lunes, 29 de diciembre de 2014

Neo-oportunidades y paleo-oportunismo

En cierto momento, allende, en los 90, cuando las costuras de la sociedad cubana reventaban bajo la presión de lo que demagógicamente en su repentina soledad el mesiánico llamó Período Especial, se formaban hendijas por las que nosotros, en nuestro repentino desamparo, atisbábamos y por las que, si era posible, escapábamos despavoridos de aquella pesadilla.

El jineterismo, por ejemplo, ejercido por bellas putas jovencísimas, baratas y, además, “las mejor educadas de América Latina”, vejete dixit, flores nocturnas de Quinta Avenida, ex-diputado dixit, putas por cuenta propia, otras por cuenta de chulos, a veces efebos y ninfas de la más abigarrada sexualidad, fue quizás aquello la primera válvula de escape que se abrió en la infecta envoltura de la hermética islita, dejando escapar un bramido y un hedor que, todavía en nuestros tiempos, se escucha y percibe en la etiqueta que acompaña a los cubanos en México, Italia, España, y otros orígenes de ingenuos amantes estafados.

Existía también, y eso antes y después de la debacle noventera, un viejo remedio a males perennes: los “viajes” a nombre del estado cubano; antes, mayormente al extinto campo socialista; después, pues nada menos que al mundo capitalista, destino reservado hasta entonces para la crème de la crème de la nomenclatura. Pero, en cualquier caso, eran visitas al extranjero que iban desde breves estancias, cruelmente cortas y poco productivas, hasta suntuosos y bien pagados entrenamientos, como los patrocinados por el generoso PNUD.

Y luego, pues estaba la academia.

Era una cacería implacable aquella la que desatamos los profesionales, tratando de cobrar una pieza valiosa y definitiva, como eran las becas ICI, de España, los programas de CONACyT, de México, las estancias en las poderosas universidades brasileñas o escandinavas, y hasta en lugares y postgrados difíciles de imaginar; profesorados en remotas y selváticas universidades, o doctorados en Matemática, en Haití. Y ninguna era mejor que otra; sólo bastaba que estuviera lejos, pero sobre todo, fuera de Cuba.

Yo, por ejemplo, envié más de cincuenta solicitudes, acompañadas de mi curriculum, a universidades e institutos de varios continentes, inclusive a lugares marginalmente relacionados a mis intereses. Para mi sorpresa y satisfacción, recibí siete cartas de aceptación: tres de España, dos de Brasil, y dos de Japón. Y eso, téngase en cuenta, sin internet ni correo electrónico, lo cuál fue un logro de planeación personal que recuerdo con particular cariño.

Fue una alegría corta ciertamente. Terminó cuando un subdirector académico, conocido como Melcocha por su naturaleza mimética y genuflexa, con mis cartas desplegadas ante sí en su mesa, mi correo violado, abierto y leído por los compañeros del aparato, pues Melcocha me dijo que no había dinero para pagar mi pasaje, así que, nada, lo siento, y con ello siete universidades se perdieron la oportunidad de contar con mis mejores esfuerzos.

De pronto, estudiar una maestría y/o un doctorado se habían convertido, no en la continuación necesaria de una carrera docente o científica, sino en otra válvula de escape, si bien no tan ruidosa y maloliente como aquella de los chulos y putas, que viajaban en los mismos aviones que aquellos profesionales que fruncían la nariz y preferían mirar por las ventanillas que ver y escuchar a sus compañeros de viaje, sin pensar que ingenieros y licenciados. meretrices y pingueros, eran igual de oportunistas, y que todos se iban sacrificando algo de su alma en el altar de una mejor vida.

En honor a la verdad, corresponde decir que en 20 años las cosas no han cambiado mucho en la isla. En Cuba rara vez algo cambia y, mucho más raramente, para bien.

Véase, por ejemplo, que en una nueva modalidad de lucha por la supervivencia, tenemos a la disidencia, que fue sucumbiendo a las necesidades que dicta la tragedia nacional.

La posibilidad de tener y usar el dinero que ha canalizado la USAID, o cualquier otra agencia de los Estados Unidos, o los programas pro democracia de varios países europeos, ha tenido consecuencias aciagas, como que los disidentes sean fácilmente tildados de mercenarios por la propaganda gubernamental.

Otra consecuencia, la peor quizás, ha sido el surgimiento de pugnas entre los opositores por la búsqueda de protagonismo y visibilidad, no ante la sociedad cubana, que en su inmensa mayoría ignora la existencia de esos grupos o personas opositoras, sino ante gobiernos, observadores y mecenas extranjeros.

Ciertamente, la ¿evolución? de un proceso de supervivencia toma niveles insospechados y, con el tiempo, va involucrando a actores muy disímiles: putas, jineteros, científicos, generales y doctores, disidentes y opositores.

¿Será que el dinero necesario carece de olor?

¿Será que, al ser necesario, no es necesariamente etiquetable, que no es dinero malo o bueno, si al final compra leche en polvo o un litro de aceite?

Quizás le ha pasado como al oportunismo, al que las oportunidades convierten, para algunos, en aceptable.

Como está sucediendo ahora con otra nueva arribazón, de la que algunos dicen son tontos útiles; otros, que son mediocres con suerte. Parece que aún no tienen nombre definitivo, pero digo que se pudiera llamar a eso la Neo-Izquierda para-Gubernamental y Oportunista.

Esa que no le hace ascos al dinero extranjero, que es igual que el que recibe la disidencia, pero que no es igual, dicen ellos.

Esos fondos que sufragan becas, estancias, entrenamientos, cursos, subvenciones, sitios webs, y hasta donaciones en efectivo; que estimulan, y premian, peroratas sosas, arengas vacías; que llevan, traen y pasean a escribidores de y a por pacotilla.

No se termina entonces de nutrir, esta nuestra nación, de oportunistas, ya sea desde adentro, o desde afuera, que ya se sabe que cruzar las aguas no purifica. Al contrario, que hay algunos a los que pareciera que envilece aún más.

Hay desgraciadamente pocos remedios nuevos para males tan viejos. Pero hay uno que se me antoja particularmente eficaz; es el más efectivo, quizás el único. Y es que los buenos tomen la palabra. 

Que ocupen el lugar que les corresponde, pero que para ello tienen que dejar a un lado los miedos y la obnubilación que produce la doctrina.

Que ahora que es el tiempo bueno, los buenos, repito, sean los nuevos oportunistas; que ellos, insisto, tomen la palabra.

Y las oportunidades, carajo, las oportunidades, que ahora son mayores que nunca.

2 comentarios:

  1. Cuba necesita oportunistas buenos como tú! Feliz año nuevo y muchas cosas grandes y buenas para ti y tu familia.

    N.

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