No es un miércoles
cualquiera este miércoles, que a algunos se les atraviesa, y a otros
se les quita del camino.
Es un miércoles que se
viste de novedad, alegría, histeria, confusión, profetas, sorpresa,
desenfreno, expectativas y cautela. Es un miércoles en el que los
cubanos oran a Babalú Ayé, escuchan como Obama inaugura lo que
parece una Era, y soportan otra arenga de Raúl Castro donde, de
haber algo relevante, se debe haber diluido en la algazara por la
liberación de los tres espías cubanos que se intercambiaron
fundamentalmente por Alan Gross.
Alan Gross, que nunca se
imaginó pieza clave en un miércoles cubano. Espías, cuyo retorno
pone fin a una desgastada y sosa campaña por su liberación, cuya
mayor consecuencia fue llenar paredes, muros y resquicios de Cuba con
horrendos carteles y pintarrajas, y cuya restauración es posible que
tome al menos el mismo tiempo que pasaron los espías encarcelados.
Casi que me gustan los
miércoles ahora, pues después que se pasa esta breve vida esperando
que un día comience un deshielo, que aparezca la primera grieta,
hasta un lunes sería un día feliz. Pero resultó miércoles el día
en que el Presidente Obama decidió anunciar, además del intercambio
de prisioneros a la usanza de la guerra fría, la normalización de
las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Y así, entre los crujidos
de este miércoles que se sacude el polvo de medio siglo, en la
sobriedad post euforia, ando hurgando en los motivos.
Las razones de los
cubanos
He aquí que hay quien no
está contento por lo que sucede.
Y no son necesariamente
las compañías que monopolizan los vuelos a Cuba, las agencias de
viaje o los que medran de alguna manera con las restricciones y el
estatus especial de las relaciones Cuba-EEUU, dentro o fuera de la
isla.
Son personas, o grupos,
que simplemente piensan que el cambio en Cuba debió comenzar por
otro lado, por la apertura política, por la instauración de la
democracia, lo cual es indiscutiblemente deseable.
Es una actitud, sin embargo, en la que
no se piensa, o simplemente se renuncia a pensar, que ni bloqueo, ni
presiones, ni el deseo de millones, logró siquiera estremecer medio
siglo de inmovilismo y forcejeo politiquero; que lo más deseable es,
siempre ha sido, lo que ha sucedido: que pasara Algo.
Y ese algo que pasó, es
que el Presidente Obama le ha puesto la bola en la mesa de trabajo a
Raúl Castro. Que este haga algo con ella, pues no lo sé. De hecho,
lo dudo. Pero lo que es indiscutible es que la monserga del bloqueo y
del Gran Enemigo como fuentes de todos los males, pilar preferido de
los interminables discursos del anciano apocalíptico (que se debe estar
retorciendo de ira y frustración, si bien discretamente, para no
caerse de su silla de ruedas) se le está escurriendo entre los dedos
a escribidores, voceros, y al General Presidente.
Entonces resulta que
la alternativa de los que no aprecian este miércoles en su justa
medida es dejar, seguir dejando, que pasen 10 años más de
espera, o 20, ó 30, a ver si otro Algo se
encarga de un cambio en Cuba.
El fin biológico, o un hipotético cataclismo social, o
quizás un milagro mayor que el de este
enorme miércoles, milagro que llevara la
democracia a Cuba, y restaurara todos los derechos humanos que ahora se
violan sistemáticamente. Un cambio por
arte de birlibirloque y de hipnotismo a distancia.
Es una idea difícil de entender, esa
de los que rechazan este miércoles, y prefieren prolongar la
debacle cubana a ver si se resuelve por sí sola. Y, como si fuera poco, se les escapa, o dejan escapar con toda intención,
una consideración fundamental:
Que a los 11 millones de adentro no les
interesa un cambio, una mejora, que no sea en lo que comen o usan.
Que la idea de los cambios necesarios
en esa sociedad la entendemos
mejor los que estamos fuera de Cuba.
Pero que nos fuimos de Cuba y que,
desde aquí, carecemos del derecho moral de
decirle a los cubanos de adentro lo que deben hacer; de decirles,
oigan, este es el cambio que necesitan, el
que decimos nosotros, y no cualquier
cosa que haya sucedido este miércoles.
El sendero de los cubanos, de
todos absolutamente, hacia otra sociedad y otra Cuba, ha sido
esmeradamente minado con resentimientos, desencuentros y extremismos.
Y no es tarea sencilla, no ya andar ese camino, si no siquiera
comenzar a recorrerlo. El proverbial primer paso del camino más
largo es, efectivamente, el más difícil.
No es entonces totalmente
reprochable que haya quien simplemente piense que este miércoles
ofrezca el extremo incorrecto para zafar el nudo cubano, y prefiera
cortarlo, o más bien, esperar a que se desate por sí mismo. Esa es,
simplemente, una extraña forma de mansedumbre, unida a la manera en
que nos enseñaron a pensar: blanco y negro, enemigo y amigo, David y
Goliath, norte y sur, todo o nada, socialismo o muerte. Que se jodan.
Debo decir entonces que, a
pesar de los pesares, mi esperanza es que los cubanos de adentro, de
una vez y por todas, y a pesar de miércoles de milagro o maquiavelismo, se percaten
de que los problemas están, siempre han estado, adentro, y no fuera
de Cuba.
Las razones de Obama
Los motivos
de Obama siguen siendo un enigma para mí, así
como la elección del momento para esta histórica declaración.
Por qué este
miércoles, y no otro, de hace uno, o dos, o cuatro años, me
pregunto. Y nunca faltará algún sabio que responda a mi
pregunta con esa frase, tan cara a los
dogmas de la demagogia marxista: las
condiciones no estaban dadas. Y probablemente, hasta tenga razón.
Pero, ¿cuáles eran entonces las
condiciones ideales de Obama?
¿Esperar a
que Alan Gross estuviera en el punto adecuado de deterioro físico
y mental, y contar entonces con que
el gobierno cubano estuviera presionado por la
falta de tiempo en una posible negociación?
¿La certeza
de que el desastre venezolano culmina a
corto plazo, y que Cuba sabe
que va a perder los subsidios?
¿La urgencia en exorcisar el ridículo fantasma de Putin y sus aspiraciones neo
zaristas en el traspatio americano?
En cualquier caso, todas
se me antojan posibilidades maquiavelicas, válidas, pero no
me parecen condiciones suficientes.
Mi hipótesis es entonces que, después
de la paliza recibida en las elecciones
intermedias, la estrategia demócrata ha
sido usar, primero la amnistía migratoria, y ahora el caso Cuba,
como par de provocadores codazos en las costillas de los
republicanos.
Obama, en su recta final, piensa
entonces que los republicanos tendrían que enfrentar la ira
de los hispanos, y de al menos la mitad de
los cubanos de EEUU, si quisieran deshacer esas iniciativas. Y Obama
sabe que eso “no es fácil”, asumir el costo político de tal
torpeza.
Pienso entonces que todo ello es, en
definitiva, una trampa política, con Cuba y los hispanos de cebo,
que puede aniquilar las aspiraciones republicanas por otro buen rato.
Y, por lo que se lee, Marco Rubio, Jeb Bush, y previsiblemente Ted
Cruz, ya van directamente hacia ella.
Mis razones
Yo, pues
qué cojones, yo estoy contento con este
miércoles.
No porque piense que
algo está resuelto; de hecho, nada lo está, sólo hay intenciones y
discursos, unos mejores, otros pésimos. Pero, como me dice un amigo,
se parece mucho al principio del fin, o del bloqueo, o de la era
mesiánica de los Castros, o de los dos.
Maravilloso miércoles de milagro
entonces, en que por fin Cuba está en las
Top News de Google, y en que ya hay amigos
que pueden y quieren hacer negocios en Cuba.
Maravilloso miércoles de
milagro, miércoles que antecede a un jueves, en el que Cuba y
Estados Unidos sueltan las muletas y, quizás, por fin, echan a
andar.
PD: ¡Y que vivan Cuba y los Estados Unidos!