Siguiendo una ancestral y
bien arraigada tradición, el gobierno de Cuba se vuelve a preocupar
por los presos ajenos.
Tengo recuerdos de dos
casos anteriores, machacados en mi cerebro a fuerza de spots
radiales, menciones en la TV, posters y pancartas: Luis Corvalán y
Angela Davis.
Nunca supe a derechas
quienes eran esas dos personas, hasta años después cuando, por pura curiosidad, busqué
la información. Sólo sabía que no eran cubanos, que estaban
presos, y que el gobierno de Cuba simpatizaba con ellos y su cáusa.
Ah, y que el programa Now, al cual le agradecen (mos) al menos dos
generaciones por la única música norteamericana que se ponía en la
radio cubana, tenía que ver con Davis.
Lo otro que era obvio es
que el Imperio y las fuerzas del Mal, de alguna manera, estaban
detrás de esos encarcelamientos. Ya se sabe que esa, por sí sola, es cáusa suficiente.
Oscar López Rivera es un nacionalista portorriqueño, uno de los líderes de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), grupo vinculado a más de 100 atentados y 5 muertes en los años setentas, y fue condenado a 70 años de prisión.
Y lo curioso aquí, además de esa ya tradicional obsesión del gobierno de Cuba con los asuntos ajenos, teniendo tantos propios que resolver, es que, en Agosto de 1999, el entonces Presidente Bill Clinton, le ofreció el indulto, junto a otros 14 portorriqueños encarcelados, a Oscar López Rivera, pero este rechazó la oferta de clemencia porque, según él, sería vivir “en una prisión fuera de la prisión”
Es decir, los que piden la liberación de Oscar López Rivera están yendo en contra de su deseo expreso de permanecer en prisión, y a su renuncia voluntaria a ver, libre, a su familia, incluyendo a la nieta a la que ahora escribe cartas.
Es obvio que a estas alturas el gobierno de Cuba todavía no sabe, o no tiene interés, en escoger cáusas que tengan, al menos, sentido común.
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