Algo parecido sucede con Cuba, o sea, su desgobierno. No es terrorista: lo fue.
Según narran Masseti el hijo, y Benigno, el ex combatiente de la Sierra y ex guerrillero en Bolivia, en sendos libros de memorias que recomiendo ampliamente al que quiera informarse acerca de las tropelías del Departamento América en, donde más, la América de ellos, en Cuba se entrenaron guerrilleros de casi todos los países del subcontinente, inclusive del sacrosanto amigo México.
Se exportó -o intentó exportar, que ya se sabe que la exportación no es el fuerte de los cubanos- subversión a Venezuela, Bolivia y Santo Domingo; se enviaban asesores, se coordinaban ayudas y hasta se organizaban secuestros en capitales de Sudamérica para cobrar el rescate y así financiar los movimientos guerrilleros locales.
Cuba fue, y es, refugio para, entre otros, Tupamaros, Etarras, Montoneros, los de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional Puertorriqueña y guerrilleros colombianos, esos de gatillo alegre y cuantioso alcaloide para comprar armas. Hasta Jonas Savimbi fue entrenado en Cuba, y todavía viven por allá algunos prófugos de la justicia americana.
No puedo, por falta de información, ni pretendo tampoco ser exhaustivo, pero el tema del papel del desgobierno cubano en los violentos movimientos de liberación latinoamericanos estoy seguro que llenaría más de un par de tomos.
Hoy, pues ya se han quedado sin clientes los especialistas cubanos en subversión: todos los países del continente se han acogido a la vía democrática para escoger a sus gobernantes.
Hoy, también, pues los Estados Unidos han sacado a Cuba de la lista de países que fomentan el terrorismo. Así es, el desgobierno cubano, fue, y ya no es.
O sí es: es represor, antidemocrático, inepto y obsoleto. Pero para eso, por desgracia no hay listas.
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