Corría el 1998, yo corría
junto a él, y el lugar donde corríamos juntos era Cancún, México.
La noche en Cancún es una
maravilla, debo decir. Algunos dirán que mejor que el día, pero yo
soy más de agua turquesa que noctámbulo penitente. Pero aun así, la noche en
Cancún, amigos míos, es algo a considerar. Asi fue entonces que la
vox populi me llevó a un club llamado Azúcar que resultó, además
de pequeño (casi un bar), ser aquel que había inmortalizado Van
Van.
Mi mamá se fue y me dejó/
se fue pa´l Azúuuuca...
Sin entrar en detalles
acerca de un ruedo de cubanas trabajadoras de la noche, que se
bamboleaban bellas, abúlicas, solas y tristes, o de un exótico
dominicano que bailaba un extraño casino con dos mulatas de fábula,
o de europeos, o quizás gringos, que se contorsionaban como marionetas con titiritero
endrogado, o de aquella trigueña, veracruzana y sensual, que me
llevó a la playa oscura, y al hotel, y de nuevo al Azúcar, y la
playa y al hotel, y a un par de meses de desesperación, cuando le
escribí 100 tonterías, antes de percatarme de que ya no estábamos
en Cancún, ni de que las noches ya no eran aquellas noches, en fin, sin
entrar en detalles, decía, el grupo que tocaba en el Azúcar era un
desgaje de la Charanga Habanera, cuyo nombre ahora no recuerdo, y que
todas las noches ponía a aquel lugarejo al rojo vivo.
En una de las pausas, en
que la timba en vivo era reemplazada por discos de salsa
portorriqueña, coincidí en el bar con uno de los trompetistas de la
banda, un mulato fornido, conversador, y entre un par de cervezas me
contó, a grandes rasgos, su suerte y su calvario.
Estaban contratados por un
empresario mexicano, lo cual consideraban una gran oportunidad, a
pesar de que era de pinga, me decía, estar todo el grupo metido en
un apartamentico, durmiendo en literas, y que del Azúcar se iban a
tocar a un tugurio de mala muerte, donde tenían que acomodarse en un
minúsculo mezzanini que parecía un gallinero, con un calor del
carajo, y tocar por dos horas más. Eso, me dijo después de secarse
la espuma de la cerveza con el dorso de la mano, para que después
este singao, y me señaló con un ademán de la barbilla al lider del grupo, se
quede con la mayor parte del dinero. Pero, aun así es mejor que allá,
tú sabes, sonrió, me dió una palmada en el hombro, y se fue a a
seguir tocando trompeta por un salario de mierda.
Siempre me acuerdo de esa
historia cada vez que alguien pone el grito en el cielo porque los
médicos cubanos se van a trabajar a lugares raros, sólo para poder
ganar unos dólares y comprar cosas para sus casas en Cuba.
Y, de la misma manera que
yo recuerdo esa historia, los que gritan olvidan que muchos médicos
cubanos, buenos especialistas, y con muchos años de experiencia,
trabajan aquí, en los Estados Unidos de Norteamérica, como
enfermeros, asistentes de enfermería, o hasta de flebotomistas,
porque no han podido o no han querido seguir en la pelea para ejercer
como doctores en medicina. Yo conozco a varios.
El sol sale para todos y
cada cual aprovecha la oportunidad que tiene, o que puede, así de
sencillo. Hay que vivir.
Además, bajo cualquier
circunstancia, dondequiera es mejor que allá, Uds saben.
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