No tiene remedio eso.
Ese
muchacho, que se dice feliz, culto y universitario, que dice que si
le dicen lo que es, lo irrespetan, y que me llama cubanoamericano,
puede hablar de muchas cosas con prosa fluida, pero siempre termina
regresando al bloqueo y el imperio del mal, como
el niño que corre a la base en el juego de los escondidos.
Además, el
tremendismo y la demagogia se los come por una pata, da igual que
digan “Corres siempre la suerte de tu país” o “Yo me muero
como viví”
En fin, no hay nada para mí ahí. Me sigo quedando con Sabina, que al menos es ferozmente honesto.
En fin, no hay nada para mí ahí. Me sigo quedando con Sabina, que al menos es ferozmente honesto.
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