Los detalles del conflicto venezolano, de pronto, parecen poco creíbles.
Fotos truculentas, historias que no se pueden
verificar. Todo ello, sólo una consecuencia más de un conflicto que estremece una
sociedad quebrantada por pésimos gobernantes, y una oposición con
escaso talento.
Pero no hay que perder el rumbo, o tratar de
hacérselo perder a otros, y escribir que si las fotos, o que si las
manipulaciones, cuando lo realmente importante está a la vista:
Estudiantes (Que vivan los estudiantes/ Jardín de nuestra alegría / Son aves que no se asustan / De animal ni policía) que se manifiestan masivamente. Y que incendian carros, y apedrean edificios.
Un gobierno que llama fascistas a los ciudadanos que
se le oponen. Y que les dispara, golpea y reprime con violencia.
Aliados que se hacen eco de la infamia. El gobierno
cubano, y sus voceros y esbirros, a la cabeza de ellos.
Y la prensa cubana, qué horror, escribiendo páginas,
notas y posts de ignominia.
O Silvio Rodríguez, residuo fétido del que alguna
vez pudo ser uno de esos muchachos venezolanos, que le ha cantado y
canta a los estudiantes en Chile y Argentina, y a toda la
izquierdosidad latinoamericana, pero que se une presuroso a los que
llaman fascistas a los estudiantes de Venezuela.
Hora de tristeza y gloria para los venezolanos.
Hora de vergüenza, más vergüenza, para el gobierno
cubano.
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