Ayer hablaba con alguien que conoce muy
bien la Cuba contemporánea, sus diarreas y estreñimientos, y sobre
todo, a los dinosaurios. Y conoce todo eso mucho mejor que yo. Por
eso lo escuché con atención, y me decía, sorprendido por mi
entusiasmo, que por qué yo pensaba que el gobierno de Cuba iba a
hacer alguna concesión política importante, como permitir
pluripartidismo, por ejemplo. Que le dijera una sola razón, una
sola.
Que si no la había hecho, la
concesión, el gobierno de Cuba, en las pasadas décadas, cuando esa
gente -palabras de él- tenía margen y posibilidades amplias de
ganar hasta una elección libre, ¿por qué pinga la iban a hacer
ahora, al final de la carrera biológica, que por cierto, ya ganaron?
¿Ahora, inclusive, que hasta los
Estados Unidos le está aflojando la mano?
Mira, que a no ser que en las
negociaciones se pactaran cosas aún secretas, tremebundas, y poco
probables, como una transición blanda, o un golpe de estado de
terciopelo, o algo así, no iba a pasar ni cojones.
Más o menos así fueron sus palabras.
Y hay que disculparlo, pues es muy florido en su lenguaje.
Y hago el cuento para que se pongan a
trabajar, a ganar dinero, a pagar sus deudas, a disfrutar a su
familia y sus fines de semanas, que es a todo lo que más o menos
podemos aspirar en nuestra vida biológica...
En serio.
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