Leía entonces el artículo, bueno por cierto, titulado “Prensa cubana: jugando con la cadena pero no con el mono”, publicado en La Chiringa de Cuba, y que es de lo más audaz que se puede escribir en Cuba, o mejor dicho, en Internet mientras se vive en Cuba, y pensaba, caramba, ¿cómo es posible preguntarse, en un mismo texto, qué sucede con la prensa cubana, a quién se subordina la prensa, quiénes trazan las políticas informativas en Cuba, y a la vez decir que el desastre del periodismo cubano sucede “A pesar de los apelos de la sociedad y de las críticas del primer secretario del Partido y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (…)” ?
Me recordó a aquellos que decían –decíamos-, cuando nos abrumaba la enormidad del absurdo cubano, que “Fidel no puede saber que esto está pasando…” Es decir, la culpa estaba, según ellos –nosotros-, repartida entre un enigmático grupo de funcionarios venales que mantenían al benévolo e infalible líder en la total ignorancia de cuán jodida estaba la nación y los cubanos –cuestión que, por cierto, finalmente descubrió no hace mucho el ex diputado a la Asamblea Nacional Silvio Rodríguez-
El caso es entonces que, eufemismos y sarcasmos aparte, y dejando, por favor, de darle vueltas al asunto, se sabe que, en primer lugar, en Cuba no se mueve nada que los dueños del país no permitan moverse y que, en segundo lugar, en Cuba no hay periodistas suicidas, ni periodismo.
Por tanto, ya de acuerdo en que nada ha cambiado, y que el terreno más seguro sigue siendo reportar sobre cosechas y tubérculos, sería buena idea entonces no andar con el dedo untado con atole para darle a otros o, lo que es peor, a sí mismo.
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