En el lugar donde el bus
de la escuela deja a mi hijo en las tardes me encuentro
frecuentemente a un señor ucraniano que también espera a su nieta.
El señor, que no trabaja,
apenas sabe algunas palabras de inglés, a pesar de que lleva por acá
bastantes años. Pero es muy conversador, y esa pequeñez no lo
detiene. De tal manera, pues hemos conversado sobre, qué otra cosa,
la situación en Ucrania y el malvado Putin, ah, Piutin ubliudok,
dice.
Al principio el señor se
deshacía en gesticulaciones, intercalaba palabrejas en inglés, y
se le escapaba una que otra en ucraniano. Entonces, a fin de
facilitar las cosas, eché mano de mis reservas eslavas, y fue como
abrir una compuerta a un toro furioso.
Ahora el señor sólo me
habla en ucraniano.
La buena noticia es que
hasta lo estoy entendiendo un poco.
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