Esa proclama oficialista no habla de talentos, ni de aptitudes o calificaciones; sólo tiene en cuenta raza y género. Es sólo una intención, una directiva. Ni siquiera es una enmienda a una injusticia que se haya cometido, como pudo ser el haber elegido en algún momento, como miembro del Buró Político o el Comité Central, a un blanco masculino idiota en lugar de a una mujer negra inteligente, esta última el sumum de la diversidad, de acuerdo a los términos de ese discurso redentor.
Es indudable que el espíritu de la proclama siempre ha sido la culpabilidad.
Se ha tratado de enmendar la realidad con un dedazo maquillador; se lamentan los ideólogos de que no haya más negros o mujeres entre los líderes de la Involución no porque piensen que se está cometiendo una arbitrariedad, sino porque temen que la falta de diversidad mancille los principios igualitaristas del castrosocialismo.
Resulta entonces que, para mi no-sorpresa, algo parecido he leído esta mañana en El Nuevo Herald.
Un artículo, titulado “Los Oscar ponen en evidencia la falta de diversidad”, trata el tema de la (falta de) diversidad y cita, entre otros, a la hermosísima Lupita Nyong´o, a estadísticas, a un académico y, por supuesto, a Spike Lee. Nos informa, además, sobre lo sesgada que resulta la membresía de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, con 94% de blancos, 77% de hombres… y su Presidenta, una mujer negra.
Lo leí, y pensé que todavía está por escribirse un artículo sobre la (falta de) diversidad –y lo más importante, sus razones– en las profesiones, los oficios, la migración, los barrios-guetos, la ciencia, la música, o el deporte. Por ejemplo, en el futbol americano, el baloncesto, el hokey sobre hielo, el ajedrez o el tenis (en mi beisbol no, por cierto; ese está por encima de esas cosas… Go Dodgers!)
No es mi intención ahondar, al menos en este texto, en los por qués de la falta de diversidad en casi todo lo que nos rodea. Pero, si así fuera, pudiera empezar por preguntar por qué casi todos los cubanos en los Estados Unidos se amontonan en un solo Estado, en una sola ciudad, en un solo condado. O cuál es el grado de diversidad en los llamados Section 8, o las cárceles, o las universidades, si es esa diversidad comparable a la que existe en la NBA, la NASA, los Grammys, o los Oscares.
Pero ya lo mencioné: no es mi intención, y no voy a preguntar.
La diversidad va mucho más allá de cumplir con una cuota de raza o género, y alcanza no sólo a mujeres y negros, sino también a nosotros, los de origen hispanoamericano, y a otros grupos étnicos y minorías. Pienso entonces que la idea tras el reclamo por la diversidad parte de la crispación por el problema racial; problema que existe, que es real, y omnipresente.
Pero el racismo no se resuelve por decreto.
El racismo es un componente de la parte más turbia de la naturaleza humana, como lo es matar por placer o la pedofilia. No pienso entonces que haya una solución definitiva a algo que se genera en un retorcido sentimiento humano. Pero, como dijo el cantor, no todo está perdido; algo se puede intentar hacer (no escribir artículos sosos, por ejemplo).
Nosotros lo intentamos en casa, todos los días, educar (y también no escribir artículos sosos), y por eso mi hijo todavía no sabe de razas, ni de diversidad.
Nunca se ha hecho énfasis en mi casa en distinguir o diferenciar a alguien por su color, o en discutir su apariencia. A mi hijo entonces le da igual el color de piel, el pelo, o los ojos de sus amigos. Hay que aceptar que las personas son diferentes, se le dice, y él lo asume de manera natural.
Pero se le recuerda cada vez, en cada ocasión pertinente, que a esas mismas personas hay que juzgarlas por la forma en que piensan, por cómo se comportan, por su valía como ser social. Y, de acuerdo a ello, incorporarlas, o no, en nuestro entorno y preferencias. No por cuota, no por culpabilidad, sino por sentido común.
Ojala sea ese su criterio para eso que llaman diversidad, que no es otra cosa que Humanidad. Eso es parte del legado que le dejamos.
Ojala también que él sea tratado de la misma manera, a pesar de ser de origen hispano; y a pesar de ser blanco, de ser hombre, y de vivir en el país más libre, más interesante, más diverso, y más racista en el planeta Tierra.
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