viernes, 17 de abril de 2015

Los soldados de la involución

En cierta ocasión, por aquella época en que de repente comencé a pensar y hacía pininos con los ¿por qué?, un grupo de profesores de la CUJAE escribió un documento, o se manifestó, ya no recuerdo bien (alguien tiene que acordarse de eso, que por aquí hay harta cantidad de tembas…), en franco desalineamiento con la cosa cotidiana.

Vino al caso en una conversación, y pregunté por qué algo así no se podía informar, ventilar, debatir, en el Granma -el periódico, no el yate de la urna de cristal-

“Porque hay muy poco espacio en el periódico para informar sobre cosas realmente importantes; no se le puede dedicar atención a cosas como esas…” , atajó alguien a quien considero –en serio- muy inteligente, pero que es incondicional y monolítico a la hora de tomar partidos.

En otra ocasión, otra persona, en las postrimerías de copiosas libaciones de vodka y cervezas, me ofreció, con voz farragosa, volarme la cabeza de un disparo de su Makarov si yo traicionaba la Revolución. “Pa´ que no comas pinga”, remató su oferta.

Es por eso que no me asombran la autofinanciada sicóloga viajera, ni el vocinglero hombre nuevo bonzai, ni otros que aparecen en sendos videos que dejan constancia de la combatividad desplegada en la Cumbre de Panamá.

Esa tara se renueva en cada generación, como la diabetes o el cromosoma adicional en el par 21. Siempre han estado esa gente, siempre estarán.

La involución cuenta con ello.

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