Ni por un segundo relaja el entrecejo. Ni cesa de gesticular con vehemencia.
Ni deja de decir, “Tú
estás equivocado...”, “Es que tú no entiendes...”,
“Nosotros...Ustedes...”
Lo escucho, sin embargo, con atención. Es un tipo listo, aunque eso no cambie nada. Sobre todo, porque no
logra responder mi pregunta, la pregunta que le repito pacientemente al terminar
cada curva, al fnal de cada declaración de principios, en la pausa
entre los discursos enlatados.
“Pero, dime, por
favor: ¿qué es lo que defiendes?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario