Ayer una amiga tuvo la
amabilidad de invitarme a un grupo de Facebook.
Yo no pertenezco a grupos
de ningún tipo, ni afuera ni adentro, y eso por principios, en primer lugar, porque bastante
fueron cederres, sindicatos y mierda y media, y en segundo lugar por fobia a los
molotes. Pero los principios son para ser violados, y las fobias para
enfrentarlas, así que acepté el experimento.
Debo decir que es de lo
más intenso que he visto en FB.
Fue como llegar a un
inmenso salón al cuál de repente comienzan a entrar desconocidos
por puertas y ventanas, en tropel, y hablando sin parar, arrastrando
consigo temas, conversaciones, conflictos y antipatías ancestrales.
Un ruido increíble, que se transformó en una inundación de
notificaciones.
Abandoné el grupo, pues
confirmé eso de que no me gustan grupos ni filiaciones.
Confirmé además que, crear un grupo de cubanos en FB, y esperar que sea diferente a lo que hay cotidianamente en estos lares, es como trazar con el dedo un círculo en el agua, en medio del océano, y esperar que haya algo diferente a agua salada...
Confirmé además que, crear un grupo de cubanos en FB, y esperar que sea diferente a lo que hay cotidianamente en estos lares, es como trazar con el dedo un círculo en el agua, en medio del océano, y esperar que haya algo diferente a agua salada...
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