a la supuesta culpabilidad de Hillary Clinton en algo, en cualquier cosa.

Cualquier delito vendría bien a esas alturas, unos días antes de las elecciones presidenciales.

¿Fue el republicano Comey, empleado de esta administración demócrata, honesto y consecuente, o fue simplemente un oportunista animal político?

Yo me inclino por lo segundo.

El FBI no se caracteriza por hablar barato ni pisar ligero. Se sabe que es una agencia de investigación concienzuda, poderosa, creíble. Además, los Estados Unidos de América es un país de leyes, donde los procesos judiciales se extienden por años, con avances, retrocesos, apelaciones, triquiñuelas, mociones, desvíos y demoras de todo tipo. Vamos: hasta terroristas y asesinos en serie, cuya culpabilidad está más allá de cualquier duda razonable, tienen su día, sus meses, sus años en la corte, y nunca se revelan a destiempo los detalles del proceso, que solo conocen a fondo la fiscalía y la defensa.

Y entonces Comey dice que hay posible evidencia. Posible. Así. De la noche a la mañana. A la ligera.

Es como si alguien dijera que hay posible evidencia de vida extraterrestre, del perpetuum mobile, de la existencia o no existencia de Dios. Las pruebas, pues ya vendrán.

Lo que ha hecho Comey no es lo que se espera del policía mayor de los Estados Unidos. Que se desdijera dos días antes de las elecciones, lejos de disculparlo, resalta aun más el ¿error? político y profesional en que incurrió.

"Usted no puede revisar  650,000 emails en ocho días”, dijo Trump al enterarse de la nueva declaración de Comey, re-exonerando a Clinton.

Pero lo que definitvamente Usted no puede decir es que hay "posible evidencia" sin siquiera haberlos leido.

Lo que hizo Comey fue sembrar duda.

Lo que hizo el director del FBI James Comey, diciendo digo y Diego, fue interferir en el proceso electoral en contra de Hillary Clinton y a favor de Donald Trump.

Así de simple.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Las plañideras de Troya

Hace unos días anunció el desgobierno cubano que ya no se construirá en la Zona Económica Especial del Mariel una fábrica de tractores con inversión y tecnología estadounidense, alegando extraños motivos que van desde la ecología hasta ideología (más detalles sobre el tema en Cubaencuentro )

A raíz del suceso, me tropecé con un escrito en un blog llamado “La Pupila Insomne”, blog que es publicado por un escribidor oficialista cubano llamado Iroel Sánchez. 

El escrito en cuestión se titula “Los tractores de Troya en Washington DC

No acostumbro a leer ni comentar en ese sitio -la verdad, es un ejercicio estéril y no hay tiempo para eso-, pero me llamó la atención lo pedestre y absurdo de los argumentos del artículo en cuestión, y así se lo hice saber al autor en un comentario, que escribí con poca esperanza de que fuera publicado.

Pero, para mi sorpresa, Iroel Sánchez publicó mi comentario, que reproduzco a continuación:

“Eso que Usted escribe es precisamente la mentalidad que mantiene la no-economía cubana exactamente donde está: en el más improductivo y desesperanzador tercermundismo. Iroel, en serio a veces me pregunto si Usted se cree las cosas que escribe o si es solo su tarea…”

Al parecer, el señor Sánchez dejó pasar mi comentario para apabullarme de inmediato con argumentos elaborados nada menos que en La Joven Cuba, un sitio cuasi oficialista cubano y de pésima hechura.

Iroel, entonces, me respondió:

“Gracias, te recomiendo responder estas tres preguntas en un post de Osmany Sánchez en La Joven Cuba: ¿En qué país de nuestra área donde hay capitalismo tercermundista se pueden encontrar los logros que aparecen en nuestra lista de lo positivo de Cuba? ¿En cuál de ellos no existe lo que aparece en nuestra lista de lo negativo de Cuba? ¿Tenemos más razones para cambiar nuestro sistema social que para mantenerlo?”

Después de leer un par de veces esa “respuesta” decidí responder a mi vez y escribí lo siguiente, que he esperado infructuosamente que el señor Sánchez también publicara, lo que, hasta el momento en que escribo este texto, viernes 4 de Noviembre del 2016, no ha sucedido.

Decidí también que, ya que me tomé el trabajo de escribirlo, pues que debía publicar esta mi respuesta.

Admito que no hay ningun mérito particular en intentar debatir con Iroeles; ahí no hay argumentos ni idea, solo facción, panfleto y arenga vacía, lo que, por demás, no sorprende: no hay manera de defender lo indefendible.

Pero, por lo que valga, aquí está el texto que le envié.


***


No sé qué tiene que ver esta respuesta tuya con lo que comenté anteriormente. Pero voy a responder:

Primero: ¿“nuestra área”?, “¿capitalismo tercermundista?”. Y, como si fuera poco, ¿La Joven Cuba?

La verdad, debería detenerme aquí mismo, agradecerte por la atención, y seguir mi camino. Vamos: eso no es serio, Iroel. Pero veamos:

En esta vida, en este mundo, te comparas con los mejores, tratas de ser como ellos, o te quedas empantanado en la mediocridad.

¿Qué mérito tiene compararse con Haiti, o con países centroamericanos?

¿O acaso prefieres comparación con Costa Rica, México o Chile?

¿O, para el caso, con una Venezuela desmoronada por el socialismo chavista?

Y para colmo de absurdos, ¿logros?, ¿de veras?

¿Cuáles?

¿Un sistema de educación mediocre?

¿Un sistema de salud en ruinas?

¿Deporte estatal en franco declive en todas sus disciplinas?

O vamos a mencionar aquel cuarto “logro” que se acostumbraba a citar con los anteriores: “¡Eliminamos la prostitución!”, decía aquel. Pero, oficio ancestral y pertinaz al cabo, regresaron las putas y sus proxenetas, esta vez para quedarse.

¿O quieres hablar de la no-economía?

Le tomó más de medio siglo a tu gobierno destruir la industria azucarera, la agricultura, los servicios, quebrantar la minería, minimizar el níquel, desaparecer la pesca, el ganado, la producción de leche, de cárnicos; logró destruir la infraestructura urbana, los acueductos, las calles, las casas, la urbanidad, la industria ligera, la industria pesada. Vamos: no son capaces ni de colectar suficiente agua de lluvia.

Llevar comida a la mesa, a la usanza de las sociedades más primitivas, se convirtió en la prioridad primera. El país apenas exporta, sobrevive de la caridad chavista -que ya toca a su fin-, turistas de medio pelo, y de las remesas de nosotros, los cubanos exiliados.

Mientras los mercados en Estados Unidos están abarrotados de productos del agro, que vienen de esos países capitalistas y tercermundistas con los que Ustedes se pretenden comparar, los ingenuos y emprendedores empresarios estadounidenses van a Cuba a tratar de vender... productos del agro.

¿Y qué decir de los profesionales cubanos, educados en ese cerrado y desconectado-del-mundo sistema educacional?

Los bioquímicos cubanos llegan a EEUU y se encuentran que su título y preparación alcanzan apenas para un técnico medio avanzado. Los médicos tienen que reinventarse, empezar casi de cero, pues no están a la altura de la medicina de vanguardia. Los ingenieros tienen que someterse a exámenes de tal rigor que muchos prefieren reperfilarse y convertirse en cualquier otra cosa.

De otros, como economistas, abogados, artistas, o periodistas, mejor ni tocar el tema.

Cuba, efectivamente, “exporta” profesionales que pueden, con suerte, ubicarse en un mercado tercermundista, pero no en los ámbitos académicos o tecnológicos que han traído al planeta a este milenio, a esta Era de prosperidad e hiperconectividad.

Los invito, a ti y a tus fuentes, a que consulten la composición étnica de hospitales, universidades, finanzas, o alta tecnología en los Estados Unidos. Sin querer estropearles la sorpresa, verán muchos asiáticos, y practicamente ningun latino o cubano.

He ahí “los logros”.

Pero el logro mayor es, decía, que le tomo más de medio siglo a tu gobierno -tan ineficiente hasta en la demolición- destruir la nación, pero al fin lo logró.

Cuba, no digo nada nuevo, es además un país en bancarrota, emisor de emigrantes. Y nadie se va de donde le va bien. Nadie.

De Cuba se marchan decenas de miles de personas al año, por las más inverosímiles vías. Y digo mal; no se marchan: huyen.

Entonces, después de exponer este breve recuento de algunas de las “razones” para cambiar ese sistema social, espero que, en caso de una respuesta, no sea automática, que sea inteligente y que, por favor, mejores tus fuentes de referencia,

Gracias por tu atención.

Alex Heny

PD: Y, como te darás cuenta, ni una sola vez mencioné la necesidad de un proceso renovador, democrático, que tanto les urge, ni regresé a esa idea fija con el monstruo imperialista que les manda tractores troyanos para que cultiven boniatos disidentes.


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Update:

Iroal Sánchez publicó finalmente mi comentario y respondió (sic) :



Sr. Disculpe la demora en responder, no he tenido tiempo su extenso comentario.
1. Costa ica no tiene mejores indicadores sociale de Cuba.
2. Es el capitalismo transfiera la explotación de los países centrales a las periferias pero sigue siendo capitalista la inmensa mayoría de la humanidad que viv en la pobreza fuera de esos centros.
3. La salud y educación “mediocre” y “en ruinas” son reconocidas mundialmenter como ejemplares y el sistema.
deportivo sigue dando deportistas de primer nivel mundia, todo eso con una economía bloqueda por el país mas poderoso del mundo.
4. Cuba es el país con menos desnutridos de Amèrica Latina.
5. Puerto Rico, donde no gobierna el gobierno cubano y se aplican todos los métodos que usted quisiera ver en Cuba, sino el de EEUU tiene el doble de emigrantes que Cuba, quedan en la Isla 3 millones de los 7 millobnes de boricuas.
6.El bonieto disdidente tal vez pudiera habitar en su cabeza.

Saludos

***

Bueno, obviamente, aquí me bajo del tren. :D



martes, 1 de noviembre de 2016

El fin de un Sobreviviente

Yo intento explicarle a quién me escuche, y sin que nadie me haya pedido que lo haga, que en el instante en que entras a los Estados Unidos con la intención de vivir acá, junto con sellos, papeles y un welcome, te oprimen un invisible botón de “Reset” y te conviertes en nadie.

No es relevante en esta Nueva Vida lo que fuiste, ni títulos, glorias, ni méritos; vamos, ni siquiera importa si has sido chofer ejemplar durante veinte años: acá, hay que empezar de cero, tomar cursos, sacar licencia, pagar seguro de principiante.

Es un diezmo que se cobra el país, una suerte de mecanismo de seguridad que protege a esta sociedad de una gran parte del diletantismo y la mediocridad que en otros lugares funcionan sin mayores problemas. Si Usted, bacteria de importación, quiere crecer aquí, en la entraña del monstruo, tiene que tomar la escalera: no hay elevadores, no hay atajos, no hay un socio; si acaso, clavos al rojo vivo, empotrados en un resbaloso muro que de repente pareciera de altura infinita -pero que, por suerte, no lo es. Y agárrese, que se cae.

A algunos se les da encontrar un nicho amable, un “soft spot”, al decir de un colega. Pero son los menos.

Conozco a alguien que huyó de Cuba durante la “crisis de los balseros”, en el 93 o 94. Excelente químico e investigador, con maestrías, doctorado y honores, conocedor de otros idiomas -francés e inglés-, apenas se salvó de ser lanzado al agua en el Estrecho de la Florida por sus compañeros de balsa, antes que un guardacostas los llevara hasta la Base de Guantánamo, donde se erigió en vocero natural de un nutrido grupo de refugiados hasta que, después de un par de tumbos, llegó a Miami.

Y le oprimieron de botón de reset. No cuento de sus desventuras porque no estaría diciendo nada nuevo, pero ya nunca más fue quien había sido.

Y así, me han contado de científicos meseros en España, licenciados e ingenieros de intendencia en Nueva York, y parqueadores con curriculum de lujo, allá en Miami.

La intelectualidad, que incluye a artistas, actrices y actores cubanos, es quizás la parte más visible de ese fenómeno. En México me tocó ver a relevantes actores cubanos haciendo tristes comerciales, o en papeles muy secundarios en bodrios mexicanos. De lo que sucede en los Estados Unidos, pues ni lo comento, pues está a la vista.

Reinaldo Miravalles, ya sin tiempo de tomar las escaleras o de escalar ese muro terrible, no fue la excepción, y de ídolo en Cuba pasó al anonimato y el desempleo en los Estados Unidos.

La máquina de moler programación que es la televisión, particularmente la televisión en español, trasmite para un público hispano de diversas nacionalidades, pero mayoritariamente mexicano, y, fuera de algunas televisoras locales de Miami, nadie está interesado en actores, presentadores o artistas que tienen una audiencia muy limitada: los cubanos.

Sin que suene con despectiva arrogancia, pero sí con cuidadosa selectividad, que yo no veo televisión hispana: es nociva. Pero solo alguien de la estatura de Reinaldo Miravalles me haría sintonizar un canal en español.

La némesis del Hombre de Maisinicú, Rancheador inmisericorde, el tipo que no quería que Los pájaros le tiraran a la escopeta, Sobreviviente mayor.

Se murió uno de los buenos, de los que dejé, con todo lo demás, en la Cuba que ya no existe.