martes, 12 de agosto de 2014

Tener o no tener

El drama cubano pasa indiscutiblemente por la tenencia de cosas. O por la ausencia de ellas, que es lo mismo.

Véase el llamado demagogo a la austeridad, la exigencia al hombre nuevo a ser sencillo y frugal, la demonización de la sociedad de consumo, y sus bienes.

Véase la clase dirigente que ocupa sus casas usurpadas, en Miramar, Nuevo Vedado y la Coronela, y que ha equipado casa, familia y descendientes con los bienes capitalistas que han adquirido con dinero ajeno, el que les da el Estado, el dinero que teóricamente es de los cubanos de a pie.

Véase la esperanza que traen dinero y bienes, que mandan y llevan los emigrados, o los que trabajan fuera de Cuba. Dinero y bienes que se ganan trabajando.

Véase el disgusto que provoca que la Aduana, la misma que con saña confiscaba blumers y batas de casa a los que venían a visitar a su familia en los 80, y que sigue jodiéndole la vida a la gente, cumpliendo instrucciones, antes y ahora.

Véase que el mejor castigo a los autores del desastre no es quitarles la chambelona del poder, sino quitarles.

Quitarles todo. Y pedirles, claro, que sean austeros y pacientes.

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