Las nostalgias, pues
tienen capas.
Las más groseras,
las más delicadas, y no todas las capas son igual de fáciles de
quitar, y no lleva el mismo tiempo quitar cada capa.
Así, se le va
deshojando, a la nostalgia, a veces sin siquiera percatarse de que se
dejó detrás otro jirón de piel, hasta que un día extraño aparece
la resignación. Hay quién ahí se detiene, es de esperar, pero es
de esperar que no sea suficiente.
Ánimo. Hay que
seguir desollando la cada vez más pequeña nostalgia. Hay que
hacerlo, porque tres o diez capas más abajo, está el olvido que
merecen las cosas tristes.
Y porque finalmente,
cuando se quita la última capa, es como abrir una ventana en la
mañana: allí hay un espejo que refleja a un tipo que sonríe.
Como siempre, Ud. desnudando el alma de sus lectores. Gracias nuevamente...
ResponderEliminarPero le faltó mencionar las nostalgias de lo imponderable. Con esas sí que no hay ventanas por abrir...
Juana de Isla