México me acepto
como uno de los suyos. Allí recuperé mi dignidad, adquirí
ciudadanía, y aprendí a ser ciudadano con derechos y deberes, allí rehice mi carrera, aprendí
a ser libre, conocí mucha gente valiosa y amable, amé y fui amado.
México es, sin más,
mi Patria adoptiva. Patria que es, además, peligrosa y voluble.
Vivir en México es
como navegar sobre aguas que parecen estar en calma, pero que a la
vez son oscuras, profundas, y nadie sabe que bestia puede salir de
ese abismo, ni cuando lo hará.
Las muertas de
Juárez, los periodistas asesinados, la omnipresente corrupción, a
todos los niveles; la violencia del narco, los secuestros, los malos gobiernos, los funcionarios venales, el pésimo manejo de la estrategia económica, la inseguridad, las masacres, Tlatelolco entonces, Iguala ahora, y las que se han
cometido contra inmigrantes. Y los tantos asesinatos que, ya de tan
frecuentes, se olvidan.
México tiene un
lado bello, y un lado oscuro. Los que lo amamos miramos la luz, pero
nos duelen las sombras.
Suerte entonces para México
y los mexicanos buenos, que la merecen.
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