jueves, 18 de diciembre de 2014

Miércoles, sin muletas

No es un miércoles cualquiera este miércoles, que a algunos se les atraviesa, y a otros se les quita del camino.

Es un miércoles que se viste de novedad, alegría, histeria, confusión, profetas, sorpresa, desenfreno, expectativas y cautela. Es un miércoles en el que los cubanos oran a Babalú Ayé, escuchan como Obama inaugura lo que parece una Era, y soportan otra arenga de Raúl Castro donde, de haber algo relevante, se debe haber diluido en la algazara por la liberación de los tres espías cubanos que se intercambiaron fundamentalmente por Alan Gross.

Alan Gross, que nunca se imaginó pieza clave en un miércoles cubano. Espías, cuyo retorno pone fin a una desgastada y sosa campaña por su liberación, cuya mayor consecuencia fue llenar paredes, muros y resquicios de Cuba con horrendos carteles y pintarrajas, y cuya restauración es posible que tome al menos el mismo tiempo que pasaron los espías encarcelados.

Casi que me gustan los miércoles ahora, pues después que se pasa esta breve vida esperando que un día comience un deshielo, que aparezca la primera grieta, hasta un lunes sería un día feliz. Pero resultó miércoles el día en que el Presidente Obama decidió anunciar, además del intercambio de prisioneros a la usanza de la guerra fría, la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

Y así, entre los crujidos de este miércoles que se sacude el polvo de medio siglo, en la sobriedad post euforia, ando hurgando en los motivos.

Las razones de los cubanos

He aquí que hay quien no está contento por lo que sucede.

Y no son necesariamente las compañías que monopolizan los vuelos a Cuba, las agencias de viaje o los que medran de alguna manera con las restricciones y el estatus especial de las relaciones Cuba-EEUU, dentro o fuera de la isla.

Son personas, o grupos, que simplemente piensan que el cambio en Cuba debió comenzar por otro lado, por la apertura política, por la instauración de la democracia, lo cual es indiscutiblemente deseable.

Es una actitud, sin embargo, en la que no se piensa, o simplemente se renuncia a pensar, que ni bloqueo, ni presiones, ni el deseo de millones, logró siquiera estremecer medio siglo de inmovilismo y forcejeo politiquero; que lo más deseable es, siempre ha sido, lo que ha sucedido: que pasara Algo.

Y ese algo que pasó, es que el Presidente Obama le ha puesto la bola en la mesa de trabajo a Raúl Castro. Que este haga algo con ella, pues no lo sé. De hecho, lo dudo. Pero lo que es indiscutible es que la monserga del bloqueo y del Gran Enemigo como fuentes de todos los males, pilar preferido de los interminables discursos del anciano apocalíptico (que se debe estar retorciendo de ira y frustración, si bien discretamente, para no caerse de su silla de ruedas) se le está escurriendo entre los dedos a escribidores, voceros, y al General Presidente.

Entonces resulta que la alternativa de los que no aprecian este miércoles en su justa medida es dejar, seguir dejando, que pasen 10 años más de espera, o 20, ó 30, a ver si otro Algo se encarga de un cambio en Cuba. El fin biológico, o un hipotético cataclismo social, o quizás un milagro mayor que el de este enorme miércoles, milagro que llevara la democracia a Cuba, y restaurara todos los derechos humanos que ahora se violan sistemáticamente. Un cambio por arte de birlibirloque y de hipnotismo a distancia.

Es una idea difícil de entender, esa de los que rechazan este miércoles, y prefieren prolongar la debacle cubana a ver si se resuelve por sí sola. Y, como si fuera poco, se les escapa, o dejan escapar con toda intención, una consideración fundamental:

Que a los 11 millones de adentro no les interesa un cambio, una mejora, que no sea en lo que comen o usan.

Que la idea de los cambios necesarios en esa sociedad la entendemos mejor los que estamos fuera de Cuba.

Pero que nos fuimos de Cuba y que, desde aquí, carecemos del derecho moral de decirle a los cubanos de adentro lo que deben hacer; de decirles, oigan, este es el cambio que necesitan, el que decimos nosotros, y no cualquier cosa que haya sucedido este miércoles.

El sendero de los cubanos, de todos absolutamente, hacia otra sociedad y otra Cuba, ha sido esmeradamente minado con resentimientos, desencuentros y extremismos. Y no es tarea sencilla, no ya andar ese camino, si no siquiera comenzar a recorrerlo. El proverbial primer paso del camino más largo es, efectivamente, el más difícil.

No es entonces totalmente reprochable que haya quien simplemente piense que este miércoles ofrezca el extremo incorrecto para zafar el nudo cubano, y prefiera cortarlo, o más bien, esperar a que se desate por sí mismo. Esa es, simplemente, una extraña forma de mansedumbre, unida a la manera en que nos enseñaron a pensar: blanco y negro, enemigo y amigo, David y Goliath, norte y sur, todo o nada, socialismo o muerte. Que se jodan.

Debo decir entonces que, a pesar de los pesares, mi esperanza es que los cubanos de adentro, de una vez y por todas, y a pesar de miércoles de milagro o maquiavelismo, se percaten de que los problemas están, siempre han estado, adentro, y no fuera de Cuba.

Las razones de Obama

Los motivos de Obama siguen siendo un enigma para mí, así como la elección del momento para esta histórica declaración.

Por qué este miércoles, y no otro, de hace uno, o dos, o cuatro años, me pregunto. Y nunca faltará algún sabio que responda a mi pregunta con esa frase, tan cara a los dogmas de la demagogia marxista: las condiciones no estaban dadas. Y probablemente, hasta tenga razón.

Pero, ¿cuáles eran entonces las condiciones ideales de Obama?

¿Esperar a que Alan Gross estuviera en el punto adecuado de deterioro físico y mental, y contar entonces con que el gobierno cubano estuviera presionado por la falta de tiempo en una posible negociación?

¿La certeza de que el desastre venezolano culmina a corto plazo, y que Cuba sabe que va a perder los subsidios?

¿La urgencia en exorcisar el ridículo fantasma de Putin y sus aspiraciones neo zaristas en el traspatio americano?

En cualquier caso, todas se me antojan posibilidades maquiavelicas, válidas, pero no me parecen condiciones suficientes.

Mi hipótesis es entonces que, después de la paliza recibida en las elecciones intermedias, la estrategia demócrata ha sido usar, primero la amnistía migratoria, y ahora el caso Cuba, como par de provocadores codazos en las costillas de los republicanos.

Obama, en su recta final, piensa entonces que los republicanos tendrían que enfrentar la ira de los hispanos, y de al menos la mitad de los cubanos de EEUU, si quisieran deshacer esas iniciativas. Y Obama sabe que eso “no es fácil”, asumir el costo político de tal torpeza.

Pienso entonces que todo ello es, en definitiva, una trampa política, con Cuba y los hispanos de cebo, que puede aniquilar las aspiraciones republicanas por otro buen rato. Y, por lo que se lee, Marco Rubio, Jeb Bush, y previsiblemente Ted Cruz, ya van directamente hacia ella.

Mis razones

Yo, pues qué cojones, yo estoy contento con este miércoles.

No porque piense que algo está resuelto; de hecho, nada lo está, sólo hay intenciones y discursos, unos mejores, otros pésimos. Pero, como me dice un amigo, se parece mucho al principio del fin, o del bloqueo, o de la era mesiánica de los Castros, o de los dos.

Maravilloso miércoles de milagro entonces, en que por fin Cuba está en las Top News de Google, y en que ya hay amigos que pueden y quieren hacer negocios en Cuba.

Maravilloso miércoles de milagro, miércoles que antecede a un jueves, en el que Cuba y Estados Unidos sueltan las muletas y, quizás, por fin, echan a andar.

PD: ¡Y que vivan Cuba y los Estados Unidos!

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