domingo, 29 de octubre de 2017

Actualizando modelos

El desgobierno cubano ha bajado otra de las barreras de ignominia que los cubanos interesados en visitar a su familia en Cuba debían salvar para hacer ese viaje tan filial como antiturístico, tan caro como accidentado, tan sofocante como, ¡albricias!, breve.

Otra etiqueta, esta vez la de “habilitación del pasaporte”, ha sido arrancada de la frente de -casi todos- los cubanos emigrados, que ya eran emigrados económicos más que gusanos, comunidad cubana en el exterior más que exilio apátrida, diáspora más que escoria.

De esa manera, ahora -casi todos- los emigrados económicos y sus descendientes pueden poseer el escuálido y costoso pasaporte cubano con solo solicitarlo. Cuba, y su asmática no-economía, te esperan.

Pueden además los cubanos exiliados, esos ex-desafectos que tengan mejor estatus financiero, navegar el Estrecho de la Florida, ahora hacia el sur, ahora con todo el glamour, en lanchas, yates y catamaranes, evitarse el tedio de los aeropuertos, atracar en las Marinas Turísticas Internacionales Hemingway y Gaviota-Varadero, rentar un auto, y recorrer, gozosos y privilegiados, los lugares nuevamente de la que fue y es la Cuba destrozada.

Pero eso no es todo.

También ahora los hijos nuestros, nacidos en Estados Unidos, España, México, y los mil lugares a los que huímos, pueden tener ciudadanía cubana sin necesidad de “avecindarse” en Cuba. Y sin el estampado infamante en el pasaporte que lo clasificaba como “habilitado”.

Qué honor.

Ciudadanos cubanos, adoptados, a distancia.

Y que, en lugar de escapar en una balsa clandestina y desesperada, arriban en yate a los santuarios donde alguna vez solo extranjeros, agentes, y putas tenían acceso irrestricto.

El modelo, les digo, se actualiza bajo presión.


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En México, en plena asimilación cultural, muchos cubanos aprendimos que bañarse en las mañanas es razonable, agradable, higiénico y que elimina el hedor a sábanas sudadas.

También nos enteramos de que “no picante”, ahorita, culero, y pinga son conceptos diferentes allende en el lindo y querido.

Que se puede ser huero si no se es indio, que lo trigueño es blanco, que lo pinche no es de cocina y que el pelo chino es encaracolado.

No sucede de la noche a la mañana que uno entienda una cultura diferente, por supuesto. Se sabe, muchos países de la América de ellos tienen en común apenas el idioma. Vamos, que puede ser difícil hacer lo que vieres adonde fueres; y, si se está etnicamente aislado, sin asesoría, quizás sin prestar atención, le puede suceder a uno lo que a una cubana, casi colega, que usaba la palabra fondillo a diestra y siniestra, haciendo sonrojar a sus colegas mexicanos.

O le puede pasar lo que al multimillonario Yulieski Gourriel, rebautizado, misericordia mediante, como Yuli, y que, después de propinarle un jonrón, se burló del pitcher de ascendencia nipona-iraní Darubisshu Yū, americanizado a Yu Darvish.

“Chinito”, lo llamó, mientras con los dedos se estiraba los ojos, imitando el rasgo más distintivo de los asiáticos.

El insulto, innecesario y soez, fue captado por una de las cámaras de televisión en el tercer partido de la Serie Mundial entre los Astros de Houston y los Dodgers de Los Angeles.

Quizás nadie le ha explicado a Gourriel que en los Estados Unidos el tema étnico y racial es una llaga supurante.

Alguien debió señalarle -o quizás pudiera leer la prensa y enterarse de una buena vez- que, en los Estados Unidos de América, cualquier mención de raza o etnia minoritaria, sobre todo en público, y siendo una persona pública, enfocado por decenas de cámaras en uno de los eventos deportivos más importante y seguido en los Estados Unidos, es una pésima idea.

O quizás, siendo él mismo latino, mestizo, de Cuba, donde “el negro ese” es el calificativo más socorrido del racismo, debería recordar que la referencia racial es insultante, allá y aquí. Le urge saber, además, que, al decir de LeBron James, “no matter how much money you have … being black in America is tough”.

Dos cubanos entonces en la Serie Mundial de Beisbol 2017: uno, en asqueroso gesto, muestra la lengua y lame los bates; el otro se las da de gracioso de la manera más inapropiada, en el lugar menos adecuado.

Una buena noticia en todo ello, para bien del espectáculo: Gourriel no ha sido suspendido en la Serie Mundial -show must go on. El castigo fue diferido y el pelotero no jugará los primeros cinco juegos de la temporada 2018, dejando de ganar $322,581 de su salario de $12 millones de dólares.

La otra buena noticia, para bien de su familia, es que ya no necesitará un pasaporte etiquetado para ir a Cuba.

Los modelos, como les decía, bajo presión se actualizan.