lunes, 13 de enero de 2014

De la antimagia

En realidad, no sé qué les sucede a las personas que nunca han leido ciencia ficción.

O a los que sólo leen poesía.

O a los que no leen.

Tampoco sé por qué hay quién se desvive por convencer a los demás de que nunca ve un bodrio jolivudense. O de que sólo escucha música clásica. O, para el caso, sólo cierta música, como si fuera posible respirar sólo cierto aire.

Puede que sean, además, vegetarianos, y que hayan entonces dejado de comer cosas con grasa. Digo grasa: manteca, gordos, y cosas saladas, con sabor, mucho sabor. Después, pues se mueren de las mismas cosas que los demás; la diferencia es que no le encuentran explicación a tamaño sinsentido.

Tampoco sé qué defecto tienen los que no gustan del chocolate, pero sí de la pata y panza. O los que no aprecian el buen café: el tono, el aroma, el café perfecto, y no el brebaje de los americanos.

No sé entonces, ni nunca sabré, muchas cosas, pero creo que hay quien mira un día de repleto de suave sol de primavera usando lentes de color naranja.

Pero lo que sí sé es que ese quien, definitivamente, no lee ciencia ficción.

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