viernes, 27 de marzo de 2015

Niebla

“ … (allí) habita Uno que habla con las brumas matinales que suben del mar…”
La extraña casa en la niebla: H.P. Lovecraft


La niebla es buena idea.

Sutil, se encarga de suavizar la realidad; es duermevela, nube descarriada, aire adornado. Desdibuja lo cercano, escamotea lo de más allá; abraza.

La niebla, que es una droga blanda.

Allá en las islas no hay nieblas: sólo hay neblinas. No es lo mismo; una neblina es una pálida caricatura de una niebla del Atlántico Norte. Vamos, ni siquiera suena igual; neblina se escucha como obligación, cosa maligna, pasajera, demasiado húmeda, maldición de mañana de hierba mojada, y un surco de fango rojo esperando tras la frágil nubecilla. A la neblina, demasiado tropical, le falta magia.

Pero la niebla es otra cosa; por derecho propio, es el caldo natural para monstruos y pesadillas: caminarla es, por demás, placer reservado a conocedores. Es bálsamo, vehículo, marco y pintura; es íntima por naturaleza: tan misteriosa, que tiene los ojos rasgados.

Andamos escasos en español de piropos para ella: apenas dos o tres vocablos la rozan. El inglés, sin embargo –por ser ese engendro bastardo de sajones, normandos y vikingos, acunado en las frialdades del Mar del Norte-, sabe hablar bien de la niebla; le dedica tantos nombres, a algo que pareciera ser siempre igual –pero que no lo es-, que me hace pensar que los caribeños nos hemos perdido algo importante -otra cosa más- de la vida de acá afuera.

A algún despistado la niebla le puede resultar un heraldo de desgracias, tal vez porque es devoradora de sonidos, asesina de colores, el pozo oscuro de donde salieron sagas, leyendas, historias terribles.

Como los drakar, que emergían de ese abismo blanco, al saqueo, y a él regresaban, los guerreros-remeros hediendo a sangre ajena y sudores de hembras violentadas: sabían esos bárbaros que no hay glamur en degollar bajo la transparencia cegadora de un aburrido mediodía de verano. Tal es así que, sin la niebla, el Canal sería de La Luz, y no de la Mancha, y Jack el Destripador solo hubiera sido un frustrado masturbador en una buhardilla solitaria.

La niebla, pues hoy es espesa; se arremolina en mi camino, se traga autos, y los vomita casi frente a mi; niebla algo hija de puta esta. Me abro paso en ella, a paso lento; me voy a la costa, a ver como no se ven las marismas, escondidas en la marea, sofocadas por tanta nube a ras de agua.

Tomo un par de fotos: demasiado planas; las observo, decepcionado, a la luz intrusa de la lámpara de mi escritorio. 

Quisiera poder traerme acá a la mesa un poco de esa niebla atlántica; que se enredara en mis pies, que me hiciera un guiño de complicidad, y me contara entonces algún secreto, de prisa, antes que el sol indiscreto la fulmine.

Que me dejara además, escrita en el aire remoto de donde llegó en la madrugada, una pista, para poder encontrarla otra vez; me gustaría contar con esa promesa, antes de quedarme solo, pegado al suelo, en este otro día, tan cualquiera, que ya está a punto de ensuciarse de tanta luz..

3 comentarios:

  1. Oh, me encanta este post...Aquí en Taos no hay niebla, ni siquiera una mísera neblina :-(

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    1. It felt good to be out of the rain
      In the desert you can remember your name :D

      https://www.youtube.com/watch?v=zSAJ0l4OBHM

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  2. Alex no me canso de leer este post menos después de la lluvia... ojalá y hubiese sido niebla :)

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