Los cubanos
se van al extranjero, y se quedan a vivir allá, porque tienen una segunda
ciudadanía. O porque se casan con un extranjero. O porque los invitan
familiares que ya viven en el extranjero. O porque los contratan para trabajar
en el extranjero. O porque se ganan una beca en el extranjero. O porque alguien los invita y se desentienden mutuamente. O porque se van en balsa, o en tren de aterrizaje, o por
algunas de las rutas de tráfico humano.
Pero todos se
van, y se quedan en el extranjero, por
una misma razón; y como esa razón es tratar
de vivir mejor, entonces no hay una manera
más digna ni más deshonrosa de irse y quedarse, aunque quizás las haya más o menos elegantes.
Sin embargo, como ya se habrá notado, nada
de eso es interesante.
Lo interesante
es que, de pronto, y sin que tenga que ver con la elegancia de la huida, hay
quien muta, y pierde la memoria, la desecha como si fuera un exoesqueleto, y se convierte entonces en un gusano puro, innato; se torna en
la quintaesencia de lo antigobiernocubano correcto.
Y entonces no
le perdona nada a nadie: ni los hechos, ni las intenciones, ni lo que fue, ni
lo que es.
Bendita sea entonces la pureza ideológica de nuestros mutantes, esos que nos dicen que es lo bueno y lo malo, porque ellos son, para nuestra suerte, el gusano nuevo.
Bendita sea entonces la pureza ideológica de nuestros mutantes, esos que nos dicen que es lo bueno y lo malo, porque ellos son, para nuestra suerte, el gusano nuevo.
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