Yo no sé si
eso obedece a una regla no escrita, o escrita, o a un estilo del que
ya no se pueden desahacer, pero muchos songos
vanvaneros padecen de la maldición
de los 3 minutos.
En una pieza que dura 5 minutos, hay que escuchar 3 minutos aburridos, para llegar entonces al tumbao y al corito en el minuto 3, pero que se
pone realmente sabroso sólo en el último minuto de la canción.
No es eso un estilo
exclusivo de Van Van, pero la antítesis de ese fenómeno fue aquella antológica de
Elio Reve, “Mi Salsa tiene Sangunga”, que empieza arriba, y
termina imposiblemente mucho más arriba, en una de las rumbas más
sabrosas que ha sonado en la música bailable cubana.
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