“Oye, no te recuestes en el espejo, que se va a romper...”
“¿Por qué,
Papá?”
1.
He ahí una pregunta
interesante.
Resulta que los
vidrios no tienen un temperatura de cristalización exacta, pues son
sólidos amorfos, no cristalinos. Es por ello que, durante la
solidificación, puede haber zonas que solidifican más rápido que
otras, lo cual implica que va a haber lugares en el sólido donde no
hubo tiempo suficiente para que la fase se “acomodara” y
alcanzara su estado energético más estable.
Se producen entonces
focos de inestabilidad, donde existen tensiones. Se puede intentar
relajar esas tensiones mediante un proceso de calentamiento ulterior
del vidrio solidificado, lo cual permitiría la reorganización de la
estructura en esas zonas críticas, pero en algunos casos pueden
quedar sitios metaestables, todavía con demasiada energía acumulada. Es
energía potencial, como la de un resorte, listo para dispararse a la
menor oportunidad.
Y entonces es cuando
un pequeño estímulo externo, una ligera deformación mecánica, por ejemplo, puede proporcionar la energía necesaria para desestabilizar una zona de tensiones y
desencadenar un “reacomodo”, que resulta en una microgrieta en la
nanoestructura, que se va a expander con rapidez, y que se va a
manifiestar en la macroestructura como una fractura del sólido.
El resultado será
entonces fragmentos del sólido original, donde ha ocurrido un cambio
entrópico irreversible, pero que ahora son mucho más estables energéticamente.
2.
“Porque coge aire
y se rompe”
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