“Conducta” es una buena película,
que cuenta una historia que no es, desgraciadamente, excepcional, ni
en Cuba ni en el resto del planeta.
Y es buena la película, además, porque
cuenta, en realidad, mucho más que unos meses de la vida de un
grupo de cubanos.
Cuenta, en primer lugar, como es el barrio, como es la jerga, las
maneras y manierismos; cuenta de la vulgaridad, de las formas y
actitudes, de la génesis de lo que algunos llaman cubanía.
Cuenta, además, de manera muy hábil, La
Habana en ruinas, las ruinas de La Habana, la ciudad cariada, con sus
cascarones carcomidos de casas y edificios. Y no hace concesiones: no
hay Morro, ni Malecón, ni multitudes risueñas, ni playas
tropicales. Todo sucede a unas cuadras de La Habana de Eusebio Leal,
y sólo un habanero lo sabe.
La Habana de “Conducta” es, entonces,
sepia, gris, ocre. No hay glamour. Los autos son sólo eso,
antediluvianos, y la ciudad es sólo eso, un lugar mil veces
remendado y reducido a harapos.
Los niños son maravillosos. El personaje
principal es absolutamente creíble y conmovedor; no así, por
ejemplo, el personaje algo acartonado que interpreta Silvia Aguila,
una funcionaria que es una suerte de mala de la película y que,
irónicamente, sólo está tratando de hacer su trabajo.
La película tiene el sabor adicional de jugar
con la cadena del mono: usa una frase sobre el gobierno, que es
altamente contestaria para Cuba, menciona que una persona es un preso
político, y hace ver que la policía es corrupta. Y eso es mucho más
que lo que ha hecho cualquier otra película cubana, que normalmente
sólo dicen que “esto está malo”, o alguna otra velada metáfora
por el estilo.
Hay un intento de resaltar cierta intolerancia
religiosa que, sin embargo, no funciona: en ningún lugar con
educación laica se permiten objetos religiosos en un aula. Y el que
no lo crea, que intente colgar un crucifijo o una estrella de David
en una escuela en, por ejemplo, los Estados Unidos.
Resumiendo, “Conducta” es una película
triste, por momentos melodramática, pero bien hecha, que muestra una historia cubana, por fin,
diferente a las de jineteras hermosas, pícaros y mata-zombies de
cartón.
Definitivamente, hay que verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario