El drama cubano pasa
indiscutiblemente por la tenencia de cosas. O por la ausencia de
ellas, que es lo mismo.
Véase el llamado demagogo
a la austeridad, la exigencia al hombre nuevo a ser sencillo y
frugal, la demonización de la sociedad de consumo, y sus bienes.
Véase la clase dirigente
que ocupa sus casas usurpadas, en Miramar, Nuevo Vedado y la
Coronela, y que ha equipado casa, familia y descendientes con los
bienes capitalistas que han adquirido con dinero ajeno, el que les da
el Estado, el dinero que teóricamente es de los cubanos de a pie.
Véase la esperanza que
traen dinero y bienes, que mandan y llevan los emigrados, o los que
trabajan fuera de Cuba. Dinero y bienes que se ganan trabajando.
Véase el disgusto que
provoca que la Aduana, la misma que con saña confiscaba blumers y
batas de casa a los que venían a visitar a su familia en los 80, y
que sigue jodiéndole la vida a la gente, cumpliendo instrucciones,
antes y ahora.
Véase que el mejor
castigo a los autores del desastre no es quitarles la chambelona del
poder, sino quitarles.
Quitarles todo. Y pedirles, claro, que sean austeros y pacientes.
Quitarles todo. Y pedirles, claro, que sean austeros y pacientes.
excelente escrito
ResponderEliminarFernando
Gracias!
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