jueves, 26 de enero de 2012

Age of Aquarius


No hubo ni habrá una mejor. Y me la perdí, junto con Woodstock, the Summer of Love y Grateful Dead.

A cambio me tocó Rihana, las bachatas y el chupichupi.

Joder...

















miércoles, 25 de enero de 2012

Una pelea cubana (y perdida) contra los bancos, segunda descarga y final

Uno llega a los Estados Unidos de América, o sea, a America, como arrogantemente la denominan los locales, y alguien oprime un botón de reset y te vas a cero. No eres nadie hasta que se demuestre lo contrario, lo cual se logra sólo con tiempo, perseverancia.... y crédito.

En esta sociedad de consumo por excelencia se aplica la máxima de “Tienes crédito, luego existes” y, si en México aprendí que era importante tener historial crediticio, aquí aprendí que es imprescindible tenerlo, y de buena puntuación. Y siendo el medio más expedito para crear crédito la vieja conocida tarjeta de crédito, y siendo que el crédito en USA sólo se crea con créditos de instituciones nacionales, lo cual convirtió mi historial crediticio previo, junto con las tarjetas de crédito mexicanas en agua y sal (maldito botón de reset...) pues, una vez adquirido el número de seguridad social, primer paso en el proceso de recobro de la identidad, me di a la tarea de visitar bancos hasta que encontré uno con la generosa y ya conocida opción de “tarjeta de aprobación segura”. Por unos módicos 500 USD obtuve mi primera tarjeta de crédito en USA y a la que puse a funcionar mediante pagos automáticos de servicios (teléfono, TV, etc) y me olvidé de ella por un año.

No hay atajos en el proceso de contrucción de un crédito sólido en USA , a no ser que se gane uno la lotería y con ello abandone al nutrido 99%. De permanecer en este grupo, pues dos criterios fundamentales deben cumplirse para que el historial de crédito sea bueno: pagar las cuentas en tiempo y forma y suficiente antigüedad de las cuentas. Y asi fue que al año retomé el asunto del crédito y las tarjetas y solicité mi primera tarjeta de crédito “normal”. Y tras esta otra y otra y otra, pues otro criterio del buen historial crediticio es tener crédito disponible porque si tienes crédito disponible eso implica que eres sujeto de crédito y ya saliste del limbo “no te doy tarjeta porque no tienes crédito y no tienes crédito porque no tienes tarjeta” y en fin, welcome to the gastadera de dinero.

Y entonces comencé a pagar absolutamente todo con tarjetas de crédito, cuidando siempre que el balance de las cuentas no estuviera por encima del 30% del total del crédito disponible (otro criterio de buen crédito) y así los bancos se hicieron mis amiguitos otra vez y me empezaron a llover ofertas de más y más tarjetas y el límite de crédito a aumentar y hasta carrito nuevo que compré, mira tú, y entonces se me ocurrió consolidar mis cuentas y poner todas los huevos en una sola canasta, para simplificar, ya tú sabes, y como tengo cuenta débito en Bank of America pues a usar la tarjeta de ese banco y todo queda en familia, que felicidad...hasta que se me ocurrió adelantar pagos a la tarjeta de crédito. Y entonces cundió el caos.

Resulta que este mes pasado transferí fondos suficintes a la tarjeta de crédito, para adelantar el pago de lo que debía, pero cuando llegó el dia de cobro el banco me cobró todo otra vez, como si no hubiera pagado nada. Y, como si fuera poco, en el proceso me vació la cuenta de débito y, a pesar de que le transferí fondos a esa cuenta de inmediato, me cobraron una penalización de 35 dólares por fondos insuficientes.

Eso sucedió la semana pasada y no voy a hacer la historia en versión larga, pero debo decir que regresó la época de llamadas por teléfono, amenazas, broncas y cojoneras para que me devolvieran mi dinero. Y como si fuera poco, hace dos días volvió a suceder y ya van 35 dólares más de penalización y todo porque el puñetero sistema del banco no reconoce los adelantos de pago y cobra lo que se debe al dia de corte. Es decir, no sabe sumar ni restar, como le hube de decir a un gringo pichao y subnormal que me dijo que eso sucedía porque sólo un humano podía darse cuenta de que había que deducir los pagos hechos con anterioridad, que la computadora no era capaz de eso y que... ¡la culpa era mía por programar pagos automaticos! Tamaña estupidez quita el aliento asi que, cuando lo recobré, le dije que si las computadoras de Bank of America no eran capaz de sumar y restar entonces eran tremenda mierda y una muy mala noticia para nosotros los clientes, por lo que estos eran mis últimos días en ese banco.

En fin, que me tumbaron 70 dólares y me tienen a la espera de una segunda devolución de mi dinero y al banco le importa tres cosas que yo me vaya o me quede con ellos. Pelea perdida.

Y toda esta trova fue para hacer catarsis y disminuir las posibilidades de que me de un yeyo.

Una pelea cubana (y perdida) contra los bancos, primera descarga

Banco de los Colonos, tomado de Postal de Cuba.com
Mi primer recuerdo de un banco es el Banco de los Colonos, un edificio de apartamentos situado en la esquina de Lacret y Juan Delgado, en mi amado Santos Suarez, y que era el más socorrido punto de referencia. “Yo vivo a tres cuadras del Banco de los Colonos...”, y ya estaba todo dicho. Y en la planta baja del edificio estaba pues el banco que le daba nombre. Hasta una cuenta tuve allí alguna vez, abierta por mis padres y que, para mi mal, nunca pasó de exigua. Pero tengo un par de recuerdos gratos relacionados a ese edificio.

El primero tiene que ver con mis retozos en las barandas metálicas y las breves escalinatas del edificio, cada vez que iba con mis padres al cine Los Angeles, contiguo al banco. El segundo tiene que ver con José Manuel, vecino y venerable señor que trabajó hasta su retiro en el banco, y que estaba fascinado con mi afición por la lectura. Lo recuerdo muy alto, de pelo canoso y abundante, de ojos claros, con esa pinta celta que trajeron gallegos y asturianos, quizás pareciendo tan alto porque su esposa, Servanda, dulce señora, era apenas más alta que yo por esa época. El señor siempre me observaba divertido mientras que yo le recitaba una lista de libros que quería leer y no conseguía en ninguna parte. Y al final, mientra asentía suavemente, invariablemente me decía: “Hijo, es más fácil encontrarse 20 pesos tirados en la calle que uno de los libros que quieres...”. Y así fue que no me consiguió ninguno pero siempre le agradecí la intención.

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La idea acerca de la usura y la mezquindad de los bancos llegó poco a poco. Quizas el primer indicio lo encontré en “Ivanhoe”, en el judío Isaac, padre de la bella Rebeca, y que era descrito con lujo de detalles como un prestamista rico y mezquino. Pero mi encuentro con la realidad bancaria contemporánea llegaría mucho después.

Fue en México donde me asombré de ver cuán activa y cotidiana era la participación de los bancos en el día a día de los ciudadanos, participación que no existía en Cuba. Desde el depósito del salario, tarjetas de crédito, préstamos, pagos de servicios, en fin, los bancos. Sin embargo, en mis primeros tiempos, no les presté mucha atención hasta que un día, mientras intentaba reservar por teléfono una habitación de hotel en Cancún, no pude hacerlo porque no tenía tarjeta de crédito. Al final una ex-amiga me prestó su tarjeta y logré reservar, pero la lección había sido escuchada así que acto seguido me di a la tarea de obtener una tarjeta de crédito. Pero no era cuestión de soplar y hacer botellas, como rápidamente comprendí.

Me negaron la tarjeta de crédito en todos los bancos. Llevaba por ese entonces poco más de un año viviendo en México y mi historial crediticio era obviamente nulo, lo cual me colocó en medio del extraño dilema de “no te doy tarjeta porque no tienes crédito y no tienes crédito porque no tienes tarjeta”. Coño. Pero los bancos siempre tienen una solución cuando se trata de esquilmar hasta al más menesteroso de los humanos y esa la tenía BBVA . Mediante el depósito de unos 5000 pesos mexicanos me extendieron una tarjeta de crédito por el mismo valor, asi que me convertí en un ciudadano con crédito que usaba su propio dinero para financiar su tarjeta de crédito y el banco estaba a salvo. Y la tarjeta se llamaba “de aprobación segura”. Lovely. Pero al cabo ese era mi objetivo: convertirme en un ser financieramente interesante.

Pasado un par de carros usados, mucho dinero tirado por la borda en reparaciones y un zopilote por el desierto, me decidí finalmente a comprar un carro nuevo. Y, para mi grata sorpresa, el banco no sólo aprobó el crédito para comprar el auto, con una tasa de interés preferencial del 15% (coño), sino que me otorgó (sin haberla solicitado siquiera) una tarjeta de crédito platino con 75,000 pesos de fondo. Como cambian los tiempos, Venancio, que te parece.

Después, pues todo fue fiesta entre los bancos y yo, viejos amigos, ya se sabe, que ahora me amaban por mis ingresos, mis créditos y los intereses que cobraban, y así compré otro carro nuevo y otro hasta que llegué al momento en que, arriba, voy a comprar una casa y de nuevo mi amigo el banco me otorgó el crédito, como no, y siguió la pachanga hasta el día en que decidí irme de México y por tanto llegó la hora de vender la casa. Y como tenía incluído en el crédito de la casa un seguro contra desempleo, y al dejar mi trabajo estaba técnicamente desempleado, pues reclamé el seguro para dejar de pagar mientras vendía la casa. Y hasta allí llegó mi luna de miel con los bancos.

Me costó varios meses de llamadas por teléfono, amenazas, broncas y cojoneras para lograr activar el seguro y al final, cuando lo logré, se vendió la casa y sólo pude disfrutar de un par de mensualidades cubiertas por el banco. Y no se me quitaba de la cabeza aquello de los bancos y las compañías de seguros son los que te prestan un paraguas un día soleado y te lo quitan cuando empieza a llover.

Sigo después...

Que pena...

Ayer leía en Café Fuerte sobre las más recientes declaraciones de Reina Luisa Tamayo, la madre de Orlando Zapata Tamayo. Y, al rato de leerlas, barruntaba que la señora la ha proporcionado material de primera a mesas redondas y a todos los sitios cubanos pro-gubernamentales en Internet. Ni siquiera hay que leer entre líneas, sólo citarla y ya está. Ya se puede uno imaginar a los oficialistas siervos de la gleba frotándose las manos con fruición.

En esencia a la señora, a su esposo y a siete familiares más que llegaron junto con ella, los alcanzó la realidad cotidiana de los Estados Unidos: hay que trabajar para vivir, y trabajar duro y, si el trabajo es escaso, pues más duro aun. Y eso, queda claro, no es un problema, mas bien al contrario: es la oportunidad que muchos cubanos reclaman y añoran, la de “no me regales más nada, déjame ganármelo yo”. Todos los emigrantes, y los cubanos también, por supuesto, saben que esas son las reglas del juego. Y aquí, estimados, no se vive del cuento (generalmente...).

Sin embargo, me parece que a la señora Tamayo, por su edad, por su condición de refugiada política, se le debería otorgar alguna consideración especial, aparte de los ingresos de la seguridad social y el seguro médico vitalicio. En el caso de los siete restantes familiares, pues definitivamente no lo creo.

Por otra parte, ha sido cruel el uso que le han dado a la señora Tamayo los políticos y sus organizaciones, empujándola por una pendiente que la ha llevado a tomarse fotos hasta con Posada Carriles. Y ya a estas alturas la señora está haciendo declaraciones extrañas, como la que sigue, que se puede leer en el enlace que he puesto a Café Fuerte.

"Estoy viviendo una situación desesperada, porque yo no pensé jamás venir a Estados Unidos", confesó. "Orlando Zapata Tamayo nunca dijo 'voy para Estados Unidos'; él luchaba por la libertad y la democracia de todos los cubanos allí... pero nosotros jamás pensamos estar en Estados Unidos"

En fin, es una situación lamentable y lastimosa, ver lo mal asesorada que ha estado esa señora y lo que resulta de la manipulación de personas simples por politicastros inescrupulosos.

Suerte a ella y a su familia y que consigan trabajo pronto.

miércoles, 18 de enero de 2012

De la naturaleza del estereotipo

El viernes me fui a pelar al lugar donde habitualmente voy, una barbería dominicana donde hay que hablar a gritos para poder superar el volumen de la música.

Mi barbero, un mulato fornido y amable, con el pelo estirado a lo James Brown y un acento que pasa por santiaguero donde quiera que lo tiren, me explicaba que él le expuso a su casero, que vive en la planta baja de la casa donde mi barbero ocupa la planta superior, sus requerimientos para aceptar vivir alli: que él, mi barbero, necesita la música a todo meter, eso es lo suyo, sin miseria, bulla de la buena, porque él tiene muchos amigos y a veces los coge la madrugada tomando una cervecita y, por supuesto, escuchando música. “Oye, y él no se queja, y eso que el bum bum bum etá fuelte. Y nadie llama a la policía...”, me dijo con sonrisa pícara.

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Mis sobrinos se fueron a pasar la Navidad en Miami.

Ellos llevan viviendo unos seis años en USA, de ellos 3 en Miami y otros 3 en NY. Son muchachos jovenes, de la era regetón, cuyo sumum de la diversión en Cuba era poder ir a una disco o bar a beber Cristal y bailar regetón.

Y han regresado impresionados por lo que vieron allende en el sur. “...y las ves con el mismo shorcito, la misma licra, el mismo tope y las chancletas, por la calle, y los tipos gritando y con la misma chusmería que en Cuba, da pena eso...”, me decían y yo no pude menos que recibir con una mezcla de asombro y satisfacción la buena nueva de que mis sobrinos se han ido puliendo a fuerza de inviernos crudos y american way of life. Ya son capaces de ver el juego desde afuera y darse cuenta de que no es nada bueno lo que están viendo.

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Ayer escuchaba en el radio una conversación donde se analizaba la incomodidad que hay en ciertos grupos por la clasificación étnica, cultural o racial y la relación directa que se establece entre estos y los grados de pobreza, marginalidad, educación, delincuencia, etc, que si eso es racismo, que si es discriminación, que si esto y aquello, pero el punto final lo puso uno de los panelistas, cuando en tono suave y conciliador dijo: “Pero es un hecho ¿O acaso hay quien pueda negar que esa es la realidad?



jueves, 12 de enero de 2012

Romney, Rubio y no me defiendas, compadre

Dice Oppenheimer que el gran problema de Romney es que los hispanos no lo ven con simpatia y que solo si designara a Marco Rubio como pareja de formula presidente-vice captaria el voto de los cubanos y eso lo ayudaria y bla, bla, bla....

Se le fue la musa a Oppenheimer ahi, porque por Rubio votarian solo los ultra que estan a favor de no viajes, no remesas, derriben puentes y quemen naves. Es decir, cuatro viejos del Versalles.

El voto cubano lo ganaria masivamente cualquiera que dijera que se mantienen los viajes y la apertura. Es decir, Rubio esta tan lejos de eso como de ser rubio.

martes, 10 de enero de 2012

Mariachi para mi vieja

Pues estos días, parodiando a Silvio, me siento cansado, sin para voz. Y es que murió mi vieja, a las seis de la tarde del dia de Reyes..

Yo (todos) lo esperábamos, pero no es menos doloroso por ello. Los últimos tres años fueron terribles para ella, cercada por el Mal de Parkinson, enfermedad que la fue desconectando poco a poco: le quitó la movilidad, el control sobre su cuerpo, le escamoteó el habla y finalmente le ganó la guerra, a ella, que nunca perdió una batalla.

Y finalmente, el cliché adquiere pleno sentido: descansó. Y con ella toda la familia, que si bien estamos tristes, nos sentimos aliviados y la vez satisfechos porque cada cual hizo lo que tenía que hacer. Nunca le faltó nada, mi padre y mis hermanos la cuidaron y todo el tiempo tuvo enfermeras que ya casi eran de la familia y, a pesar de estar inmóvil y desvalida, vivió y murió con toda la dignidad que merecía.

No puedo decir que voy a extrañar las llamadas por teléfono, mi monólogo y el terrible silencio del otro lado de la línea. Me quedo mejor con la última vez que me dijo algo, durante mi última visita a Cuba. La casa estaba llena de gente, como en los buenos tiempos y mi hijo, que a la sazón tenía 1 año y 9 meses, correteaba de un lado a otro. De vez en vez hacía una pausa, colocaba su mano en la rodilla de la vieja y, mientras todos conteníamos el aliento, le decía “Mamá”, y salía a correr de nuevo. Y mi madre, inmóvil en su sillón, lo seguía a todas partes con la mirada encendida, con esos bellísimos ojos azules, y esbozaba una sonrisa. En algun momento me agaché frente ella, le tomé las manos y le pregunté “¿Cómo te sientes?”. “Arrebatada”, me dijo en un quedo susurro.

Pronto estaré por allá y la visitaré en la bóveda familiar, y voy a romper un poco la paz de los difuntos porque, ademas de claveles, pienso llevarle su música de mariachis, a Jorge Negrete y Pedro Infante. Llevaré ademas a mis hijos y, por supuesto, el beso que me faltó darle.

viernes, 6 de enero de 2012

Ah, el masoquismo...

Leía este post y, mientras lo hacía, trataba de recordar que hay que ser tolerante, incluyente y de mente abierta, y valgan las redundancias, pero, pero...

No puedo menos que preguntarme que argumentos, aparte de los poéticos, románticos y sesenteramente oníricos, puede tener un cubano de 50 años, culto, inteligente, creativo, que conoce a fondo el asunto cubano y el cual, afortunadamente para él, ya no vive en Cuba, pero que vive en un país capitalista, gozando obviamente del capitalist way of life, que argumentos, repito, asisten a este hombre para querer... socialismo.

Socialismo que, dice, ha tenido menos tiempo histórico (...que el capitalismo, supongo...) para cuajar. Bueno, cuajar, lo que se dice cuajar, no sé, pero sí que le ha sobrado tiempo para joderle la vida a cientos de millones de personas en el proceso de cuaje.

La verdad es que se leen cada cosas...

miércoles, 4 de enero de 2012

Bodegueando

Estaba leyendo que el gobierno cubano importa el 80% de los alimentos a un costo que, actualizado al 2011 y convertido a dólares US, es de 2665 millones anuales. Y yo, que con el lápiz en la mano llevo la economía familiar, raudo y veloz saco un par de cuentas y tengo que el percápita anual gastado en alimentos en Cuba es de 242 USD. 

242 dólares en comida, anual, por persona.

Es decir, si le hago caso a esa falacia bodeguera, bastaría con enviarle a mi familia, digamos, 300 USD anuales por cabeza y ya estarían boyantes y rozagantes.

Menos mal que yo voy con la realidad y no con la estadística oficial.  

martes, 3 de enero de 2012

Un regalo para nostálgicos

Propósitos

Buen momento para proponerse metas, cambios y cosas nuevas.

En realidad cualquier momento es bueno, pero este siempre sabe a oportunidad, a que ahora sí es de verdad. Y si no es ahora, pues queda el consuelo de que en doce meses de nuevo se extenderá la mano generosa de otro año que se estrena.

Yo quiero mejorar mi dieta. No lo que como, que siempre es sabroso, pero el dilema es que sabroso y sano no van en la misma oración, por mucho que haya revistas y nutriólogos y programas y gente dispuesta a jurar que el brocoli y el pescado al vapor y sin sal son una maravilla. Pero lo cierto es que, como todo en esta vida, hay que balancear. Menos grasas y más vegetales, definitivamente.

Quiero ir a la ínsula, tengo que ir, pero no es un viaje alegre y mucho menos una vacación. Es un deber, la piedra colgada al cuello.

Después están los “quisiera”, esos sueños que otros llaman deseos de tontos. Pero no hay que ser tan radical, hombre, son sólo eso: sueños, refugios, pensar en pastel de guayaba mientras comes pie de manzana, mirar el mar negro en un día soleado y pensar que es azul Caribe, ponerle nombre a la mano que te masturba.

Y quizás Navidades en Mayami o un televisor de esos que se conectan a Interné o, a lo mejor, como deseaba por ahí una amiga, lo bueno sucede. Tiene que, digo yo.

En fin, año nuevo, vida nueva. O al menos, ese es otro propósito.

There we go...