A propósito del Nobel a Vargas Llosa, no pude menos que pensar en mi Cuba. No tenemos ningún Nobel por allá.
Y es que los escritores cubanos más encumbrados, los más cultos, de profunda literatura y dominio tremendo del lenguaje, léase Carpentier, Lezama Lima y Cabrera Infante son, esencialmente, aburridos.
Yo, en su momento, traté de meterme entre oreja y oreja libros de estos autores. Leí, traté, terminé algunos y al final parecía penitencia. No lo he tratado de hacer otra vez.
Claro, los escritores, como todo ser humano, tienen días malos, o sea, libros “malos”. Yo he leído casi todo de García Marquez, Saramago, Jorge Amado, Vargas Llosa, por mencionar a los Nobel, y tienen libros que no te atrapan, que puedes abandonar sin remordimientos. Pero tienen otros que pa´qué…
El aburrimiento no es prerrogativa de estos nuestros clásicos. “Pedro Páramo” es soporífero, por ejemplo. O algunos de los sombríos clásicos rusos. Pero que sabroso es leer a Octavio Paz, Bulgakov o Sholojov (bueno, estos dos últimos técnicamente fueron soviéticos…). Julio Verne, el autor preferido de mi niñez, tiene libros aburridos. Wilbur Smith, excelente y prolífico escritor africano, tiene altibajos. O Asimov. Sin embargo, curioso, no puedo recordar ningún libro “malo” de Salgari (los leí de niño y por eso no los releo…) Y asi pudiera pasarme el día, escogiendo autores y libros como mi madre escogía el arroz, pero no hay tiempo.
El caso de nuestros clásicos cubanos es lamentable, pues han quedado para disfrute de unos pocos, me imagino que en su mayoría intelectuales cubanos, que seguro escriben ensayos, suspiran y aspiran a ser como ellos cuando sean grandes.
Pero estoy seguro que un día tendremos un escritor de la talla Vargas Llosa, porqué no. Y yo soy un eterno optimista que sigue buscando un libro bueno de Stephen King.
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