Nieve, y el viento que
sopla del norte arremolina la nevada, enloquecida en la luz
amarillenta de las farolas.
Hay tanta soledad en la
playa que dan deseos de quedarse aquí, como si fuera la madrugada de otros tiempos.
Esta noche el Atlántico
Norte se ve casi elegante, de gris y blanco. Saboreo el aire helado,
recién llegado a esta, la costa final, y miro al Sur, tratando en
vano de imaginar, allá abajo, la noche habanera, de calor terrible y
humedad espesa.
Regreso entonces al norte,
empujando al viento que se empeña en seguir su tonto viaje al agua
negra y helada.
Regreso, hasta la próxima
vez.
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