domingo, 15 de febrero de 2015

El breve espacio que ya no está

De nuevo habló Pablo Milanés.

De nuevo dijo que no le gusta el gobierno cubano, que lo considera un estafador y que, además, ese gobierno aún le debe una disculpa por los meses que lo recluyó en la UMAP y en una celda en La Cabaña.

No es la primera vez que Pablo Milanés ha dicho lo que piensa, sin afeites ni paños tibios. Ha ido a fondo y ha dicho cosas contundentes.

Será mejor hundirnos en el mar, que antes traicionar la gloria que se ha vivido, por ejemplo.

Esa es una de las frases que cantó, ha cantado, tantas veces, en tantas tribunas, en tantos levo-aquelarres, y ni siquiera uso el Google para transcribirla. Me la sé de memoria.

Se necesita mucha convicción, credo y entusiasmo para escribir algo así, y después decirlo públicamente sin sonrojarse. Nótese que es una suerte de clásico epílogo fidelcastroico; catastrófico, mesiánico, un ´Patria o Muerte´, un ´Dentro de Revolución todo, fuera de ella nada´, un ´Abajo la gusanera´; la muerte, la muerte, la muerte, siempre la muerte.

Sin embargo, lo dijo con elegancia, sin aspaviento ni manoteo; se lo cantó a una mujer que se encontró alguna vez en un lugar donde había crecido un árbol -que quizás no han talado, si ha tenido tanta suerte-, y a la que se lo recita con harto lirismo, en épico grand finale, cuasi sinfónico, sin que se precise una marcha combatiente para vociferar el coro. Basta con la melodiosa voz de Pablo cada vez.

Para manifestar un deseo como ese se requiere, además, una exaltación cercana al éxtasis religioso; una absoluta vocación por el fatalismo izquierdoso es necesaria para desear tamaña catástrofe: que se ahogue en agua salada la nación en pleno, hasta el último niño, si llegara el caso en que la desagradecida nación cambiara de opinión y dijera que la gloria vivida es una mierda, que lo que en realidad necesita es un “un mañana mejor, con felicidad, con libertades y con (…) prosperidad”

Bueno, yo soy un librepensador. Le reconozco el derecho absoluto, a la nación y sus ciudadanos, a tener opinión, y a cambiarla si así lo desean, sin que por ello se tenga que hundir en el Caribe la maltrecha isla, dejándonos sin trovadores ni balseros.

A Pablo también le reconozco ese derecho a pensar diferente, por supuesto; al cabo también él es parte, e importante, de la nación.

De hecho Pablo ejerce ese derecho a plenitud cuando dice que aún defiende la idea original, la de 1959; que sigue siendo de izquierdas; que él es un revolucionario; que el socialismo real fracasó, pero que apoya a Evo Morales y Correa, mientras que Mujica es su ejemplo a seguir; que se alegra de que hayan regresado los presos (sic) cubanos; que las reformas son un maquillaje; que está decepcionado con los dirigentes que lo engañaron (¡!); que el pueblo cubano está en una agonía que ya ha durado 50 años; que asume el pasado, y que tiene claro lo que piensa. También deja claro, por cierto, que la tierra firme, por suerte, ya no lo inhibe.

Pablo finalmente tiene la idea: Cuba no es, entonces, ni próspera, ni justa, ni lógica; tampoco está, por suerte, hundida en el mar, si bien lo está en la desesperanza.

Pablo, que es más digno en su sinceridad que Silvio en su indecente inercia, imaginó a su país en sus canciones -de buena y equivocada fe-, como el amplio espacio para sus románticos sueños juveniles de felicidad, libertades y prosperidad.

No pudo imaginar, sin embargo -y bien podía haberlo hecho-, que Cuba, en realidad, sería algo muy diferente; que sólo llegaría a ser, muy a nuestro pesar, ese espacio breve que, tristemente, ya ni siquiera está.

2 comentarios:

  1. ¡Muy buen artículo! Me encanta como mezclas las letras de sus canciones con tus comentarios… ¿Y qué demonches será el socialismo real? ¿El que padecimos es irreal o surreal? De ampanga. ¡Sigue escribiendo! Saludos desde Taos…

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    1. Gracias Teresa! Si el socialismo real es as{i, no quiero ver el de mentiritas...

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