viernes, 10 de abril de 2015

Oficio de perdedor

¿Cómo se pierde una pelea?

Es fácil: se pierde, cuando no se pelea para ganar.

Por ejemplo, un funcionario torpe, del partido, o peor, del aún más torpe desgobierno, reúne algunos fieles y les explica que Cuba, el país, va a participar en la cumbre de las Américas, en Panamá.

Allí van a estar también cubanos que no quieren a nuestro (des)gobierno, les dice, hay que acallarlos, hay que defender nuestro proyecto revolucionario (así le llaman a esa mierda), y por ello hay que enviar a la creme de la creme a ese evento.

Entonces es fácil suponer que van a lanzar a defender lo indefendible a personas de probado intelecto, de ideas, de verbo, resueltas, capaces de sentarse, o pararse, da igual, a debatir y dialogar. Y demostrar que se puede exponer una mala idea al menos con civilidad.

Hipotéticamente, eso es lo que haría alguien medianamente listo. Pero no es el caso; mediano es excelencia que no se da en esos lares.

En lugar entonces de enviar a una reunión de esa magnitud a cubanos de valía, reunieron a esos que uno ve en el mercado vociferando obscenidades como verdulero tramposo; convocaron a los más dóciles, a los más grises, y llenaron de esa caterva un par de aviones; les dieron banderitas, les pagaron hotel, estancia, comida, los proveyeron con dinero de bolsillo para comprar pacotilla, y los dejaron sueltos en Panamá cual cerdos en chiquero.

Fue entonces que la Cumbre de las Américas se tornó en sima de vergüenza, y los cubanos perdieron la pelea. Todos.

Gobernados, y gobernantes. Los represores y los reprimidos. Los de la oficialidad y la disidencia.

Hasta yo, que ya –para mi bien- no vivo allá y que pronto –gracias a Dios, dijera, pero se escucharía hipócrita en mis labios- ya no tendré siquiera la necesidad de ir de visita nunca más, hasta yo siento que he perdido algo: un jirón de orgullo que me quedaba, de mejores tiempos, de otras gentes, de otro país, que hace mucho que no existe.

Pero, sobre todo, perdió el desgobierno cubano: se equivocó, de medio a medio; envió a sus peores, a la marcha combatiente, a cantar su himno, a ofender, a agitar su bandera. Y se la están devolviendo arrugada, en harapos, y embarrada de mierda.

Por eso, y por dejar a Cuba en malas manos, en Panamá perdimos todos.


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