Este trabajo del Sentinel
Sun, llamado “Plundering America: the Cuban criminal pipeline”,
trata sobre la delincuencia cubana en los Estados Unidos, su
interacción con Cuba, y los beneficios que como inmigrantes reciben
los cubanos. El texto, pues vincula las tres cosas: las mezcla, lo recalca, lo repite, una y otra vez, en
tono de reproche, algo que suena así como “mira que buenos somos, y que malos
Ustedes”
Y eso que nada dice de que
en Miami es posible instalar TV por cable, Internet, eludir el pago
de la electricidad, comprar gomas para carro o pasar inspecciones del
Departamento de Vivienda, y todo “por la izquierda”. Y que los
clientes de esos “servicios” son cubanos, que no son
delincuentes, pero que mantienen la atrofiada mentalidad insular de
que hay que “resolver” para salir adelante en el día a día.
El Sun Sentinel pudiera
haber escrito algo similar sobre los rusos y su mafia omnipresente, o
sobre los albaneses y su mafia hermética, o sobre las bandas
centroamericanas, o sobre la silenciosa invasión china, encabezada
por hijos de aparatchikis y el capital que han amasado.
Pero escribió sobre los
estafadores y los ladrones cubanos en el exilio. Y estas cosas, por
muy bien escritas que estén, siempre dejan mal gusto. Reflejan una
realidad, pero son inevitablemente sesgadas. Hablan de una pequeña
fracción de porciento de una comunidad, pero la contaminan completa.
Sin embargo, está bien
que se diga.
La nación cubana en
el exilio tiene una tarea pendiente en reconstruirse como grupo
exitoso y deseable. Hoy, estamos lejos de serlo. Lo que publica el Sentinel Sun nos lo recuerda de cierta forma.
A la salida del edificio de
Inmigración, donde nos retuvieron por unas
horas cuando pedimos asilo en la frontera de
los Estados Unidos, y mientras esperábamos un
taxi, le dije a mi esposa: “Y ni siquiera nos preguntaron qué
hacíamos, que haremos, si somos obreros o científicos, o qué
pensamos hacer por el bien de este país. Sólo nos dijeron
bienvenidos a los Estados Unidos, y buena suerte”
Así es de enorme el
privilegio que tenemos los cubanos. Y esa generosidad merece algo
mejor de lo que hoy, como nación exiliada, entregamos.
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