jueves, 30 de octubre de 2014

Deshojando

Las nostalgias, pues tienen capas.

Las más groseras, las más delicadas, y no todas las capas son igual de fáciles de quitar, y no lleva el mismo tiempo quitar cada capa.

Así, se le va deshojando, a la nostalgia, a veces sin siquiera percatarse de que se dejó detrás otro jirón de piel, hasta que un día extraño aparece la resignación. Hay quién ahí se detiene, es de esperar, pero es de esperar que no sea suficiente.

Ánimo. Hay que seguir desollando la cada vez más pequeña nostalgia. Hay que hacerlo, porque tres o diez capas más abajo, está el olvido que merecen las cosas tristes.

Y porque finalmente, cuando se quita la última capa, es como abrir una ventana en la mañana: allí hay un espejo que refleja a un tipo que sonríe.

miércoles, 29 de octubre de 2014

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El NYT por un lado, el Nuevo Herald por el otro, partidarios de cualquier causa blandiendo las hachas, y los cubanos de la isla ajenos a ambos, y a todo.

Evidentemente esto necesita un reset urgente, un regreso a cuando las cosas pudieron ser de otro modo.

Pero no me inviten, que ya yo hice mi reseteo.

Time (not yet) to fly, pero ya se anuncia...

Estaba yo en segundo grado de primaria, y ese día estábamos cuatro o cinco amigos en casa de uno de ellos. De repente, el niño anfitrión nos dijo que tenía una cosa que enseñarnos.

Abrió entonces un escaparate y sacó totalmente la gaveta más baja, dejando al descubierto el fondo del mueble. Y allí había un sobre. Y en el sobre, un montón de fotos pornográficas, de sexo en grupo, en blanco y negro, y a cada participante le habían colocado una franja negra que le cubría los ojos, a modo de protección de su identidad.

Nos miramos perplejos, riendo nerviosamente, pues la verdad, ni siquiera entendíamos de que se trataba. O al menos, yo no lo entendía.

“Asi se hacen los niños”, dijo nuestro avezado amigo, antes de regresar el sobre a su escondite y la gaveta a su lugar.

Tenía yo por entonces 7 años.

…....................

Ayer:

“Papá, sexy es quitarse la ropa, ¿lo sabías?”

Y yo doy un respingo mental, mirando al frente, el volante sujeto firmemente.

“No, sexy no es quitarse la ropa. ¿Quién te dijo?

“Nayeli... ¿Sexy es mala palabra?”

No, no es mala palabra, pero es un concepto que no tiene que ver con los niños, sólo con los adultos”

Entonces ella dijo mentiras... ¡Liar, liar, pants on fire!”

“Majomenos...”

.........................

Mi hijo tiene por este entonces 6 años.

Dos bacalaos

1.

Ensalada de bacalao

1 libra de bacalao desalado
Dos naranjas, en suprema
Tres cebollinos, cortados en rueditas.
Un tomate grande, beef tomato preferiblemente
Uno ó dos pimientos rojos asados, de buena calidad, cortados en tiritas
Aceitunas, 8 ó 10, cortadas en cuartos.

Aderezo de aceite de oliva y vinagre balsámico, a gusto

Mezclar todos los vegetales en un bol.

Saltear el bacalao unos minutos en una cucharada de aceite de oliva, con pimienta. Dejar enfriar.

Antes de mezclar con el bacalao, drenar la mezcla de vegetales, pues los jugos diluyen el sabor. Y antes de echar el bacalao a la mezcla, drenar tambien, pues el jugo que haya es muy salado.

Mezclar, y adicionar la vinagreta.




2.

Bacalao en salsa de cebollas, pimiento, aceitunas y pimentón ahumado

Un kilo de masas de bacalao desaladas

Una cebolla grande, cortada en cuadritos
Un pimiento verde, cortado en cuadritos
5 ó 6 ajos grandes, cortados en trozos pequeños
Una taza de una buena pulpa de tomate (yo uso Contadina)
1 pimiento asado, cortado en cuadritos.
Perejil, cortado pequeño
Aceitunas, cortadas a la mitad
Una cucharada de alcaparras.
Un chorrito de miel.
Pimentón ahumado.
Comino, opcional

En un sartén de paredes altas, poner aceite de oliva, la cebolla, el pimiento verde, los ajos y el tomate. Pimienta, y tapar, a fuego de mediano a lento. Pasados unos 15 minutos más o menos (cuidando que no se pegue ni se seque), adicionar las aceitunas, las alcaparras el pimiento asado, el perejil, y el chorrito de miel. Comino, opcional. Mezclar, dejar cocinar un minuto, y adicionar las masas de bacalao. Espolvorear con el pimentón ahumado y mezclar con cuidado, para que no se rompan las masas de pescado.

Tapar, a fuego lento, hasta que las masas estén hechas y la salsa espesa a gusto. No usar espátula para revolver, para que las masas queden íntegras. De vez en cuando mover el sarten circularmente para mezclar.

Y a comer.


martes, 28 de octubre de 2014

Hablando en NY

En el lugar donde el bus de la escuela deja a mi hijo en las tardes me encuentro frecuentemente a un señor ucraniano que también espera a su nieta.

El señor, que no trabaja, apenas sabe algunas palabras de inglés, a pesar de que lleva por acá bastantes años. Pero es muy conversador, y esa pequeñez no lo detiene. De tal manera, pues hemos conversado sobre, qué otra cosa, la situación en Ucrania y el malvado Putin, ah, Piutin ubliudok, dice.

Al principio el señor se deshacía en gesticulaciones, intercalaba palabrejas en inglés, y se le escapaba una que otra en ucraniano. Entonces, a fin de facilitar las cosas, eché mano de mis reservas eslavas, y fue como abrir una compuerta a un toro furioso.

Ahora el señor sólo me habla en ucraniano.

La buena noticia es que hasta lo estoy entendiendo un poco.

jueves, 23 de octubre de 2014

De la nomenclatura necesaria

Ya teníamos en este asunto de afectos, desafectos y exilios, muchos nombres necesarios, tales como revolucionario, contrarrevolucionario (aunque desde que la Revolución se convirtió en Involución, hay cierta ambigüedad ahí), gusanos, apátridas, exilio histórico, marielitos, balseros, emigrados económicos y emigrados del regetón

Más recientemente pues se ha puesto de moda el termino platista, como contraposición a los que redescubrieron la utilidad del nacionalismo como bandera blanca.

Pero nos está faltando un nombre:

¿Cómo llamar a quien vive en EEUU, la buena vida de EEUU, porque recibió asilo político del gobierno de EEUU, porque huyó de Cuba y del gobierno de Cuba, y ahora se dedica a denigrar al gobierno de EEUU, y a apañar al gobierno de Cuba?

miércoles, 22 de octubre de 2014

Revelación a mitad de semana, mientras sopla un viento frío, y llueve

Todo este tiempo, y apenas se me revela que La Habana está repleta de ventanas abiertas.




Temporada de asombro

Hace unos días había aspaviento porque se leía que a Kissinger le gustaba la idea de atacar militarmente a Cuba.

Eso es ahora, el asombro. En la época de Kissinger, pues se cantaba en las marchas en Cuba “Ae, ae, ae la chambelona, Nixon no tiene madre porque lo parió una mona” Y se quemaban efigies de Nixon. Y de Kissinger.

Hay quién se asombra también de que EEUU y Cuba estén dispuestos a colaborar en lo del Ébola. Pero llevan ambos países colaborando desde hace muchos años en el asunto del narcotráfico, y nadie se asombra por ello.

De pronto pareciera que de veras hay quién cree que están sucediendo cosas nuevas.

martes, 21 de octubre de 2014

Un viejo que sonríe

A ver, abordemos la cosa, una vez más:

En los Estados Unidos, un grupo dice que las condiciones están dadas si la variopinta comunidad cubana en la Florida cambia su posición. O sea, que los que quieren que el gobierno de 55 años termine de una vez, terminen por aceptar que el gobierno va a terminar bajo los términos de los dictadores y sus herederos. Y valgan todas las redundancias.

En los Estados Unidos, hay otro grupo, que no es necesariamente diferente del primero, que dice que lo que debe comenzar por cambiar es la política del gobierno estadounidense hacia el gobierno cubano.

En los Estados Unidos hay un grupo, no necesariamente diferente de los dos primeros, que a los espías les llama héroes, que dice que no fue tan grave espiar en territorio estadounidense para un país extranjero y que pide por la liberación de los tres espías que quedan, llamándolos, por supuesto, los cinco.

En los Estados Unidos hay un grupo, diferente a todos los anteriores, que dice que ya fue demasiado, y que fuera con el gobierno y sus herederos, y que convoquen a elecciones y eso.

En Cuba hay unos 11 millones de cubanos ajenos a lo que piensan todos los grupos anteriores.

Cubanos que están tan atados a su supervivencia, y tan acostumbrados a ella, que simplemente no les interesa nada que no tenga que ver con el próximo plato de comida o la próxima cosa que puedan conseguir para su familia.

En los Estados Unidos hay unos grupos que hablan, y hablan, y hablan sobre Cuba, como si fuera una abstracción.

En Cuba hay un solo grupo, pequeño, que sabe lo que pasa, que sabe lo que viene, pero que nada de eso le importa. Ellos ya no estarán para ese entonces.

Y claro, hay un viejo que sonríe; terco, equivocado, alucinado, tecleando su soledad.

lunes, 20 de octubre de 2014

Las viejas nuestras

Las madres cubanas, nuestras viejas, tienen tanto en común que parecen una sola.

Sus sillones, sus manos con tenue olor a ajo y a jabón, sus tardes de baños frescos, y sus noches de telenovela. Sus ropas sencillas que llevan con tanta dignidad, con la misma que miran, tímidas, a una cámara fotográfica que ni siquiera entienden.

Las madres, mi madre, limpiando de piedrecillas los frijoles del día, y llamando a mi papá con voz cantarina, siempre por el apellido, para que haga esto o aquello. La vieja, poniéndome papeles calientes sobre el pecho para controlar la tos, y guardando un mendrugo de queso para hacerme espaguetis, y que de tanto guardado estaba duro como una piedra. Mi madre, acariciando mi cara hirsuta, diciendo que, ay, donde está tu carita de niño.

Mi mamá en el sillón, inmersa en los diálogos de plástico de sus programas favoritos, sosteniendo los espejuelos con los dedos de su mano derecha, como si temiera que se le fueran a salir corriendo de la cara. Mi madre, sentada en la oscuridad, esperando a que yo llegue en la madrugada, sólo para darme un beso e irse a dormir. Mi madre, con la sabiduría simple y certera de las madres.

La extraño, a la vieja.  

sábado, 18 de octubre de 2014

Root canal

“¿Y se lo ha hecho antes?”, dice el dentista en tono profesionalmente casual. “Si, cómo no”, respondo yo en tono profesionalmente calmado y conocedor. Y estoy igualmente cagado, quisiera decirle, pero sólo me sale un rápido suspiro.

“Are you all right?”, me pregunta el dentista, con esa frase que se sabe que por estos lugares usan lo mismo con alguien que llora o con alguien que yace reventado en el concreto porque se lanzó de un décimo piso. “Si, como no”, y siento que ya debo ir pensando en otra respuesta.

“Ok, there we go…” Y me inyecta en la encía con una jeringuilla metálica, que ya es hora de que no usen más jeringuillas metálicas, coño, que son aterradoras, tanto como las demás herramientas de tortura que he estado observando en la bandeja que está a mi derecha y entre las que hay una caja con barrenas y otra con limas.

“And one more, in the inner side… three seconds, two, one. Done! You are doing very well” Este hombre conoce a sus parroquianos, y sabe cómo ir derribando la incertidumbre que provoca el pánico. “Ahora regreso…”, me dice y sale del cubículo, mientras yo paso mi lengua por los alrededores de la muela, para comprobar que ya no siento nada.

Tengo una idea aproximada de lo que va a suceder. El dentista va a destruir, a extirpar los nervios que están dentro de las raíces de la muela y la va a dejar capada, insensible al dolor. Esa es la versión corta. La versión larga en realidad dura entre treinta y cuarenta minutos. Y eso no es una idea aproximada. Es un hecho, que me lo dijo el dentista. Cuarenta minutos, le ronca, pienso mientras siento una ligera taquicardia, las manos que casi me sudan y una incipiente claustrofobia comienza a inquietarme. ¿Me taparán la cara? Porque ahí sí que no, que me ahogo, que yo…

“¿How are we doing?” Regresó el dentista. “Feeling all right?”, me dice amable. “Sí, como no”, le digo. “OK then. I am gonna put this ring…” Y comienza a describir lo que hace, yo se lo agradezco, la verdad, su intención es que yo me relaje, no es su culpa que no logre. Ahora tengo una cosa metálica alrededor de la muela y además un terso trozo de latex que va evitar que el escombro de mi muela caiga hacia mi garganta, provocándome unos deseos irresistibles de toser para no tragarme los trozos de hueso con peste a quemado, en fin, que me gusta la forma en que piensa este mecánico dental. Porque la verdad, dentista, doctor, y todo lo demás, es un eufemismo para nombrar a estos acaudalados mecánicos dentales. Este, por ejemplo, maneja una SUV Mercedez Benz, de las grandes.

“Gimme number…”, y así, de repente, comienza un diálogo entre el dentista y la asistente que consiste en él pidiendo cosas que son números y colores, y ella alcanzándole delgadas barrenas, que deben ser de acero al manganeso o al tungsteno, para un taladro de alta velocidad que abre el hueso y deja expuesta la carne, y seguidamente otras barrenas, de amplias espiras, que se usan a baja velocidad, y que entran suavemente en los canales de las raíces de la muela y salen arrastrando una pulpa rosácea que sospecho era el nervio.

Yo sé todo eso porque estoy viendo lo que está sucediendo en el reflejo del lente de un aparato que ahora flota sobre mi cara y que debe ser una suerte de microscopio, y hasta me está resultando entretenido, inclusive me relajé bastante, debo admitirlo. “Ud tiene tres raíces en las muelas, sabía? Más trabajo para mí…”, me dice el doctor que también parece divertido, y por un breve instante me siento mutante del circo particular de los dentistas. Y entonces arremete y comienza a raspar el interior de los canales, con unas delgadísimas limas que alcanzo a ver y que me aterra pensar que se pudieran partir y quedar atrapadas en los canales de mi muela, y que en lo adelante cada vez que pase por el chequeo de seguridad de un aeropuerto suene la alarma y Homeland Security me ponga en la no-fly list, y que…

“Nos quedan unos diez minutos…”, me interrumpe el hombre, y comienza a recitar las precauciones que debo tener, que debo y que no debo hacer, mientras va colocando unas barritas blancas dentro de los canales, “You´ll feel now some pressure and there is going to be some smoke…”, y así es, la presión es insignificante, pero veo una ligerísima voluta de humo salir de mi boca, y la peste a goma quemada me inunda la nariz, mientras el doctor sigue recitándome con voz monótona los síes y noes, y ya está, otra radiografía, just to check my work, y en la pantalla se ve una imagen de una masa oscura de la que parten tres largas raíces, y que puede pasar por un tubérculo.

El regreso a casa es sabroso, alegre, la luz brilla más, hay mejores colores y el tráfico no me molesta. Debo estar inundado de adrenalina, endorfinas y quién sabe qué más, y todavía tengo dos horas de anestesia. Buenas noticias por doquier.

Sin embargo, no dejo de pensar en lo último que me dijo el mecánico dental:

“La otra muela, la hacemos en una semana…”

viernes, 17 de octubre de 2014

Náufrago

Ayer una amiga tuvo la amabilidad de invitarme a un grupo de Facebook.

Yo no pertenezco a grupos de ningún tipo, ni afuera ni adentro, y eso por principios, en primer lugar, porque bastante fueron cederres, sindicatos y mierda y media, y en segundo lugar por fobia a los molotes. Pero los principios son para ser violados, y las fobias para enfrentarlas, así que acepté el experimento.

Debo decir que es de lo más intenso que he visto en FB.

Fue como llegar a un inmenso salón al cuál de repente comienzan a entrar desconocidos por puertas y ventanas, en tropel, y hablando sin parar, arrastrando consigo temas, conversaciones, conflictos y antipatías ancestrales. Un ruido increíble, que se transformó en una inundación de notificaciones.

Abandoné el grupo, pues confirmé eso de que no me gustan grupos ni filiaciones.

Confirmé además que, crear un grupo de cubanos en FB, y esperar que sea diferente a lo que hay cotidianamente en estos lares, es como trazar con el dedo un círculo en el agua, en medio del océano, y esperar que haya algo diferente a agua salada...

jueves, 16 de octubre de 2014

Curiosidad

La curiosidad irracional que, entre otras cosas, mató al gato.

O la irresistible, la que nos trajo hasta aquí, a los humanos.

La curiosidad terrible, esa pues, la que te toma por el brazo y te arrastra a lo oscuro, al borde, allá abajo o allá adentro.

O la que me hizo buscarle un nombre, morderte en silencio y lamerte los rincones.

La misma curiosidad, la que me hace escribir, y que es buena.

martes, 14 de octubre de 2014

Brevísima historia de un papelazo

Iroel Sánchez, escriba, se lanza nada menos que contra los noruegos, haciéndose eco, nada menos, que del líder histriónico de la involución, y pone, además, algo de su cosecha copy-paste.

Entonces el embajador de Noruega en Cuba lo honra con una respuesta, y le recomienda que escriba con cualquier sobre duda sobre la OTAN y su actual Secretario General, y ex-presidente de Noruega, Jens Stoltenberg, a un correo electrónico de dicha organización.

Con respecto a su pregunta sobre el secretario de OTAN mi sugerencia es que usted tenga el valor de dirigirse directamente a la organización correspondiente: pao@fchd.nato.int”, le dice el diplomático al amanuense.

Y responde entonces el pobre hombre:

Sr embajador:

Para un cubano no es necesario escribir a la OTAN.

Pertenezco al pueblo de Fidel Castro; el hombre que hace algunos años en una Cumbre UE – América Latina efectuada en Brasil cuestionó la doctrina de la OTAN y aun nadie ha tenido el valor de responderle.”


Esta es de esas ocasiones en que me tienta poner un cartel en mi casa, en mi carro, frente a casa de mis amigos, y en Times Square que diga:

“¡Yo soy cubano, pero no tengo nada que ver con esa gente!”

lunes, 13 de octubre de 2014

Arroz con costillas de res en Columbus Day

Este es un plato donde hay sugerencias valiosas de Verónica Cervera, técnicas aprendidas de mi suegra ,y una que otra idea mía, que además, oye, lo cociné.

Primero, cocinar las costillas:



Sellar las costillas en la olla de presión, adicionar cosas que den sabor y aroma, en un saquito, o bouquet garni, como le dicen los franceses, que inventaron casi todo en este tema.





Como voy a a cocinar tres tazas de arroz arborio, le pongo 7 tazas de agua a la olla, la séptima para compensar pérdidas por evaporación, etc. De inmediato se forma un caldo oscuro, con los residuos del selle de la carne. Va bien.



Cocinar en la olla de presión por media hora. Se ve un caldo sabroso ahí…

Mientras, pues hago un sofrito, donde hay tantas variantes como cocineros. Pero en esencia, cebolla, ajo, tomate triturado, pasta de tomate, vino blanco, sal y un chorrito de miel.



Por aca, ají cachucha, ajo, perejil, triturado Además,turmeric, comino y azafrán.



En la olla arrocera, un poco de aceite de oliva, se sofríe un minuto lo anterior, para saborizar ese aceite. 



Adiciono el arroz, 3 tazas, sofrio un poco. 


Adiciono el sofrito, mezclo.



 La carne, y seguido, el caldo, 6 tazas






Azafrán, ajusto sal, y he aquí el resultado:




Rico para un dia con familia, amigos, y cervecita bien fría.

Bélgica: Una orgía de ancianos deja siete muertos

Quisiera para morirme,

como se murió Mandinga:

cabalgando una mulata

y dando tremenda lata

domingo, 12 de octubre de 2014

Domingo greco-judeo-havanero (II)

Esta versión de la sopa de pollo es con albóndigas de carne, en lugar de piezas de pollo.

Mas aún, las albóndigas son tipo mazto balls. Más aún, separo las claras de las yemas, las claras las hago merengue, las incorporo a la mezcla al final, y salen unas albóndigas-matzo balls esponjosas, llenas de sabor.

Es más, la carne de las albóndigas es de pavo.

O sea, esta es mi sopa de pollo, con bolas matzo de pavo. Y cebollinos, que no pueden faltar.





Domingo greco-judeo-havanero (I)

Se sabe que uno de los mayores aportes de la cultura helénica a la Humanidad es la masa phyllo ( φύλλο), a la cual ya Homero se refería cuando escribió aquello de “Al filo de la aurora de rosáceos dedos, etc…”

Y entonces me pregunté qué tal quedaría una versión de sándwich cubano en filo, y enfilé para el deli, y compre sendos ingredientes, los envolví en la masa, y después de horneados y probados, creo que esta fue la verdadera razón de la guerra de Troya.





jueves, 9 de octubre de 2014

México lindo, querido y brutal

Yo quiero entrañablemente a México.

México me acepto como uno de los suyos. Allí recuperé mi dignidad, adquirí ciudadanía, y aprendí a ser ciudadano con derechos y deberes, allí rehice mi carrera, aprendí a ser libre, conocí mucha gente valiosa y amable, amé y fui amado.

México es, sin más, mi Patria adoptiva. Patria que es, además, peligrosa y voluble.

Vivir en México es como navegar sobre aguas que parecen estar en calma, pero que a la vez son oscuras, profundas, y nadie sabe que bestia puede salir de ese abismo, ni cuando lo hará.

Las muertas de Juárez, los periodistas asesinados, la omnipresente corrupción, a todos los niveles; la violencia del narco, los secuestros, los malos gobiernos, los funcionarios venales, el pésimo manejo de la estrategia económica, la inseguridad, las masacres, Tlatelolco entonces, Iguala ahora, y las que se han cometido contra inmigrantes. Y los tantos asesinatos que, ya de tan frecuentes, se olvidan.

México tiene un lado bello, y un lado oscuro. Los que lo amamos miramos la luz, pero nos duelen las sombras.

Suerte entonces para México y los mexicanos buenos, que la merecen.


miércoles, 8 de octubre de 2014

Canelones in memoriam

Sin que tenga que ver con nada de lo que he leído o escrito hoy, me acordé de cierta vez que me invitaron a comer en el Barrio Chino allende en la ínsula. Y pedí canelones de camarón.

Yo tengo especial relación sentimental, además de gastronómica, con la lasaña, el risotto, la buena pizza de jamón o ceviche, y con los canelones. Y es que hubo una época que en mi Habana había sólo tres o cuatro pizzerías donde se podían comer esas delicias, de las que recuerdo a Doña Rossina, Montecattini y La Romanita.

Los viejos siempre me llevaban a esas pizzerías, a hacer unas colas de un par de horas, aburrido, de pie, sin baño. Pero al final, comíamos sabroso.

El caso es que pedí los canelones, años después, en el Barrio Chino. Y me sirvieron dos tubos macizos de harina y, encima, un triste camaroncito acurrucado. Me comí el camaroncito y destripé el tubo de harina, esperanzado, pero sólo encontré más engrudo, y nada más.

Le devolví el plato al mesero, y ya no pedí otra cosa. Debo decir que no me lo cobraron, y que yo no he vuelto más nunca al Barrio Chino de mi Habana.

Ni más nunca me he comido unos canelones como aquellos de jamón, que compartía con mis viejos.



martes, 7 de octubre de 2014

De altruismo y emergencias

El Boli era el tipo de la sonrisa fácil. Lobuna, diría yo, pues el Boli tenía esos colmillos protuberantes que uno asocia con depredadores, vampiros, o con Hilda Rabilero.

El Boli no es muy alto, quizás mida un metro setenta, y siempre miraba a los ojos cuando te hablaba. Y cuando te hablaba, lo hacía como su padre: con dicción clara y un deje algo despectivo, con tono seguro, definitivo, aleccionador, como si estuviera siempre diciendo la esencia de las cosas. El Boli, con 15 años, hablaba como un cuadro dirigente.

Venía frecuentemente por la casa, a visitarnos, manejando el carro de su padre, un Lada rojo. Entraba, los colmillos relucientes, manoseando el mazo de llaves que invariablemente me distraía, pues ni lo colocaba en el bolsillo, ni lo dejaba sobre alguna mesa. Juguetaba con él, nerviosamente, y el tintineo de las llaves, que era la música de fondo del discurso del Boli, podía llegar a ser exasperante.

El padre del Boli era un funcionario que viajaba al extranjero con frecuencia. Tenían una casa amplia en Santos Suárez, de puntal alto, llena de sombras frescas. En la sala, desde encima de un mueble que guardaba copas, vasos con banderas e inscripciones conmemorativas de varios países, e inútiles platos con diseños rococó, destacaban un televisor Sony Trinitron y una videocassetera Betamax, que cubrían con un trapo cuando no los estaban usando. Más arriba, en la pared, colgaba un cuadro oscuro, con una silueta a contraluz de la cara de Fidel, y de una voluta de humo.

El día que el Boli nos anunció que, terminando en la Lenin, se iba a estudiar medicina, estábamos precisamente en la sala de su casa, reunidos para ver una película llamada “La Espada de Gedeón”, en inglés, sin subtítulos, la acaba de traer el viejo de Canadá, nos dijo mientras colocaba el cassette en el aparato de video. Yo me aburría como una ostra, pues no entendía que estaba pasando en la película, cuando el Boli dijo lo de la medicina, y eso dió pie a felicitaciones, conversación, y creo que hasta dejamos de ver la película y jugamos dominó.

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La medicina, pues tiene características únicas. Es la profesión más demandada, más importante, más apreciada, y requiere vocación infinita. Y es, hipocráticamente, altruista y humanitaria en su fundamento.

Es por ello que los médicos, es sabido, son miembros distinguidos y destacados en cualquier sociedad. Nadie les escatima ni cuestiona privilegios ni emolumentos. En los Estados Unidos, por ejemplo, es una profesión que se asocia con el bienestar económico. Mi dentista, por ejemplo, maneja un Masseratti, tiene su yate en la Florida y juega golf en Arizona.

El Boli, por su parte, sin mayores carencias, fue un feliz estudiante de medicina.

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En el año 1992, en una de mis breves visitas al barrio, me encontré al Boli. Vestía uniforme militar que parecía quedarle grande. Estaba muy delgado, algo demacrado, lo cuál por demás era un signo de esos tiempos. Le dí un abrazo, y olía a sudor, a gasolina y a calle recalentada. Su cara estaba oscurecida por el sol y por el hollín que le impregnaba los poros. Ando en una moto que me asignaron, nos dijo en algún momento, ya sabes, en las FAR la cosa es más fácil, tengo jabita, con comida y cosas de aseo personal, y ahí voy tirando.

Y sonrió con timidez, los colmillos apenas asomando.

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Médicos sin Fronteras, por ejemplo, es un gran ejemplo de altruismo. También Orbis International, el avión equipado con un salón de operaciones, esperanza itinerante para los afectados por problemas oculares. O Barrio Adentro, la iniciativa popular soportada por más de 40,000 médicos cubanos y el petróleo venezolano. O los 14,000 médicos cubanos que en Brasil trabajan en zonas marcadas por la pobreza, cobrando solamente una fracción del salario, cuya mayor parte es abonada directamente por el gobierno brasileño al gobierno cubano, lo cuál es un gran ejemplo de altruismo rentable.

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Hace unos días hablaba con un gran amigo. “O mira al Boli”, me dice de repente, “Cardiólogo, cirujano, tú sabes, y está hecho pinga. A la casa se le cayó el portal, y por dentro la tienen toda apuntalada. Allí se quedaron los viejos, él les da una vuelta a cada rato, porque pasan tremendo trabajo con todo. Él está metido en un cuarto por Ayestarán, viviendo solo. El carro ya no funcionaba, lo vendieron porque no podían mantenerlo, y además está pasando las de Caín con tres chamacos, divorciado, ya tú sabes... Dice que lo que está es loco por una misión al extranjero, para cualquier lado, a Papua Guinea, a la Antártida, adonde sea, a ver si se busca unos pesos...”
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Pensé en el Boli cuando vi que estaban enviando médicos cubanos a otra misión altruista, esta vez a combatir el Ébola en Africa. No sé si esa sería la oportunidad que el Boli está buscando, porque él no es epidemiólogo. Pero si no es esta, es la que sigue. O la otra.

Porque mi amigo el Boli, cardiólogo y cirujano, tiene una emergencia.

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“Ah, y se le cayó un colmillo, brother. Ahora tiene una sonrisa extraña, como indefensa, ¿tú sabes?...”