miércoles, 26 de junio de 2013

Condecoración

Email con tono de emergencia:

“Papá, la oponente de mi tesis me dió las preguntas, ¡Ayuda con la segunda!”

Y Papá le responde. Y entonces:

“Esto tiene bastante lógica, ya se lo mandé a (...) para ver q le parece, gracias papito, deberías venir y ripearte con la vieja esa, jejeje. Estás escapao... Besos”

A Papá no le cabe un alpiste enano.

martes, 25 de junio de 2013

Historia del mono y la cadena

El dicho ese que habla de jugar con el mono, o con la cadena, lo he escuchado y leído en las dos formas en que se puede permutar: jugar con la cadena, pero no con el mono; o jugar con el mono, pero no con la cadena.

Le encuentro sentido de ambas maneras, dependiendo de qué quiera uno expresar con la alegoría: juega con las reglas (la cadena) pero no con el poder (el mono).O juega con el poder, pero no con las reglas. En los dos casos la idea es que no se libere al mono, porque entonces tenemos un problema. Grande.

Y es precisamente la segunda combinación la que me ocupa, el eterno jugueteo con el poder, el escarceo, azuzar al mono con un palito, pero manteniendo la vista en la cadena. Cuidado con la cadena.

En cierta forma de eso se trata este post que escribe Eduardo del Llano.

Trata el escrito sobre ese coqueteo inocente que el mono ha tolerado, por considerarlo como lo que ha sido, y aun es: una inofensiva válvula de escape. Y EdL lo llama crítica, y dice que tiene hasta historia.

Cita entonces a varios valientes adalides cuya actitud ha contrastado, y contrasta, según él, con lo que dice la “ralea de emigrados”, o los “fundamentalistas”. Y continúa con algunos ejemplos más o menos desfortunados de rebeldes y sus obras de rebeldías. Silvio Rodríguez anda en el grupo.

Hay que respetar la decisión que cada persona debe tomar acerca de si se opone o se pliega, o si debe hablar y, si habla, si debe decir lo que hay que decir. Pero, si no lo hace, entonces mejor que calle. Un poco de pudor y ya está.

Hay que ver que hace tiempo que urge que a las cosas se les llamen por su nombre. Aburren las veladas referencias, los chistecitos, los juegos de palabras, el decir “esto está malo”, y aguantar la respiración a ver que hace el mono. O si aguanta la cadena. Y sentirse un héroe.

A estas alturas pienso que hay una sola forma de cambiar el juego: otra cadena, y otro mono.


Y si eso me coloca, según ese señor, entre la ralea y el fundamentalismo, la verdad me siento honrado.

La verdad os hará libres... y ocasionalmente desempleados

Un amigo estaba en cierta ocasión en un bar con una muchacha que no era su esposa. Alguien lo vió, y le dió el aviso a la esposa de mi amigo.

Llegó la señora al bar, se plantó enfrente de mi amigo y su compañía, y le soltó el proverbial: “¡Ajá, así te quería coger!”. Mi amigo, medio en nota, entonces hizo gala del más extremo ejemplo de desentendimiento del que yo tenga noticia, y le respondió: “Alina, no soy yo, me estás confundiendo con otra persona...”

Recordé esta historia al leer que Paula Deen, una de las personalidades más populares en la televisión en EEUU, específicamente en el mundo de la cocina, acaba de ser despedida del Food Network.

La razón: admitió en una entrevista que alguna vez en el pasado utilizó la palabra “niggers”, la famosa N word.

No me voy a meter en el berenjenal que representa que en este país todos sean racistas de alguna manera, lo que me pregunto es por qué Paula Deen admitió todo ese asunto.

Creo que, evidentemente, no conoce la historia de mi amigo.

lunes, 24 de junio de 2013

Espejismos

Los graduados universitarios cubanos tuvieron (tuvimos) un auge sin predecentes en los años 80 y 90 del pasado siglo. Una aureola de leyenda nos rodeaba y, en algunos países, eran (éramos) bienvenidos, y hasta bien cotizados.

Los médicos, fundamentalmente, eran la parte más visible de ese fenómeno. La medicina cubana gozaba de fama, además de por la excelencia de muchos médicos, por el exotismo de la gratuidad y la masividad, a pesar de ser Cuba un país del Tercer Mundo.

El Polo científico, la potencia médica, una incipiente industria farmaceutica, la biotecnología, un par de medicamentos novedosos, todo ello fue parte de la historia que se contaba sobre Cuba y sus logros.

Después, llegó la sobriedad, y la realidad alcanzó a la leyenda.

Las instituciones en ruinas, la falta de rigor en la selección de los estudiantes de Medicina, el desmorone de los valores tradicionales de los cubanos, la sociedad en crisis, la falta de acceso a información, el enquistamiento, la emigración de mucha gente valiosa, todo ello le asestó un mazazo mortal a la otrora pujante fuerza profesional cubana.

Hoy, muchos médicos cubanos han logrado revalidar sus títulos en otros países. Otros muchos, no. Y a pesar de que los últimos destellos de la leyenda de los profesionales cubanos aún se perciben en algunos lugares, la realidad es que, cada vez con más fuerza, surge la idea de que los médicos cubanos no están lo suficientemente preparados, de acuerdo a los parámetros de otras naciones.

Brasil ha aportado el último ejemplo de esta nueva tendencia, al rechazar recientemente la presencia de médicos cubanos, aceptando en su lugar a médicos españoles y portugueses.

Yo he conocido a muchos médicos en el exilio: buenos, mejores o peores. Algunos, han logrado imponerse y ejercen su profesión. Otros, se han conformado con la enfermería. Los que aun luchan por su título y profesión, se debaten como posesos en pasantías de pesadilla, frecuentemente en otro idioma, compitiendo con profesionales talentosos, 10 ó 15 años más jóvenes que ellos, enfrentando niveles de exigencia y excelencia sin precedentes.

Así, una amiga doctora lleva 10 años tratando de revalidar el título, agobiada por problemas personales y el terrible inglés, pero con una voluntad de hierro.

Otro que se queja de lo exigente que es su jefe en el hospital, imagínate, me dice, después de un día agobiante, de haber atendido a 80 ó 100 pacientes, no me tolera que me haya equivocado en dos diagnósticos.

El médico de mi hijo, un reconocido especialista y académico norteamericano, al saber que ibamos a viajar a Cuba hace un par de años, se mostró confiado: “Muy buenos médicos por allá, no tendrán problemas...”

Leyenda y realidad, talento y mediocridad, es esta una historia en la que hay de todo.

Pero, sobre todo, es una historia que muestra que hay algo más que debe ser enmendado.

Ad nauseam

Una persona muy cercana a mí, desbordando entusiasmo y optimismo, integra un grupo de expertos en economía y finanzas que visita China y Vietnam. El objetivo: estudiar las reformas económicas de esos países.

Sucede esto justo después que Raúl Castro ha visitado Shanghai y ha manifiestado su asombro por los logros de la sociedad china.

Fecha: finales de la década de los 80, principios de los 90 del pasado siglo.

Y esta nota, que se llama "Mirando a Asia", destaca que Díaz Canel, más de 20 años más tarde, visita los mismos lugares, hace las mismas cosas, dice las mismas boberías, es decir, sólo mira, como hicieron los que estuvieron antes que él... 




viernes, 21 de junio de 2013

Nombres, nombres...

Me resultó curioso leer en el enlace que puse en el post anterior que el autor menciona el “discurso demagógico de Occidente”

Llevamos como rémoras términos que son, o bien clichés, o herencias de otras épocas. ¿Qué es ese Occidente, que menciona el autor?

No un punto cardinal, obviamente. Probablemente se trata del mundo capitalista desarrollado, no importa si a este pertenecen Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos de Norteamerica o Japón. Eso es Occidente, de acuerdo a los que antes estaban en el Oriente, es decir, al extinto campo socialista que fue, dicho sea de paso, el Segundo Mundo.

O quizá sólo sea “el enemigo”. Igual le podríamos llamar Mordor, Voldemort o Quien-tu-sabes. Pero le siguen llamando Occidente. De hecho el Occidente se llama a sí mismo Occidente. Queda por ver cómo se considera a sí mismo Japón, o como se va a llamar a sí misma China, que en breve debe ser la primera potencia mundial, aunque es sabido que por aquellos lares gustan de llamarse Imperios.

Es confuso.

Por otra parte, a pesar de que ya no hay Segundo Mundo, sigue habiendo un Tercero: el resto del planeta, que es capitalista también, pero que es tan subdesarrolado que no merece promoción al segundo lugar, que por ahora está desierto, ocupado sólo por Corea del Norte, supongo.

En cuanto a lo del “discurso demagógico”, bueno, eso debe ser cualquier cosa. Es una frase que rechina de tanto uso y que suena a Konstantinov, Afanasiev y Quien-tu-sabes, este último no el Occidente, sino el nuestro, el viejito mesiánico.

Y como si fuera poco con tanto punto cardinal fuera de contexto, el hijo de Kardasian y el rapero se llama North West.

Que tengan buen fin de semana...
Entre lo tanto que se lee acerca de Cuba y las posibles soluciones a sus problemas, casi todo es de naturaleza radical: se pide borrón y cuenta nueva, que salga el gobierno actual, que se convoque a elecciones libres, libertades de todo tipo, etc. Es dinamitar y reconstruir.

De pronto, leo sobre una polémica que ha desatado una tesis en la Facultad de Periodismo, y la sensación que recibo es que esos muchachos están tratando de hacer, en lugar de trabajo de dinamiteros, la labor de delicados cirujanos que separan tejido canceroso de la carne sana.

Y puede ser este un trabajo lento, inclusive futil para algunos, pero pienso que es necesario. El propio asunto de la tesis, desde aqui, parece inofensivo: el submundo de los lugares abiertos donde los homosexuales tienen relaciones sexuales, tratado en el contexto de una carta escrita a Reinaldo Arenas. 

Por otra parte, parece extraño que un tema que ha sido sancionado como kosher por la infanta Mariela Castro provoque marejadas en la Facultad de Periodismo.

En fin, no creo que el cambio que la mayoría queremos para Cuba sea una cura universal. Al contrario, debe ser una apertura violenta de una caja de Pandora que lleva medio siglo tapiada y bajo presión.

El desmontaje sereno e inteligente de esas cerraduras, y el atajo a tiempo de algunos de los males que vienen, es algo digno de admiración y respeto.

Les deseo suerte, en ese jugueteo con los censores y lo estancado, la van a necesitar.


El poder gris

Tiene la turba esa espantosa dualidad que, lo mismo hace caer La Bastilla, que agrede y humilla a un hombre, su esposa y sus hijos sólo porque piensan diferente.

La turba tiene tantas caras como personas que se arremolinan en su vientre. Es impredecible, cruel y simple, como lo es un niño. La turba puede dar vivas o puede llamar a muerte; la turba puede exigir, gritar, marchar o puede apedrear, incendiar y linchar. La turba reclama derechos, derriba gobiernos, quema herejes, viola mujeres y hace piras con libros. 

La turba es una bestia informe; es una sola, y es anónima.

Yo conocí temprano a las turbamultas, marchas combatientes las llamaban en Cuba. Turbas domesticadas, mansas, uniformes, monótonas, se enteraban de que eran una turba porque se les decía que lo eran. Y se les decía, además, donde y cuando comenzar, por donde caminar, qué gritar, y donde y cuando terminar. Ajenas a lo espontáneo, ridículamente coreográficas, comparsas más que marchas, rebaños más que turbas, pero en ese entonces parecían vox populi.

Debo quizá exagerar y parafrasear, y decir que quien de jóven no estuvo en una turba, no tuvo corazón; quién de adulto se va a la turba, no tiene cerebro. O quizá ahora soy más conservador, si bien el mismo tonto de siempre.

El hecho es que no creo en las turbas sin causa y, además, hace tiempo que decidí no pertenecer a ninguna. Ni a las que marchan, ni a las que gritan, ni a las que leen o escriben o dicen. No hay nada para mí en el molote, en la homogeneidad, en la cosa gris. Si tengo algo que hacer o decir, lo hago y lo haré, pero no será en una turba.

No creo entonces ni en los indignados de Nueva York, ni en el mar de gente en Brasil. Creo que unos y otros solamente disfrutan del intoxicante poder de la masa anónima, de la convocatoria incendiaria de la red social, de lo contestatario per se, de la no-causa, y que hacen lo que hacen por una sola razón: porque se puede.

Es un nuevo fenómeno, es la gente jugando a insubordinarse.

Sin embargo, hay que admitirlo, algo bueno tienen estas turbas contemporáneas, y es que les recuerdan a los gobiernos, tan alérgicos a la anarquía y la protesta, que hay allá afuera un Younger Brother, aburrido y observando, uno que sólo necesita un tweet que se convierta en avalancha, y entonces todo se va a la mierda.

Tan sólo por eso, digo entonces, que se haga la turba.

Aunque no me guste.

martes, 18 de junio de 2013

Nosotros, los comestibles

No me gustan las mascotas

Me parece arrogante poseer un animal para diversión personal. Pajaros invariable y tristemente enjaulados, peces confinados en espacios brutalmente pequeños, perros y gatos que parecen eunucos y que obviamente son una aberración en el universo darwiniano.

Somos los únicos animales que poseen animales, y sólo porque decimos que estamos un escalón más arriba en la escalera evolutiva, sistema y término que nos hemos inventado. Y, sin sonrojarnos, nos decimos el pináculo de la evolución, a pesar de que somos los únicos animales que matan por placer.

Somos la única especie gracias a la cual existen asesinos en serie, guerras de exterminio, pedófilos y políticos. Somos los únicos seres vivos que destruyen su habitat por codicia, por estupidez, por negligencia, o por ninguna razón explicable.

Y entonces poseemos mascotas, a otros animales, porque supuestamente somos inteligentes, y los animales no lo son.

Si admitimos entonces que los seres humanos tenemos natural ascendencia sobre el resto de los animales, ascendencia que nos ha hecho adjudicarnos el derecho a poseerlos, criarlos, matarlos o comerlos, pienso entonces que debemos estar preparados para que una especie más inteligente que nosotros nos posea, nos agrupe en rebaños, nos mate a voluntad y se alimente con nuestra carne.

Y por cierto, según la ecuación de Drake, la probabilidad de que algo así suceda parece ser realmente alta...

N = R* • fp • ne • fl • fi • fc • L

lunes, 17 de junio de 2013

Deja vu

No dudo ni por un instante que las intenciones del Dr Esteban Morales sean las mejores, y lo digo sin el menor asomo de sarcasmo. Lo digo porque realmente lo pienso así.

Yo he conocido a lo largo de mi vida decenas de Esteban Morales. Incluso en mi familia hay al menos un par de ellos.

Un tío querido, y ya fallecido, siempre se negó a abandonar la misérrima vivienda donde crecieron sus seis hijos, que huyeron despavoridos de allí en cuanto tuvieron la oportunidad. Decía mi tio que “hay compañeros con más problemas que yo, y que necesitan mas una casa que nosotros”

Mi tio era un tipazo, un hombre de su palabra, respetado por todos, guajiro de mirada azul relampagueante, de temperamento explosivo y escaso discurso. Un tipo que no daba ni pedía tregua, militante de su partido, incorruptible, vanguardia nacional. Mi tio tenía un sentido del humor que lo equiparaba a Samuel Feijoo. Fue un ingenuo que murió en paz consigo mismo, amado por su familia, que nunca le perdonó toda una vida de miserias a nombre de nada.

En mi tiempo en Cuba yo no conocía de Esteban Morales, como tampoco conocía de muchas otras personas que han salido del anonimato de su entorno profesional gracias a las redes sociales.

Pero desde que he comenzado a leer artículos o noticias que tienen que ver con el señor Morales, el deja vu no me deja tranquilo. El hombre es mi tío, y es todos esos ingenuos que he conocido y que han soportado, con la venda de sus ojos y la fortaleza de sus dogmas, a la mierda de gobierno de mi país.
Esta entrevista (parte 1 y parte 2), donde entre otros describe las consecuencias que tuvo para él escribir un artículo crtiticando la corrupción en Cuba, es uno más de esos escritos.

Me llaman la atención varias cosas. Primero, la fidelidad casi perruna de Morales. Segundo, el léxico, las ideas basales: dice, sin variar una letra ni cambiar el tono, que ya suena ancestral, lo mismo que escuché desde que tuve uso de razón. Es el mismo mantra, la misma idea de sacrificio, el Partido por encima de todo, Corea del Norte, los Hombres de Pánfilov, La carretera a Volokolamsk, Así se templó el acero. Ese tipo de cosas.

Ese tipo de cosas que acabó con lo bueno que pudo tener la Revolución Cubana, que apañó lo tenebroso, que fomentó el estancamiento, la impunidad, el desastre nacional.

Yo entiendo que un anciano de 70 años, que dedicó una vida a una idea, o a un ideal, no puede dejar de creer de repente: es como dejar un vicio o amputarse un miembro, voluntariamente. Es reconocer que ha estado equivocado toda su vida.

Pero podría callar por pudor, quizá.

En fin, he aquí algunas de esas frases, que están en esa entrevista, y que me llevaron de regreso a reuniones del sindicato, a escuchar de nuevo a tanto obtuso, las frases de la mansedumbre.


"En mi núcleo se discutió nuevamente mi actitud (...), hubo debilidades en ese momento (...) Salvo unos pocos compañeros, (...) la mayoría se fue por lo que planteó el organismo superior, el Municipio. "

"me preocupó que esa situación le fuera a hacer más daño al Partido que a mí "

"me embargaba una sensación como de dolor muscular, angustia de sentir que denostaban del Partido, de mi partido y yo tenía que aceptar honestamente que creía que el partido se había equivocado, o alguien dentro del partido (…) me molestaba tener que escuchar las críticas al Partido. "

"no fueron demonios los que me sancionaron. Fueron personas revolucionarias )...) una revolución es un proceso muy complejo, algo que debemos repetirnos todos los días. Se trata de un proceso lleno de realizaciones, pero también de las imperfecciones de las personas imperfectas que la hacemos todos los días."

¡Mi Coca Cola por una malta!

La malta es un trauma nacional y personal. Ha sido un sueño, un anhelo, un privilegio, sola o con leche condensada. Es un gusto adquirido que, una vez lo adquieres, no puedes prescindir de el. Es vicio, gula y placer. El que no creció con la malta la odia, por dulce, por empalagosa, por umami. Pero yo y nosotros somos una élite, la que conoce y disfruta de la malta. Porque la malta, estimados, es sólo para conocedores

La malta ha estado perdida y hallada a lo largo de mi vida.

En mis tiempos europeos se convirtió en leyenda, en componente fundamental de las conversaciones nostálgicas.

Pero en Cuba ya había sido, y después siguió siendo, alternativamente, leyenda o multitud frenética llenando cubos con una malta de pipa, líquido desangelado, bombo y casi sin efervecencia, con ese sabor áspero del agua sin tratar.

En México, no hay malta; los mexicanos prefieren Jarritos o Coca Cola. Y entonces la traía de Cuba, pues por ese tiempo ya estaba disponible la Bucanero. La pugilateaba donde estuviera, y me llevaba dos cajas, para perplejidad de aduaneros mexicanos que esperaban encontrar puros y ron, y no estaban preparados para un tipo que contrabandeaba refrescos.

Cierta vez, en uno de mis viajes, y muy en concordancia con nuestras mejores tradiciones, estaba “en falta” la malta, ese eufemismo que le hiela la sangre al que necesita algo en Cuba. Familia y amistades activaron entonces la red informativa suprema: preguntaron, hicieron llamadas telefónicas, hablaron con amigos, con amigos de amigos... hasta que alguien localizó malta en un lugar llamado almacenes de Berroa.

Específicamente fue hallada en una suerte de bar discoteca, un local que parecía una casa del médico de la familia y que estaba metido en las profundidades de ese lugar, cuyo nombre me sonaba tan remoto como Songo La Maya, y que resultó estar en esa zona que los de Santos Suárez, cuando vamos a las Playas del Este, denominamos “”Pa´lla, después de Luyanó”, y que abarca desde la Virgen del Camino hasta el Rincón de Guanabo.

Y allí, en trato directo con el barman, y a despecho del letrero más anticapitalista del mundo, que anunciaba “dos por persona”, me llevé mi par de cajas de malta.

El presente es más llevadero. Aquí en Nueva York, gracias a dominicanos y portorriqueños, hay malta. Hay varias marcas y viene en varias presentaciones. Nosotros compramos Goya, de 7 onzas (257 mL), que es una porción adecuada para quedar satisfecho sin arriesgar un coma diabético.


Y mi hijo, gringuito de nacimiento, ya ha sido iniciado en el culto de la malta, porque hay cosas que uno decide no trasmitir a los pichones de cubano, pero la malta, qué va: la malta es una cuestión de patriotismo.

viernes, 14 de junio de 2013

Razones

Puesto a pensar en el inmenso fenómeno de las redes sociales, el hecho de que alguien encuentre amigos que no ha visto en 20 ó 30 años, o que reciba información de todo tipo, con mucha frecuencia más rápido que usando las agencias de noticias (y el que no lo crea, que pruebe Twitter) o que tenga un lugar propio donde escribir lo que le venga en ganas y sin censuras, vamos, todas esas se bastarían solas como razones para la existencia y persistencia de las redes sociales.

Tiene todo el asunto el encanto de poder participar desde cualquier lugar, desde el más glamoroso hasta el más miserable. Nadie sabe si eres tartamudo o si escupes al hablar. La laptop sobre el regazo o la computadora sobre una mesa desvencijada, da igual. Nadie te mira, nadie se asombra de las paredes despintadas o de la vista al mar, o del calor o del frio. Nadie te huele, nadie te escucha. Sólo te leen, sólo ven lo que quieres que veas.

Pero la maravilla suprema es que es voluntario y espontáneo, es opcional, nadie te obliga: es el non plus ultra del ejercicio de la libertad.

Sin embargo, la gran razón que ahora sostiene las redes sociales es, en realidad, el narcisismo.

Y no es malo, no hay que alarmarse. Es, al cabo, el mismo narcisismo que nos compulsa a hablar y querer ser escuchados, o a vestir a nuestro gusto o estilo, o a invitar al amigo al mejor restaurant de la ciudad, o quizá del mundo, o a lucir una mujer deseable y hermosa, o a ofender el olfato ajeno con una colonia de olor penetrante.

Es, en definitiva, la cosa humana.

Después, clara y dolorosamente, está Cuba.

Cuba, donde lo espontáneo, voluntario y libre necesita de interpretaciones, intermediarios y profundo análisis; donde para asimilar la avalancha se precisa de asociaciones, foros, grupos, seminarios, censores, copistas, escribas y defensores.

La cosa cubana. Cuba, que, por todas esas razones que sobran, da pena.

Razón de más para que no me la pueda sacar de la cabeza.

¿La última piltrafa de la Guerra Fría?


EEUU, reeditando Iraq. Quieren sacar del poder a un dictador hostil que, sin embargo, ha sido, como lo fue Hussein, un buffer en esa volátil región. Parece caprichito.

Rusia, pues ahí tiene su única base militar fuera de su territorio, además de un excelente cliente para sus armas.

Pero todo es más interesante y complicado que lo que fue la monótona Guerra Fría:

Al sur, Israel, para el cual, sea quien sea el vencedor en el conflicto, va a ser su enemigo.

A un lado, Irán, el aliado incómodo

Al otro lado, la hegemónica Turquía.

Adentro, Hezbollah, apoyando... al gobierno sirio.

En las sombras, Al Qaeda.

Y un arsenal de armas químicas al alcance de la mano.


Tiempos que vienen (o que ya están aquí) muy jodidos.






jueves, 13 de junio de 2013

Revelaciones

Qué emoción.

Dice Jennifer López que los latinos en USA se están dando cuenta de su poder. "We're realizing our power. We're realizing that we matter here. You know, we're not just, you know, the guys working behind the scenes in the kitchens and as a plumber."

Y que por eso ella está “lobbying for greater diversity in TV programming”

Es decir, que pronto los latinos serán promovidos a meseros, habrá electricistas de Centroamérica y se verá a Brad Pitt en las telenovelas mexicanas.

¿O entendí mal?


Sin perder la cordura...


Y yo, que ya tuve mi dosis de prohibiciones por lo que me queda de vida, y que a la vez creo que los saggy pants son uno de los pináculos de la falta de swing y la cheada, me pregunto, ¿prohibir una forma de vestir a las personas, aquí, en the land of the free y el home of the brave?

¿O será que están de vuelta los peregrinos del Mayflower y no me enteré?

Y he ahí que estoy entre dos aguas, entre el rechazo que me provoca esa indumentaria y el que me provoca la limitación de las libertades individuales.

Pero, en cualquier caso, nunca se debe dejar a un lado la selectividad, porque hay prohibiciones que vaya, no sé, no sé, hay cosas que rebasan cualquier enmienda a la Constitución...



Domingo social

El domingo estuve en una fiestecilla vespertina, en un enorme patio a la sombra de inmensos robles, donde encontré mucha gente agradable, y a una señora que hablaba sin parar.

Saltaba ella indetenible, parloteando con el abominable dejo que usan algunos hispanoparlantes que creen que hablan inglés, de un tema a otro, desgranando lugares, sucesos, soluciones, sentencias, opiniones y descalificaciones. Y yo, que a veces prefiero escuchar, y siguiendo las convenciones sociales más elementales, varias veces traté de decir algo, pero la señora sencillamente no dejaba poner una.

De repente me percaté de que me sentía agobiado y, para mi sorpresa, la sensación resultó ser muy familiar. Y entonces tuve una revelación:

Una persona que habla mierda sin parar es como la televisión.

Y, discretamente, apagué a la señora, me levanté de mi cómoda tumbona, y me fui a escuchar a unos señores, que hablaban sin parar de cualquier cosa...

miércoles, 12 de junio de 2013

Elaine Díaz y el llamado a la inmolación

Una periodista del NYT ha publicado una entrevista que le realizó a la periodista cubana Elaine Díaz.

Y, de nuevo, alguien que padece de monocromatismo.

Elaine Díaz es una periodista talentosa que tiene el privilegio de poder escribir en las redes sociales y compartir sus ideas. Y lo hace de la manera más contestataria que se puede ser en Cuba sin ser defenestrado. Y eso, yo digo, es inteligente, y ya es bastante, aunque obviamente no sea suficiente.

La periodista del NYT destaca que Elaine Díaz es oficialista, y que prefiere decir “cambiar para crear lo nuevo” y no “derribar el sistema y crear otro”. Se desespera obviamente ante el eufemismo, o queda perpleja porque Elaine habla de lo difícil que sería decir que Fidel Castro es un hijo de puta ególatra y mesiánico que ha descojonado la nación, la sociedad, la economía y la cubanía, aunque quizá ella lo dijera en términos que fueran publicables en el NYT.

Yo digo que Elaine Díaz es valiente, está caminado la cuerda floja, y está haciendo mucho más que otros en Cuba, y fuera de ella.

El problema quizá resida en que los términos medios sólo son buenos en los filetes.

Sin embargo, hay que respetar las opiniones ajenas, en primerísimo lugar, aunque a uno le parezcan insuficientes o equivocadas: esa es la libertad de pensamiento y expresión de la que los cubanos carecemos y que añoramos. Tan válidas son las declaraciones de ED, como las de la periodista del NYT, o las de Yoani Sánchez.

Y finalmente, nadie tiene derecho de exigirle a otro la inmolación. La necesidad de sobrevivir el día de hoy para luchar el de mañana es elemental, y todos, todos, lo hacemos de esa manera.

Le deseo toda la suerte a Elaine Díaz, y ojalá que mantenga su presencia en las redes sociales, soplo de frescura que se agradece.

Get real, people...

He aquí que uno de los problemas que mucha gente tiene es que toman lo que alguien dijo o escribió hace 200 años, 300 años, o un par de milenios, y lo quieren aplicar literalmente al presente. Por eso religiosos de todas tendencias, marxistas, martianos y otras bestias están como están.

Y he aquí un contraste entre el sentido común aplicado a la realidad contemporánea, y una idea buena, grandilocuente, romántica... y que tiene 200 años.


lunes, 10 de junio de 2013

De los límites

¿Hasta donde sería capaz de llegar yo para proteger la vida de mis hijos?

No lo sé a ciencia cierta, porque los escenarios pueden ser tantos que no los puedo imaginar todos. Pero tampoco se me ocurre algo que yo no haría para preservar la integridad personal o las vidas de mis hijos.

Dicho esto, debo decir que, si se trata de detectar o evitar posibles ataques terroristas, apoyo totalmente asuntos como el monitoreo de llamadas telefónicas, el correo electrónico, la mensajería, las postales de navidad. También apruebo la tortura a terroristas, o a presuntos terroristas, asi como los ataques comandos, el asesinato de líderes de grupos terroristas, el bombardeo, la masacre, y el exterminio.

No me interesa que, para cumplir con ese objetivo supremo que es ver a mis hijos sanos y salvos, se viole la ética, el humanismo, las libertades individuales, los tratados internacionales, soberanías, pactos, lugares sagrados, festividades religiosas, bodas o cumpleaños. Lo único que me interesa es proteger a los míos.

Pienso que con eso soy consecuente con el sentido común, y con el mandato atávico y fundamental que llevamos en los genes, que dicta proteger la especie por encima de todo.

Claro, que si alguien encuentra la forma de terminar la guerra que hay y de evitar, además, la que viene, donde el enemigo ya no está hermosamente localizado e identificado (como extraño la guerra fria, cojones...) sino que ahora está en cualquier país, en cualquier lugar, inclusive sentado a tu lado en un restaurant o colocando una bomba junto al parque donde paseas con tu familia, repito, si alguien encuentra la forma de reunir a todos esos hijos de puta en un lugar remoto y desierto, detonar un artefacto nuclear y salir de ellos de una vez, (aunque no por todas, porque, queridos, eso llegó para quedarse...) quizá entonces podamos renunciar a todas esas medidas que escandalizan a los mismos que se horrorizan al ver gente inocente voladas en pedazos por sicópatas islámicos.



Y claro, si aún bajo las actuales circunstancias todavía quedara alguien atormentado por la violación de sus libertades individuales, o la humanidad de las cosas o eso, pues siempre le quedará la opción de ir a Afganistán, Yemen o Somalia, o próximamente a Siria, a explicar sus razones.

viernes, 7 de junio de 2013

Ajustando la perspectiva

A mediados de los 90, en México, conocí a una mujer que se declaraba sesentera, admiradora de Robertico Robaina, ex-fumadora de marihuana y con debilidad por ciertos productos cubanos. Entre ellos, Silvio Rodríguez.

Ella era una mujer triste.

Su colección de música era sumamente ecléctica, e iba desde Los Folkloristas hasta los Doors, pasando por Pablo, Silvio, Sabina, Serrat y Aute. Tuvimos algunas jam sessions, escuchando a toda esa gente, y a muchos más, de México, Suramérica, de donde quisieran venir. A petición mía excluímos solamente a Aute, que creo que tiene un par de canciones conocidas, y ninguna me gusta, una suerte de Vicente Feliú español diría yo. Pero las sesiones resultaron en que mis gustos por la música trova, tradicional y “alternativa”se ampliaron considerablemente.

Estaba yo por entonces en esa etapa del emigrante donde las cosas que toda mi vida había ignorado, concientemente, en mi país, ahora me resultaban cercanas y hasta queridas. Buena Vista Social Club y toda la música que antes relacionaba a Palmas y Cañas, los frijoles negros, y una banderita cubana colgada en el retrovisor del carro, ahora resultaban imprescindibles en mi día a día.

Así, pasaron años, amigos y yo, por múltiples cafés y antros donde tocaban bandas y trovadores, en vivo, y siempre Silvio, o Pablo, o cualquiera de ellos. México los ha cuidado, y aun los escucha como si fueran los mismos de siempre. Y yo, que sólo miraba hacia adelante, pensaba entonces que eran algo así como un legado impercedero, como la amistad cubano-soviética. Y todo parecía siempre por siempre así, sólo así, y nada más.

Un día en mi oficina una alumna escuchó “El Breve espacio en que no estás” y me dijo que qué bonita esa canción de Mijares. Después un sobrino me dijo que no tenía la menor idea de quién eran los Beegees. Más tarde mis hijas se decantaron por Sabina, Buena Fé y X Alfonso. Y de pronto, en alguna parte, a mi música la comenzaron a llamar “los clásicos de siempre”

Al día siguiente Pablo y Silvio se habían convertido en dos ancianos. Uno, que se arrepiente y flagela por pura decepción; otro, que traicionó a todos los jovenes contestatarios que fuimos, somos y serán, y ahora es un viejo de mierda con una mano tatuada.

Y a mí su música ya no me suena igual, qué terrible. El corazón que parió la Era ya tiene taquicardias, y el breve espacio está ocupado ahora por las ruinas de lo que fue mi Habana.

De todo ese olvido me quedan algunas canciones de Carlos Varela y Frank Delgado. El resto, pues anda por algun rincón del Ipod, por si alguien alguna vez lo quiere escuchar.

Mientras tanto, en el 2013, en Estados Unidos de América, me declaro entonces sesentero, setentero y contemporáneo, admirador de algunas cosas, y ninguna tiene que ver con Robertico Robaina. Nunca he fumado marihuana y tengo debilidad por ciertos productos cubanos. Entre ellos, no está Silvio Rodríguez.

El Castro de Schrödinger

Erwin Schrödinger en estos días no necesitaría un gato, sólo un Castro. Y el resultado de su experimento de lógica sería el mismo: está vivo y muerto a la vez.


Menos mal.

Ya no le dan chance a los negros ni en la cárcel...

Segun este artículo de Fernando Ravsberg:

"(en Cuba) En las granjas de trabajo hay tantos corruptos presos que uno de los jefes del sistema penitenciario me aseguró que está cambiando el componente racial de los internos, con la llegada de estos dirigentes empresariales o políticos, mayoritariamente blancos"

martes, 4 de junio de 2013

Colores y tibores

Respetar los gustos y preferencias de cada cuál es lo que hace, en primer lugar, que el mercado sea tan diverso. Cosa buena para el capital, claro que sí.

Y casualmente, hoy en la mañana, comentaba sobre algo parecido con mi esposa, sobre la maravilla de las redes sociales y los fantásticos artilugios que poseemos, esos Iphones, Ipads y demás. Y sobre la masiva cantidad de bobería para la que son usadas tanto las redes como los artilugios.

¿Y qué?, me dice mi sabia esposa, si eso es lo que las personas prefieren, lo que los hace felices y lo que están dispuestos a pagar por hacer, pues adelante. Y tiene ella, por supuesto, toda la razón del mundo.

Casualmente también hoy leía un post que colgó Enrisco donde, de un plumazo, (o teclazo), colocó a Silvio Rodríguez, a su obra, y a sus seguidores, en el palco del mal gusto y lo cursi.

No le gusta a Enrisco Silvio Rodríguez, y he ahí un gusto y una preferencia a respetar. Pero hay un trecho largo entre decir “no me gusta” y decir ”los que gustan de lo que no me gusta son unos cheos”

Silvio Rodríguez es un tipo desagradable. Lo fue siempre, con toda esa arrogancia y altivez que casi es su marca de fábrica. Y por eso nunca estuve interesado en verlo, o en escucharlo hablar, pero sí en su música y sus textos, excelentes ambos en su mayoría. Crecí con eso, soñé con eso, y hay mucho que pudiera decir sobre ello, pero es realmente demasiado.

Hace tiempo, sin embargo, que ya no escucho a Silvio. Y no tiene que ver eso con que Silvio sea aun más desagradable en estos tiempos, o con que se haya convertido en el anti-Silvio, con que ya no sea el tipo que decía cosas diferentes y que parecían contestatarias, con que ya no sea, ni remotamente, el juglar que parecía siempre estar un paso adelante de la lobreguez de la cosa cotidiana en Cuba, con que ahora sólo sea un viejo abominable que parece calco de otros viejos, de los Castros y su gente.

Tiene que ver, solamente, con mis gustos y preferencias, las que disfruto en estos tiempos. Y no creo que ahora yo sea más o menos cursi de lo que alguna vez haya podido ser.

Pero aprovecho y dejo esta cosa simple por aquí, por si acaso.

Un día, junto al mar,
la más triste canción
oyó llorar a un alma su dolor,
y a por el alma fue
vibrando la tonada,
conmovida y gentil,
maravillada.

¿Qué pena lloras tú
-le dijo la canción-
que me has trocado en gracia el corazón?

¿De qué me sirve a mí
-le respondió un sollozo-
la virtud, si no tengo un canto hermoso?

Sospecho que hoy empiezo a ser canción.
Y tengo la impresión
de que seré tu sol
si logro ser tu canto.
Sospecho que hoy empiezo a ser canción,
si seco un llanto.

Un día, junto al mar,
un alma oyó su voz
y una tonada hallaba su razón.
Fue el día en que ocurrió
la verdad hechizada:
la melodía y el alma enamoradas.

El alma con canción
iluminó su hogar,
y la canción con alma echó a volar.
Desde entonces las dos
vivieron más despacio,
a pesar de su tiempo y de su espacio.