Mi niño es de vidrio, exquisito y frágil, bello y tenue, y si es difícil tomar de la mano a un niño de vidrio y sacarlo al mundo, más dificil aun será dejarlo alli, sin tenerlo de la mano.
Por ahora nunca estamos lejos de él. En el parque, de diversiones para él, de angustias para nosotros, lo instamos a hacer todo lo que hacen los demás niños, corriendo a su lado cuando podemos, temblando cuando sube a un tobogán, vigilando a los niños mayores que corren desfrenados, anticipando el choque, el atropello, el golpe. Sólo atinamos a decir ¡Cuidado! y ¡Cuídate la cabeza! tantas veces que ya él lo hace, que maravilla, ya comienza a tener cuidado, en ese laborioso y largo proceso que lo llevará a tomar conciencia de su especial condición.
A veces nos parece que ya nos hemos acostumbrado a la idea, a todos esos cuidados y desvelos, que ya son lo normal por ser cotidianos, pero no, no es ni remotamente así. El sábado fuimos al parque y mientras mi niño subía a una plataforma que da acceso a los toboganes, el niño que iba enfrente decidió regresar y ambos tropezaron y cayeron de la plataforma, que estaba a un escaso medio metro del suelo. El otro niño, algo mayor, cayó de frente, apenas tocó el piso con sus manos y ya estaba en pie. Mi hijo iba cayendo de espaldas y nunca sabré si su cabeza golpería el suelo o no o si lograría romper la caída con esos buenos reflejos que afortunadamente tiene: yo estaba lo suficientemente cerca y me lancé, en un instante que duró demasiado, y logré agarrar el cuello de su abrigo y sostenerlo antes de que golpeara el suelo. Fuera de un poco de llanto por el susto, nada más pasó. Esta vez ganamos nosotros.
Llegará el momento en que no estémos para sostenerlo. Será una bella obra de frágil vidrio en medio de un ganado en estampida que va a necesitar mucha suerte para no quebrarse. En eso pensaba ayer mientras manejaba hacia mi casa y lloré por tanta impotencia y tristeza, lloré tanto que tuve que detener el carro y esperar a que se recompusiera mi armadura. Y pedí, por si alguien me estaba escuchando, que lo ayuden, que le den la oportunidad de permanecer intacto, que no me lo rompan.
Por favor, por favor...
Si alguien escucha mis plegarias, que sepas que somos dos. Por él y por ti.
ResponderEliminarAy, havanero, he llorado contigo y mucho. Qué difícil. Aprenderá a cuidarse, verás. Y los otros también lo cuidarán. Es increíble lo que luego los otros niños hacen por sus semejantes cuando se les explica.
ResponderEliminarhavanero heyorado como tiera firme y pedire por tu bebe y un anjel te lo cuidara por toda la vida y fuerte que dios no le farta a nadie
ResponderEliminarLos admire el dia que supe de la enfermedad del chama. Y pedi por ti y por el en silencio, mientras miraba a la mia caerse y pararse como el otro chama. Y hoy sigo pidiendo para que seas fuerte y puedas vivir con la zozobra sin que te asfixie. Somos muchos pidiendo por el chama y eso ayuda, siempre. El aprendera a cuidarse y andara por la selva con cuidado, pero andara.
ResponderEliminarUn abrazo brother.
Tengo que comentar en anonimo y no tengo tiempo para ver que le pasa a Firefox ahora. el de arriba es mio
ResponderEliminarJulio
Gente, gracias todos por su apoyo, y me disculpan la muela pero tenía eso adentro y el blog es bueno para estas cosas, para las catarsis...
ResponderEliminarSeguimos andando
Ay coño! Yo también he llorado, con angustia y con esta empatía tan mia...
ResponderEliminarMis plegarias también serán para él, para tí, su mamá.
Se va haciendo mayor, ya se nota...aprenderá cada vez más, con vuestro apoyo, sin dudas lo hará.
Ánimo!