Pero, desyerbando de la obsesión
del autor con la palabra contrarrevolución, de las
comillas en “disidencia”, de “la calle es de nojotro”, de la
neurosis con el financiamiento de la disidencia, y otros demonios,
hay un par de ideas interesantes, como, por ejemplo, aceptar que el
debate debe ser inclusivo.
Es interesante, sin
embargo, leer como alguien no alcanza, por estar empapado en dogmas,
a percatarse de que hace décadas que la revolución dejó de
revolucionar, que se detuvo definitivamente, y que se estancó de manera
tal que involucionó a lo que es hoy. No ve , entonces, que ya no hay revolución, sino sólo castrismo, o como quiera llamársele.
Y que, por tanto, los
“verdaderos revolucionarios”, frase y comillas que uso para
ponerme a tono, somos los que queremos el desmantelamiento de la cosa
estática.
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