He estado observando la
noticia de que un grupo de disidentes ha recibido la oportunidad de
pasar cursos en el Miami Dade College.
Como ex-estudiante en el
campo socialista, veo el asunto con simpatía: nada como una segunda
opinión para que la mente se expanda un par de milímetros.
Claro, la intención en
este caso tiene todo el trasfondo político y la tirantez que le
confiere el hecho de que, por un lado, sean disidentes/hijos de
disidentes (aquí me acordé de Horacio Quiroga y las rayas, etc...),
y que, del mismo lado, sea la Fundación Cubano Americana,
probablemente usando un grant del gobierno de EEUU, o no, quién
financie los gastos.
Ni siquiera estoy convencido que eso cuente como"segunda opinión".
Sin embargo, la pregunta
que hay que hacerse es: ¿por qué no?
Quizás no sean los más
brillantes, y definitivamente no los más “integrales”, de acuerdo
a los cánones de la ortodoxia de la educación superior en Cuba,
pero son los que se atreven a desear un cambio en su país, y no
temen decirlo.
Y en Cuba, pues no creo que puedan acceder a una universidad, pues es sabido y dicho que la universidad es para los revolucionarios, término mal usado donde los haya porque revolucinarios somos en realidad los que queremos cambio, y no calma chicha. El resto son los partidarios del gobierno, o sea, la universidad es para, etc, etc.
Muy simbólico, por ejemplo, es
que uno de los miembros del grupo de estudiantes sea Henry Constantín, quien
fue expulsado de la Universidad de Oriente en 2006 y de la
Universidad Marta Abreu en Villa Clara en 2008.
En fin, una página
mas, interesante por cierto, en el estira y encoge de los finales de
la dictadura.
O, como dice el
que escribió el editorial de Progreso Semanal, “Todo es parte de la política norteamericana de un cambio de régimen en Cuba.”
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