Después, los plebeyos se sublevaron y radicalizaron; levógiros a la izquierda; dextrógiros, a la derecha, y las cosas se complicaron.
Como las células, y la religión, la política se fragmentó; dividió los todos, ramificó lo unido, agrupó facciones, multiplicó mentirosos; los acomodó a todos en dendritas cada vez más complejas, y así la política se convirtió en razón de ser de legiones de periodistas y académicos.
Alguien le llamó entonces espectro a la variedad; el término sin embargo es insuficiente, pues el espectro es apenas bidimensional. Izquierda, derecha, demócrata, republicano, socialista, fascista, son sólo opciones puntuales en un universo de ideologías; la complejidad que ha alcanzado el pensamiento político es tal que tan sólo la tridimensionalidad logra describirla. ¿Evolución? Así parece. ¿Deseable? Por supuesto. ¿Necesario? Totalmente; en la variedad está la supervivencia.
Tal es así, que el retroceso, a señores y vasallos, a dirigentes y dirigidos, la reducción de la riqueza política al monopartidismo -tan aberrante como lo sería el regreso de los vertebrados a la protocélula-, ha condenado a todos los regímenes totalitarios a la extinción temprana; en el mundo 3D de la política contemporánea, los arquetipos de lo obsoleto -el socialismo y el comunismo- ya son dos líneas espectrales que dejaran de brillar a corto plazo; coordenadas x,y,z que no llevarán -ni han llevado- a ningún lugar que valga la pena.
Cuba, a la cabeza de las involuciones, tiene el ridículo discurso que se han inventado los mandarines cubanos para maquillar su fracaso: la engañifa acerca de los “tipos de democracia”, con la apostilla de que -horror- lo que tienen en la isla es una “variante válida”, y no una dictadura sin futuro. Pero es sólo un desvarío -comparable a la astrología y el creacionismo-, antesala de la desaparición de esa singularidad.
Por otra parte, aun en plena democracia, aferrarse a la rígida coordenada que establece una ideología, es perderse la riqueza de la libertad de acción y pensamiento.
Quizás el próximo paso evolutivo sea entonces la prevalencia del pensamiento libre e incluyente; la práctica de la política con sentido común, de lo que se debe hacer, y no las camisas de fuerza de las fidelidades partidistas.
Sería entonces la era de la política de los no-partidos, la hora de los individuos: el mundo infinito 3D, el de la diversidad total, donde todos tendríamos algo que decir y, con suerte, que alguien nos escuche.
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