miércoles, 28 de agosto de 2013

El problema y el estupor

El señor Fernando Ravsberg ha escrito todo un artículo acerca de los médicos cubanos que han ido a Brasil, acerca de su presencia en esos lugares donde ni los brasileños, ni españoles, ni portugueses, han querido ir.

Talmente pareciera que los médicos cubanos son los nuevos portadores del espíritu de descubrimiento y aventura de los otrora conquistadores. O que esos brasileños, españoles y portugueses son unos desalmados, mercantilistas, y metalizados médicos que sólo quieren estar en las ciudades, y no en los páramos de norte brasileño y que, entonces, los médicos cubanos son los héroes que renuncian a su propio bienestar por el bienestar ajeno.

Inexplicable, además, la mecánica de los salarios que menciona el autor del artículo: los brasileños, españoles y portugueses no aceptaron ir a esos lugares, a pesar de que se paga 13,500 USD, un salario que es de clase media superior en EEUU, mientras que los médicos cubanos aceptan ir por sólo 1,600 dólares al mes, ni siquiera 10 dólares la hora, salario de clases bajas, apenas por encima del salario mínimo en EEUU. Y ese dinero será pagado al gobierno cubano. Y, por supuesto, está por ver cuanto llegará a las manos de esos pobres médicos.

Y aquí el dilema no es si alguien quiere llamar esclavitud a la necesidad, o de si el autor quiere hacer ver heroicidad y entrega donde los motores impulsores son realmente la miseria y la desesperación. Son, sencillamente, médicos que, como la inmensa mayoría de los ciudadanos cubanos, están sin opciones. Son, sencillamente, médicos baratos.

El problema entonces sigue siendo el mismo: el gobierno ineficiente, demagogo, obsoleto y abusador, que no es capaz de ocuparse de su propio país, ni de sus profesionales, ni de su gente, y que sigue vendiendo estos “gestos” con la grandilocuencia y la generosidad de quien regala lo que no es suyo. Porque, aunque así se lo crea la gerontocracia gubernamental, no es suyo el talento, ni el tiempo de los cubanos, ni la vida de la gente, ni las familias, ni la comida que necesitan los cubanos en su mesa.

Sólo la vergüenza de ser un gobierno que es un reverendo fracaso les pertenece, esa nadie se la discute.

El estupor es, por otra parte, que el autor, que es corresponsal nada menos que de la BBC, pudiera estar escribiendo para Gramma, y no se notaría la diferencia.

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