domingo, 2 de marzo de 2014

Buena Conducta

“Conducta” es una buena película, que cuenta una historia que no es, desgraciadamente, excepcional, ni en Cuba ni en el resto del planeta.

Y es buena la película, además, porque cuenta, en realidad, mucho más que unos meses de la vida de un grupo de cubanos.

Cuenta, en primer lugar, como es el barrio, como es la jerga, las maneras y manierismos; cuenta de la vulgaridad, de las formas y actitudes, de la génesis de lo que algunos llaman cubanía.

Cuenta, además, de manera muy hábil, La Habana en ruinas, las ruinas de La Habana, la ciudad cariada, con sus cascarones carcomidos de casas y edificios. Y no hace concesiones: no hay Morro, ni Malecón, ni multitudes risueñas, ni playas tropicales. Todo sucede a unas cuadras de La Habana de Eusebio Leal, y sólo un habanero lo sabe.

La Habana de “Conducta” es, entonces, sepia, gris, ocre. No hay glamour. Los autos son sólo eso, antediluvianos, y la ciudad es sólo eso, un lugar mil veces remendado y reducido a harapos.

Los niños son maravillosos. El personaje principal es absolutamente creíble y conmovedor; no así, por ejemplo, el personaje algo acartonado que interpreta Silvia Aguila, una funcionaria que es una suerte de mala de la película y que, irónicamente, sólo está tratando de hacer su trabajo.

La película tiene el sabor adicional de jugar con la cadena del mono: usa una frase sobre el gobierno, que es altamente contestaria para Cuba, menciona que una persona es un preso político, y hace ver que la policía es corrupta. Y eso es mucho más que lo que ha hecho cualquier otra película cubana, que normalmente sólo dicen que “esto está malo”, o alguna otra velada metáfora por el estilo.

Hay un intento de resaltar cierta intolerancia religiosa que, sin embargo, no funciona: en ningún lugar con educación laica se permiten objetos religiosos en un aula. Y el que no lo crea, que intente colgar un crucifijo o una estrella de David en una escuela en, por ejemplo, los Estados Unidos.

Resumiendo, “Conducta” es una película triste, por momentos melodramática, pero bien hecha, que muestra una historia cubana, por fin, diferente a las de jineteras hermosas, pícaros y mata-zombies de cartón. 

Definitivamente, hay que verla.

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