jueves, 19 de febrero de 2015

Héroes pírricos

Hace unos días escribía que el desgobierno de Cuba a cualquier cosa le llama héroe.

Para ganarse esa distinción de dudosa valía todo lo que se necesita es hacer algo a favor de ese desgobierno. O en contra de los Estados Unidos, aunque pienso que, en este último caso, a la luz de la mano que le ha tendido Obama al dinosauriato, quizás la retórica varíe momentaneamente y se comience a hablar del capital despiadado, la mafia miamense o el calentamiento global, para sustituir aquello del norte revuelto y brutal.

El clásico de clásicos son, por supuesto, los cinco rollizos espías que el FBI siempre tuvo ubicados y monitoreados hasta que llegó el momento de encarcelarlos, cebarlos, para al final canjearlos por el depauperado Alan Gross.

O véase este otro caso, que apenas acaba de suceder: la infanta Mariela Castro le ha entregado un reconocimiento, llamado “El mayor amor”, al padre y a la madrastra de Elian González, el triste muchacho ex-balsero. El premio es otorgado por primera vez por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), y en lo adelante se adjudicará cada año a personas que hayan construido familias ejemplares.

Dejando a un lado la perplejidad que debe sentir la comunidad oficialista LGBT, al ver que su alma mater otorga premios a una familia ejemplar y, supongo yo, heterosexual, en lugar de a una ejemplar familia de gays -en estos momentos es posible que Francisco Rodríguez Cruz, aka Paquito el de Cuba, esté redactando una iracunda reclamación al respecto-, decía yo entonces que, en Cuba, a cualquier cosa se le llama héroe.

Y fuera de Cuba también, claro.

En los Estados Unidos, por ejemplo, donde se designa héroes a los que en Cuba se manifiestan como opositores. En este caso, todo lo que se necesita para esa otra distinción es decir algo en contra del desgobierno cubano. Y ser valientes, por supuesto, que ya se sabe es condición necesaria, aunque, lamentablemente, no suficiente.

Los problemas en realidad comienzan cuando alguien se pregunta que hay de heroicidad en sobrevivir por una feliz casualidad a un terrible viaje en balsa, o en verse atrapado en un forcejeo entre un megalómano y un megapaís.

O cuando se habla y se dice, sí, pero en el acartonado discurso de los opositores no se escucha ni siquiera una sola idea acerca de un programa de gobierno alternativo, de un plan para el país que viene, de algo que les hiciera ganar una hipotética elección. y que no sea sólo oposición per se.

O cuando una facción de las Damas de Blanco, al parecer instigadas por su líder Berta Soler, ataca como un cáncer a otras Damas de Blanco, y nada menos que usando el mismo mecanismo de los represores: el del mitín, la turba, la chusmería, y la humillación.

La batalla por Cuba, pues aún continua: de un lado, el desgobierno de Cuba, que lucha por mantener el poder absoluto; del otro, el gobierno de los Estados Unidos, que maniobra para ese desgobierno desaparezca de una vez. Mientras, la marejada va sacando a a la orilla a héroes de turno, pírricas banderas que cada parte ondea, a falta de otras mejores.

Nadie sabe quién al final mostrará en su mano los despojos de nuestro pobre país y dirá que esa es su victoria; no es posible todavía saber quién ganará esa batalla.

Pero, si hay algo de verdad en que por los héroes se juzga a la batalla, entonces esta todos los cubanos ya la hemos perdido.

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