Hay quién perdona.
No es simple perdonar, hay que brincarse para ello unas cuantas vallas. Pero suena limpio, bueno. Perdonar.
Sin embargo, ¿habrán perdonado a
Posada Carriles los familiares de los asesinados en el avión de
Barbados?
Los familiares de los
muertos en la masacre del remolcador “13 de marzo”, ¿habrán
perdonado ya?
¿Y qué tal los que aún
lloran a los ahogados en el Estrecho de la Florida?
O las familias de los
presos políticos, de los fusilados.
O todos los que tuvimos
que dejar patria y familia para poder respirar de nuevo.
¿Hemos perdonado?
Es que el tiempo lo cura
todo, se dice. Comencemos de nuevo, hagamos cuenta nueva, y borrón a
lo anterior, se sigue diciendo. ¡Es que hay una mañana luminosa que
nos espera, la noche ha terminado, que viva la vida, conffeti,
fanfarrias!
OK, está bien. Voy a
hacer entonces un ejercicio simple de perdón.
Voy a perdonar a Juan
Padilla y Javier Méndez por haber golpeado a una persona que llevaba
un cartel que decía “La Patria es de Todos”, una frase que es el
sumum del llamado a la reconciliación y, claro, al perdón.
Ya los perdoné. Errar es
humano y, con un extra de tolerancia, puedo decir también que
reprimir es humano. Porque eso es lo que hicieron JP y JM: reprimir a
otra persona que expresó ideas diferentes.
Por tanto, JP y JM son
represores. Reprimieron, además, con violencia, y son, por tanto,
represores violentos.
Sin embargo, el gobierno
de los EEUU, Derrocador de Tiranos, autonombrado paladín de la
democracia y los derechos humanos,
generosamente les permitió la entrada a este país y, si el gobierno
de EEUU los perdonó, ¿quién soy yo para
no hacerlo? Ni siquiera fui yo el golpeado por esos dos.
Parece sencillo.
Pero hay
algo que prefiero no hacer dentro de este ejercicio de piedad, civilidad y humanidad. Yo elijo no olvidar.
Y he elegido de esa manera
porque, si me olvido que Juan Padilla y Javier Méndez
son unos represores violentos, puedo olvidar también que Posada
Carriles fue capaz de asesinar a decenas de personas inocentes, o que
alguien emitió, y
alguien obedeció, la orden de embestir al
remolcador 13 de marzo y ahogar con ello a hombres, mujeres y niños.
Quizás, peor aún, podría
olvidarme de lo que le ha sucedido a tres generaciones de cubanos, del
desastre de mi nación, del desarraigo, de la tristeza, de que ya
nada tiene remedio.
Y, si me olvido de todo
esto, pues puede suceder otra vez.
Es tan nocivo olvidar como
lo es confundir memoria con rencor, o justicia con venganza.
Hay quién perdona. Y hay
quién olvida.
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