He ahí que
la carta que le ha dirigido a Obama un grupo de personalidades, ha
convocado, de nuevo, a los hiperpatriotas del
bloqueo perpetuo.
Es cierto que la
carta, a la vez que hace gala de lo que ha convertido a los EEUU en
el país más importante y poderoso del planeta y la historia, es
decir, pragmatismo y sentido común, adolece, desgraciadamente, de
unilateralidad.
Que el gobierno de
EEUU levante todas las sanciones y propicie un intercambio pleno
entre los dos países, no va a resolver el problema cubano. Pero sería un buen comienzo del fin: se sabe que, en el momento que el
desgobierno cubano se quede sin bloqueo que blandir y sin megaenemigo
que invocar, tiene sus días contados.
Pero los
hiperpatriotas optan por ripiarse las vestiduras, para después sacar
otra bandera cubana y arroparse en ella. Quieren bloqueo, quieren
crisis, quieren seguir en su absurdo experimento fallido que ya ha durado mas de medio siglo.
Y mientras los
cubanos moran una Cuba en ruinas, una sociedad desarticulada y
disfuncional, los hiperpatriotas, pues en su muelle y democrática vida en
el exilio.
Puramente
anticastros, sin que les quede espacio neuronal para más nada, esa
gente guarda un parecido penoso con la iglesia católica, esa que
defiende fieramente la concepción, pero que se olvida rápidamente
de los recién nacidos.
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