llega junto conmigo esa desazón que tanto me molesta y que me planta un bulto en la garganta (calambrina le llaman algunos...).
Por el momento, escucho "Historia de las sillas" y "Causas y azares", dos de las mejores canciones del ex-revolucionario, ex-contestatario e insufrible Silvio Rodríguez.
"Gaviota" para otra ocasión.
Aprende a cagarte olímpicamente en la calambrina, como he hecho yo. Prefiero morirme a dejar de desgañitarme con El sol no da de beber y Requiém.
ResponderEliminarAunque traicione, por más que traicione.
Uff, Requiem, esa es de veras triste.
ResponderEliminarQue jodienda con Silvio, uno creció con él, con todas esas canciones, con toda esa poesía que cada cual pone en su propio contexto (¡No me digas que tú entiendes a Silvio, a ver, que coño es una serpiente que atraganta con un trébol, a ver, a ver!, me decía hace mil años un amigo en una histórica borrachera...).
Yo siempre lo veía tan contestatario, tan adelante, y me desgañitaba, claro que sí.
Y de pronto lo vi como bufón de la nomenklatura, cantando El Necio en no sé que evento de los dinosaurios. Y ahora lo vi en un intercambio con Carlos Alberto Montaner, tan pobre en argumentos, tan lejos de lo que fue, un tipo cansado y derrotado...
Por eso me duele doble escuchar sus canciones. Y las de Carlos Varela, claro.
Y las calambrinas son como esas sillas de la canción, que te invitan a sentar, pero no se puede, hay que seguir...
Y si lees su blog el desencanto será doble. La cantidad de frases hechas y botas lamidas es tristemente impresionante.
ResponderEliminarSin embargo, lo he dicho antes y lo repito, me niego a renegar de las canciones que prendí a mi melena con alfileres hace veinte años. Dejaría de ser yo.
A fuerza de repetirme que el arte va por un lado y el artista por otro me lo he creido, y es por mi bien. Que así sea hasta que el cuerpo o la conciencia diga basta.
Amen.
ResponderEliminarY sip, ya estuve por ese blog y salí corriendo...