..y el corazón nunca se
detiene, siempre está funcionando, por eso hay que cuidarlo, haciendo
ejercicios, alimentándose bien, siendo feliz...”
“Yo sé. Cuando el corazón
se detiene, te mueres, ¡te quedas así...!” Y se recuesta en el
sofá, los brazos abiertos, los ojos cerrados, y la expresión más
plácida a la que un cadaver pudiera aspirar.
“Ajá...”
“Y entonces”, y se
incorpora como un resorte, “hay como un angelito, chiquitico,
invisible, en el corazón, que sube”, y sus manitas muestran el
camino del angel, garganta arriba, “¡y sale!”, y sus ojos se dilatan, inmensos, como asombrados ante su propia historia, mientras sus dedos se abren frente a su cara, como
dos rosas blancas, dibujando una pequeña deflagración que surgiera
de su boca diminuta.
“Y se va volando, por ahí,
hasta que encuentra a la persona adecuada, que no tenga hijos, y se
mete dentro del corazón del bebé que va a nacer...”
He dejado lo que estoy
haciendo, que de repente ha dejado de ser importante, y no digo nada,
ni siquiera un simple y alentador, “¿Y entonces?”, sosteniendo el
tenue hilo de la historia que escucho.
“... y entonces nace el bebe, es niño, después es un adulto, un viejo, y todo comienza de nuevo. Como las
mariposas...” Y se nos queda mirando, en paz, como si no hubiera
dicho nada.
Y entonces yo, que pudiera
llorar, recobro mi aliento, me sonrío, y me apresuro a transcribir
nuestra Historia, antes de que se me vuelva a olvidar...
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