Vamos, Obama ha demostrado que es capaz de saltarse bardas, vadear zanjas y cruzar lodazales para estrechar la mano sucia del tipo que está del otro lado. Yo lo admiro por ello. Sobre todo porque la tentación de no hacerlo debe ser enorme.
Considérese que Barak Obama es el Presidente del país más poderoso y rico; es además el Comandante de la maquinaria militar más poderosa del planeta, y el líder de una nación con amplia tradición imperialista, experta en invasiones, que cuenta con el respaldo de la OTAN, Japón, Australia, Israel (a veces) y una miríada de países que dependen del comercio con los Estados Unidos.
Para un mandatario como es el Presidente de los Estados Unidos, negociar, en lugar de imponer, es sólo otra opción. La opción de Obama, en este caso. Pero las negociaciones no siempre son confiables, pues se trata de palabras, que, ya se sabe, se las lleva el viento.
De esa manera, uno sabe que ni la “apertura” hacia el desgobierno cubano, ni las negociaciones con los gobernantes iraníes, van a dar el resultado que se espera.
En el caso cubano, solo el fin biológico de la generación de ancianos que detenta el poder, encabezada por Raúl Castro, Machado Ventura y algunos militarotes, dará paso a otra era -no necesariamente mejor, pues ya se avizoran los delfines de la familia Castro haciendo pininos-, pero por algo se empieza. Por el momento, el general presidente, como buen menesteroso, toma lo que le dan, a la vez que, como buen marrullero, mantiene sus bravatas de esquina, suelta sus perros, y se burla de este nuevo momento que ha propiciado Obama.
Iran hace algo parecido, pero desde una posición de fuerza realmente preocupante, incomparable a la insignificancia regional, política y militar cubana. Los iraníes están a punto de construir armas nucleares. Nada de lo que han hecho americanos e israelíes, ni bloqueos, ni asesinatos, ni atentados, ha podido detener el proceso de desarrollo de la industria militar iraní, país que es una potencia petrolera y con una élite tecnológica e intelectual poderosa.
En este caso, Obama también ha optado por negociar y los iraníes, como el vejete Castro, toman lo que le dan, lanzan sus bravatas, y mienten.
Las soluciones a ambos casos parecen ser de otro tipo, diferente al que han imaginado el presidente americano y sus asesores.
Cuba, su régimen, su drama, no cambiará mientras los cubanos de adentro decidan cambiar. Y no parece que les interese hacerlo.
Iran, por su parte, no va dejar de intentar fabricar sus bombas atómicas.
En el caso cubano, quizás el tiempo sea la solución. En el otro, tal vez un masivo bombardeo quirúrgico. No lo sé. Pero lo que es seguro es que en ninguno de los casos la buena voluntad de la negociación va a llevar a buen fin los conflictos. Ni Cuba, ni Iran, van a hacer algo diferente a lo que han hecho hasta ahora.
El Presidente Obama es un hombre con buenas intenciones, yo lo admiro por ello. Pero me temo que sus ilusiones, al menos en esta ocasión, estén perdidas de antemano.
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