Llegamos al diminuto
restaurant que dizque es regentado por hijas de cubanos, nacidas
aquí, pero hijas de cubanos, y en el que una amiga nos hizo una
reservación porque “Tienen que probar esas tapas que allí
tienen...”, y para allá fuimos.
Entramos, entonces, y hay una trigueña, de cabello abundante, con ojos enormes y tipo de habanera jacarandosa, detrás de la barra, y
nos sonríe, y “Hello, tenemos reservación...”, y entonces una
voz pregunta, desde el otro lado, en un español con un curioso
acento híbrido de habanero con pichón de americano, “¿Uds son
los amigos de M?”, y detrás de la voz hay una muchacha regordeta,
de mejillas rosas, ojos azules, cabello rubio, y cara de cualquier
cosa menos de cubana, que resultó ser la hija de cubanos.
Las tapas estaban buenas. Y la
trigueña... pues era americana.
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