viernes, 17 de octubre de 2014

Náufrago

Ayer una amiga tuvo la amabilidad de invitarme a un grupo de Facebook.

Yo no pertenezco a grupos de ningún tipo, ni afuera ni adentro, y eso por principios, en primer lugar, porque bastante fueron cederres, sindicatos y mierda y media, y en segundo lugar por fobia a los molotes. Pero los principios son para ser violados, y las fobias para enfrentarlas, así que acepté el experimento.

Debo decir que es de lo más intenso que he visto en FB.

Fue como llegar a un inmenso salón al cuál de repente comienzan a entrar desconocidos por puertas y ventanas, en tropel, y hablando sin parar, arrastrando consigo temas, conversaciones, conflictos y antipatías ancestrales. Un ruido increíble, que se transformó en una inundación de notificaciones.

Abandoné el grupo, pues confirmé eso de que no me gustan grupos ni filiaciones.

Confirmé además que, crear un grupo de cubanos en FB, y esperar que sea diferente a lo que hay cotidianamente en estos lares, es como trazar con el dedo un círculo en el agua, en medio del océano, y esperar que haya algo diferente a agua salada...

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