Es un texto donde está todo mezclado; Galeano se retuerce, y dice que "¡Ay Cuba, qué has hecho...!", pero regresa, una y otra vez, a poner la inevitable apostilla de que a, pesar de lo malo de Cuba -en esa ocasión apenas unos fusilados, y disidentes encarcelados por disentir, valga sabroso la redundancia- los malos de verdad son los otros, los de siempre, ese monstruo sin piedad, la bestia imperialista, que ha matado a muchos niños, y hoy nos vuelve a amenazar.
Es la clásica arenga del izquierdosista que siempre ha alabado la democracia, las libertades, las necesitamos, qué buenas son, pero que a la vez ha dejado implícito que Cuba puede pasar sin ellas: al cabo, caramba, es tan chiquita y tan capaz de tanta grandeza, que hasta se enfrenta con el más malo de malos, mencionado más arriba.
Esa ha sido la actitud de la inmensa mayoría de la izquierda con respecto a Cuba; siempre Cuba, como abstracción, nunca los cubanos y su tragedia cotidiana.
Cuba entonces le dolió a Galeano en el 2003; le tomó 44 años sentir el dolor. Todo lo que se necesitó fueron unos fusilamientos y la encarcelación de disidentes, para que escribiera eso que escribió, que debe hacer sido como arrancarse un brazo, el izquierdo.
También mi amiga piensa que eso es algo que a Galeano debe haberle costado escribir, por ser (haber sido) él la persona que fue, me dice. Pensaba entonces en una frase de Félix Luis Viera que leí hace unos días: "Fui lo que fui, y soy lo que soy; de lo que fui me arrepiento, porque pobre del hombre que no se arrepienta, que no acepte sobre todo ante sí mismo que se equivocó".
Galeno y millones más se equivocaron; el exilio, por ejemplo, está repleto de de cubanos que nos hemos equivocado en algún momento, y nos arrepentimos. Pero lo terrible no es haberse equivocado -que algunos dicen es un derecho, cosa absurda, pues es más bien un defecto del intelecto humano-
Lo realmente horrendo es no rectificar; no dejar de ser ese pobre hombre que no es capaz de aceptar sus errores.
Ha muerto entonces Galeano, un hombre que sabía escribir, que se equivocó, y que rectificó a medias, y con dolor; con su muerte, desaparece otro representante de esa Era de la izquierda ingenua latinoamericana.
No tuvo tiempo entonces de escribir otro “Me duele”. Pero quiero pensar que, de haberlo hecho, tal vez hubiera sido “Panamá duele”.
O “Cuba duele, todavía más…”
Esa ha sido la actitud de la inmensa mayoría de la izquierda con respecto a Cuba; siempre Cuba, como abstracción, nunca los cubanos y su tragedia cotidiana.
Cuba entonces le dolió a Galeano en el 2003; le tomó 44 años sentir el dolor. Todo lo que se necesitó fueron unos fusilamientos y la encarcelación de disidentes, para que escribiera eso que escribió, que debe hacer sido como arrancarse un brazo, el izquierdo.
También mi amiga piensa que eso es algo que a Galeano debe haberle costado escribir, por ser (haber sido) él la persona que fue, me dice. Pensaba entonces en una frase de Félix Luis Viera que leí hace unos días: "Fui lo que fui, y soy lo que soy; de lo que fui me arrepiento, porque pobre del hombre que no se arrepienta, que no acepte sobre todo ante sí mismo que se equivocó".
Galeno y millones más se equivocaron; el exilio, por ejemplo, está repleto de de cubanos que nos hemos equivocado en algún momento, y nos arrepentimos. Pero lo terrible no es haberse equivocado -que algunos dicen es un derecho, cosa absurda, pues es más bien un defecto del intelecto humano-
Lo realmente horrendo es no rectificar; no dejar de ser ese pobre hombre que no es capaz de aceptar sus errores.
Ha muerto entonces Galeano, un hombre que sabía escribir, que se equivocó, y que rectificó a medias, y con dolor; con su muerte, desaparece otro representante de esa Era de la izquierda ingenua latinoamericana.
No tuvo tiempo entonces de escribir otro “Me duele”. Pero quiero pensar que, de haberlo hecho, tal vez hubiera sido “Panamá duele”.
O “Cuba duele, todavía más…”
Que en paz descanse entonces, Eduardo Galeano.
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