Nada mejor se me
ocurre para describir el oleaje, que a veces parece marejada, que ha
levantado el periodista del NYT Ernesto Londoño.
Pero es algo
entendible: es una consecuencia de la soledad y aislamiento que
padece Cuba como nación.
En los 17 años que
llevo viviendo fuera de Cuba, en México, y luego en EEUU, pocas
veces he leido en la prensa algo sobre la isla. Sólo alguna noticia
sobre balseros, a veces alguna nota sobre algo mesiánico o delirante
que dijo o escribió Fidel o, más recientemente, sobre los médicos
cubanos que ayudan a combatir el Ébola en África. Y por supuesto,
los editoriales del Londoño en el NYT.
Todos tenemos un ego
que alimentar, y el ego colectivo también cuenta. No es extraño
entonces que los cubanos aprecien, cuando hay tan poco que decir,
que se diga algo sobre Cuba. Hay, siempre ha habido, avidez porque se
diga algo sobre Cuba. Por ejemplo, recuerdo cuando llegué Europa del
Este, a principios de los 80, y alguien me preguntó sobre Ubre
Blanca, y yo pensé, ey, nos estamos haciendo famosos.
Con esto de Londoño,
pues sucede algo parecido. O al menos, entre los que la periodista
Milena Recio, en un extenso artículo publicado en Progreso Semanal,
llama “la mayoría de la población informada en Cuba”, o sea,
una parte del grupo de cubanos que tiene acceso a Internet, y que a
la vez se interesa por este tema de Londoño. O sea, un grupo lamentablemente pequeño, casi todos para/pro/oficialistas.
Y todo eso sucede
mientras la prensa oficial juguetea con ay, lo digo/ay, no lo digo, y
por tanto, la otra parte, la mayoría de la población no informada,
no sabe nada sobre Londoño, sobre los editoriales, y sigue pensando
que el NYT es una de esas cosas del Imperio.
Pero lo más
lamentable definitivamente es que, tanto Londoño, que al cabo ni es
cubano ni vive en Cuba, como todos los cubanos que pudieran hacer o
decir algo sustancialmente más contundente que los desabridos
editoriales, siguen poniendo las culpas y las causas fuera de Cuba.
Le apuestan todo a que se levante el bloqueo, a la vez que saben que
el bloqueo es un recurso preciado, casi un rehén del gobierno
cubano, que sabe a su vez que, si se levanta el bloqueo, es el
comienzo del fin.
Que se agradezca
entonces que alguien se acuerde de Cuba, y que escriba y repita lo
que se ha venido escribiendo y repitiendo durante ya más de medio
siglo, pues insisto, es entendible, bueno para el ego nacional de la isla estancada.
Pero que se crea que
algo va a cambiar por ello es, en el mejor de los casos, wishful thinking. O sea, ingenuo.
Concuerdo
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